Callejón Diagón

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Por fin pasaron tres semanas, las más largas en toda mi vida, que no es mucha.
Aquí estoy, en la puerta de Lewis, esperando al señor Dumbledore.

-Seguro que no tarda en venir, Hill.

Y, por supuesto, en compañía de la única que me trató bien en este tiempo, Madame Byrne.

-Voy a echarte de menos.

-Eso lo dices ahora, pero cuando llegues a Hogwarts no echarás la vista atrás.

Vaya, conoce el colegio. Supongo que mi nuevo tutor le ha hablado sobre él, aunque es difícil de digerir esa información tan extraña.

-Lamento el retraso -aparece montado en... ¿una escoba?

-Albus, qué alegría verte -se abrazan, pero yo solo le presto atención a la escoba.

-¿Lista, señorita Hill?

-Sí, em... ¿lleva motor? -señalo la escoba y él se ríe.

-Algo parecido. Podemos comprar una en el Callejón Diagón.

Ahora mismo estoy más perdida que un cangrejo en una selva.
El hombre me sujeta por el hombro izquierdo, pues con la mano derecha llevo la maleta.
El orfanato desaparece del alcance de mis ojos y todo da vueltas y vueltas, sintiendo una sensación de mareo y náuseas. Paramos, lo que fueron diez segundos para él, me pareció una hora a mi.

-¿Todo bien?

-¿Qué ha sido eso?

-Se llama aparición. Consiste en viajar de un sitio a otro, es bastante práctico y rápido, aunque las primeras veces es inevitable sacar el relleno del estómago, ¿comprendes?

Asentí con la cabeza y nos pusimos a andar. Llegamos frente a un bar bastante descuidado y entramos.

-Esto es el Caldero Chorreante, dónde te quedarás a dormir hasta que llegue el día uno, o sea, cinco días.

-No tengo dinero -dije abochornada, a lo que el hombre se ríe.

-No te preocupes por eso, yo me encargo de todo. Tú sólo limítate a disfrutar del momento.

Me quedo cerca de unas escaleras mientras Albus va a hablar con el camarero, quien le entrega unas llaves. Viene de vuelta y me hace una señal con la mano para que suba las escaleras detrás suya.
Llegamos a un pasillo con puertas a ambos lados.

-Veamos, sí, es aquí. Habitación 223.

Pasamos dentro. Hay una cama adorselada en el centro de la estancia con una cómoda en frente.
Dejo, con algo de desconfianza, la maleta en el segundo mueble y luego salimos.
Le sigo hasta abajo y paramos frente a una pared de ladrillo de varios metros de ancho y largo.

-¿Tenemos que picar la pared?

El hombre se ríe, pues seguro que dije una de las muchas cosas ridículas que sólo a mi se me pasa por la cabeza.
Acto seguido, da toquecitos a algunos ladrillos y la pared empieza a temblar, abriéndose en el centro un enorme boquete.
Albus pasa por él y yo le sigo.

-Bienvenida al Callejón Diagón.

-Bienvenida al Callejón Diagón

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Los Merodeadores (Sirius Black y Tú) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora