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El baño no había sido suficiente para apagar el calor que los estaba consumiendo a ambos, y habían terminado pagando una de las habitaciones privadas, para poder terminar con aquello.

Pero era imposible, cada beso, cada caricia, cada embestida, sólo aumentaba más el deseo en ellos. Era como si nada fuera suficiente.

Ya no importaba que tan fuerte fuera, que tan rápido se moviera, ni la posición, ni la cama, el suelo, nada. Nada era suficiente.

La giró en la cama, arrodillándola, y haciéndola bajar el pecho hasta el colchón, antes de colocarse entre sus muslos, y probar su sexo, chupar sus labios hasta hacerla temblar, gemir alto, apretar sus dedos en la baranda de la cama.

Y comenzó a lamer y chupar hambriento, haciéndola llegar fácilmente, con lo sensible que estaba, con lo agotada que se sentía. Su cuerpo seguía quemando, pero ella se sentía exhausta, ya no podía seguir.

Se sentía más mareada aún, y en cualquier momento terminaría perdiendo la consciencia. Lo sintió penetrarla con fuerza, de una sola vez, y gritó extasiada, antes de morder la almohada.

A él parecía no afectarle en nada el tiempo que ya llevaban haciéndolo, sólo quería seguir. Y Martina ya no sabía si podría seguirle el ritmo.

***

Se quejó al escuchar que alguien tocaba la puerta con insistencia, e intentó cubrirse la cabeza. Sentía que se le partía en cientos de pedacitos con cada golpe que retumbaba.

Pero al querer levantar los brazos, no pudo. No sabía si era que no tenía fuerzas, o qué, pero no podía moverse. Su mente se aclaró un poco al cabo de varios minutos, y escuchó la respiración de alguien más detrás de ella.

Abrió los ojos, y los cerró rápidamente cuando la luz un poco más le aumentaba la migraña. Intentó mover sus piernas, y sintió las de alguien más sobre la suyas.

Y ahí se dio cuenta, que no se podía mover porque alguien más la estaba abrazando de una forma casi asfixiante. La desesperación la invadió rápidamente, al no saber cómo había terminado de ese modo.

Y vagos recuerdos llegaron a su mente... De Neal.

—No, no, no, no, no puede ser —murmuró apretando los ojos—. Por favor no, no.

Se quejó mientras intentaba liberarse de él, pero era casi imposible, Neal la estaba sujetando entre sus piernas y brazos. Estaba abrazando a ella como si fuera un koala gigante.

—Neal, Neal despierta, maldita sea, abre los ojos, vamos ¡Despierta! —exclamó ganándose un nuevo dolor de jaqueca.

—No grites —se quejó en un tono bajo, acurrucándose contra ella.

—¡Ya suéltame! ¿No te das cuenta de lo qué ocurrió?

—No —murmuró con los ojos cerrados, sin soltarla.

—L-Le fuiste infiel a tu mujer... Conmigo, Neal ¡Reacciona!

Abrió los ojos al escuchar aquello, pero no la soltó. Respiró profundo, y luego volvió a acurrucarse contra ella.

—Sí...

—¿Sí? ¡¿Eso es todo lo qué dirás?! ¡¿Sí?! ¡Esa mierda tenías drogas! ¡Me drogaste!

—Yo no sabía lo que tenía, a mí me dijeron que sólo era una bebida.

—Eres un idiota, suéltame de una maldita vez.

Mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora