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—¿En qué piensas? —le preguntó mientras comía unos ositos de goma, ya más relajada y feliz.

—En unos días será mi cumpleaños.

Giró su rostro y lo observó curiosa. Ella estaba acostada en la cama de dos plazas que era de él, y Neal en un sofá cama, a un metro de distancia, ya que Martina no quería dormir con él.

—No lo sabía, bueno, no sé casi nada de ti —le dijo pensativa, tomando otro osito.

—No, no sabes nada de mí, en cambio yo sé casi toda tu vida —sonrió suavemente—. Todo lo que tu padre tenía guardado en sus recuerdos de ti, y eso es mucho.

—Siempre husmeando. Y... Suena mal, sabes, tendremos un bebé, y no sé nada de tu vida ¿Por qué no me cuentas un poco?

—Nací un veinticinco de junio, pesé un poco más de tres kilos y medio, y medí cincuenta y un centímetros. Mi mamá siempre dijo que era una cosa gordita —sonrió—. Y... Fui creado a partir de la sangre de Noah, él y mi madre nunca estuvieran juntos, ni siquiera la conocía.

Martina lo miró sorprendida, y se acostó de lado, escuchándolo con atención.

—Mi mamá estaba muy enamorada de él, desde niña, y su obsesión la llevó a esto, crearme a mí. Cuando era pequeño, no entendía porqué no podía conocer a mi papá, porqué sólo podía verlo por televisión, y cuando fui adolescente, mi madre me explicó la verdad. Para mí fue muy difícil de aceptar... Soy el hijo de un hombre que ni siquiera sabía de la mujer que me tuvo, me "engendró" sin siquiera saberlo.

—¿Y no tuviste el valor de conocerlo?

—No me sentía preparado, no sabía ni cómo me podía presentar frente a él. No es como que hubiese podido llegar y decirle "Ey, soy Neal, soy tu hijo, Noah." Iba a ser muy extraño y shockeante para él —sonrió levemente—. Ni siquiera lo hubiera creído, y hasta habría denunciado a mi mamá, no sé... Ella siempre quiso hacer lo mejor para mí, me amaba tanto, que me protegió del mundo entero por veintidós años. Crecí encerrado en mi casa, mi madre fue mi propia profesora, ella me enseñó todo lo que sé.

—O sea... Qué no tuviste una vida normal, y por eso eres así.

—¿Así cómo? —sonrió.

—Ya sabes, no voy a decirlo.

—Por eso tú fuiste la primera mujer. Y ya no sé cuántos años debo cumplir. ¿Treinta y ocho? ¿Veintisiete? Mi madre me mantuvo dormido por doce años ¿Desde cuándo debería empezar a contar ahora?

—Eres muy impulsivo, Neal. No hiciste más que conocerme, que decidiste que yo era la indicada, y ni lo pensaste por un segundo, decidiste que ibas a esperarme, pausando tu vida por doce años.

—Sí, y lo volvería a hacer. Tú eres la indicada para mí, estamos destinados a estar juntos. Ya te lo dije, y te lo seguiré diciendo.

Martina suspiró y se acostó boca arriba, continuando comiendo ositos de goma.

—Tú también fuiste mi primera vez.

—¿Qué? Pero habías dicho que habías estado con otro muchacho, cuando tenía diecisiete.

—Mentí, Neal.

—¿Y por qué mentirías con eso? Además, podrías haber dicho la verdad cuando yo te lo dije.

—No quería que te sintieras tan importante en mi vida, ni que te había estado esperando todo este tiempo.

—No, imagino que no lo hiciste. Yo no significo lo mismo para ti, que lo que tú significas para mí.

—Te casaste con una mujer, Neal, no vengas a decirme eso.

—Si me casé con Belén, fue porque me sentía solo, y ella llegó justo en ese momento para hacerme compañía. No la amé, sólo le tuve cariño, así como ella a mí. Yo necesitaba una persona a mi lado, y ella dinero.

—Que consuelo.

Neal respiró profundo, y se acomodó en el sofá. Ella podía ser tan fría.

***

Era difícil, porque Neal quería pasar su cumpleaños con ella y el bebé, pero Martina no quería volver a la nación, y la madre de Neal, no podía viajar hasta el pueblo.

Así que el azabache se encontraba dividido entre su madre e hijo. Y al final, terminó eligiendo a su mamá. Ella era la única que siempre había estado con él, quién lo amaba como nadie, y lo cuidaba, aconsejándolo lo mejor que podía.

—Gracias —sonrió levemente, viendo el pastel de chocolate que le había hecho, colocando una vela en él.

—Yo digo que hoy cumples veintisiete, mi amor, porque el tiempo se detuvo para ti.

—No me siento tan viejo entonces —sonrió.

—Pide tus deseos antes de soplar.

—¿No estoy grande para creer en estas cosas?

—¿Se tiene que ser niño para tener deseos?

El muchacho estaba por contestar, cuando escucharon el timbre de la casa. Se puso de pie, mientras su madre servía vino en las copas, y cuando Neal abrió la puerta, miró sorprendido a la joven del otro lado, emocionado.

—Insistió en que viniéramos, no paraba de decir familia —sonrió Martina.

***

—Meses después—

Bebé, mamá, bebé.

Río divertida, mientras preparaba un wok de verduras salteadas, y pollo obviamente.

—¿Tienes hambre, glotón? Huele muy bien esto ¿Verdad?

Lo podía sentir moverse en su panza, ansioso por almorzar. El pequeño ya tenía sus horarios para comer, y si Martina no los respetaba, se ponía muy inquieto hasta el punto de "hablar".

Se sirvió un poco de jugo de naranja natural, y luego su comida en un tazón, para caminar hasta la sala. Sí había vuelto al pueblo, pero no a la casa que había alquilado.

A Neal no le parecía un lugar seguro, es por eso que le había construido una casa de las mismas dimensiones, en un lugar cercano, y con todas las comodidades necesarias.

—Mm, mi bebé está feliz —sonrió luego de tragar el primer bocado, sintiendo al pequeño quedarse quieto—. Tenías hambre, glotón. Y eso que nos levantamos tarde —rio bajo, continuando comiendo.

Neal no estaba viviendo con ellos, el muchacho había tenido que regresar a la nación hacía una semana, debido a que tenía varios asuntos por resolver. Y luego, seguirían más meses de participación en eventos, y otros tipos de trabajos políticos.

Lo que Martina esperaba, era que él estuviera presente en el nacimiento del bebé. Sólo faltaban tres meses para la llegada del niño, y ella no quería estar sola cuando eso ocurriera.

...

Mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora