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—Cuéntenos ¿Cómo se conocieron? —sonrió Daniela.

Estaban cenando, y aquella pregunta había tomado por sorpresa a ambos muchachos. Neal se aclaró la garganta y luego miró con cierta incomodidad a Martina.

—B-Bueno... Esto es algo que nadie más lo sabe, sólo nosotros dos. Y mi madre, porque ella fue quien me ayudó.

Adam y Laura lo observaron curiosos, ya que ellos tampoco tenían conocimiento de cómo había empezado la relación de su hija y él.

—Neal me conoció cuando tenía seis años —habló sin rodeos Martina—. Él sabía que yo era especial como él, y creyó que seríamos una buena pareja. Cómo era una niña, prometió regresar cuando yo fuera mayor de edad. Es por eso, que le pidió a su madre que suspendiera su crecimiento por doce años, y regresó cuando cumplí los dieciocho —les dijo sin problema, mientras tomaba una pechuga de pollo.

Su familia los miró aturdidos, y Neal más incómodo se sintió.

—No quiero que piensen que tuve algún interés amoroso, y mucho menos sexual, cuando conocí a Martina a los seis años. No, nada de eso, no soy un depravado. Pero al ver qué ella era muy similar a mí, y que quizás no existiría otra persona como ella, le dije que la esperaría hasta que fuera mayor de edad.

—Y así fue, y si no van a decir nada positivo, entonces no digan nada. Después de todo, sus comienzos no fueron nada bonitos ni románticos tampoco —les advirtió la joven madre, acomodando a su bebé sobre su pecho.

—No, claro que no, Martu, es sólo... Que nos tomó por sorpresa —sonrió levemente su madre.

***

Luego de que sus tíos se fueran, Neal había llevado a Nick a dormir a la habitación, mientras dejaba a Martina con sus padres y hermano.

Ya habían contestado demasiados preguntas incómodas, como para presenciar también lo que iban a decirle a Ethan.

—¿De qué querías hablarnos? —le inquirió Adam, comiendo un poco de budín de chocolate.

Sí, el moreno seguía comiendo el postre.

—Bueno, yo... Creo que Ethan tiene algo que decirles.

El muchachito la miró curioso, sin comprender.

—¿Yo? ¿Qué debo decirles?

—Mira, cuando llegamos a la adolescencia, es normal que nos atraigan chicos, en tu caso chicas, que quieras-

—¿A dónde quieres llegar, Martina? —la interrumpió en un tono aburrido.

—Que bajo ninguna circunstancia, puedes fijarte en tu propia prima, porque está mal, es familia.

Adam y Laura la miraron confundidos, y luego a su hijo, que observó con el ceño fruncido a su hermana.

—¿De qué demonios hablas? ¿Cómo se te ocurre decir algo así? Jamás me fijaría en mi prima, que mente enferma tienes —le dijo molesto, saliendo de la sala.

—¿Por qué le dijiste eso? —le preguntó Laura seria.

—Yo sé que suena mal, pero vi la forma en que se miraban, ma. Creo que ambos tienen sentimientos por el otro.

—Tal vez por eso cambió de sexo —pronunció pensativo Adam, llevándose una cucharada con budín a la boca, antes de hablar nuevamente—. Pero yo no le veo problemas desde el lado genético, la niña nació por Brook con su actual imagen.

—¿Y qué con eso? —preguntó confundida Martina.

—Qué ella es biológicamente hija del hombre que es ahora Brook, y no de la imagen de mi hermano, es decir, no tienen parentescos genético.

***

Observó la cápsula de contención de crecimiento, viendo al hombre que estaba allí adentro, y tocó suavemente su superficie, donde estaba el rostro de él.

Le había llevado algunos meses poder crearlo y modificarlo hasta el punto actual, dónde ya era viable. No sabía cómo iba a reaccionar la nación ante aquello, pero no le importaba.

Había usado células de Neal, así también como de su nieto, Nick. El pequeño había nacido con una mutación única, producto de la sangre de Brook.

—Sólo unos días más, pronto volverás a la vida —sonrió.

Le cumpliría el sueño a Neal finalmente.

***

—¿Ya se fueron tus padres? —sonrió el muchacho, viendo a su hijo dormir con los bracitos hacia arriba.

—Sí, Ethan se enojó, mi madre un poco también, y a mi papá le dio lo mismo, sabes cómo es de despreocupado.

—Sí —sonrió, mirándola—. Bueno, éste precioso y perfecto hombrecito se ha dormido, creo que es momento de que nosotros también vayamos a la cama.

—Sí, ve, yo me quedaré aquí un rato con él —le dijo sentándose en la silla junto a la cuna.

—De acuerdos, descansa.

—Tú igual, Neal.

En cuanto el azabache se fue, le tocó suavemente el pecho a su hijo, la panza, observándolo dormir tranquilo.

—No hay día en que te vea, y no piense en todo el mal que te hice pasar, pequeño —le dijo afligida, en un tono bajo—. Si tan sólo pudiera volver en el tiempo, y no haberte hecho sufrir, lo haría. Sé que jamás podrás olvidarlo, y yo mucho menos. Y es por eso... Qué no entiendo cómo puedes amarme tanto —pronunció sintiendo sus ojos cubrirse de lágrimas—. Eres lo más puro e inocente que pudiera tener jamás, hijito.

—Deberías dejar de culparte por eso, él te ama y te ha perdonado todo.

—Neal.

Se acercó a ella, y se paró a su lado, mirando al bebé.

—Es perfecto, él no ha salido rencoroso como nosotros —sonrió.

—Eso lo sacó de tu familia.

—¿De mí familia? —sonrió divertido.

—Josh siempre nos contaba de lo buena que era Ann, tu abuela. Dice que ella era una mujer muy noble, humilde, inocente, dulce. Creo que nuestro bebé ha heredado eso de tu parte, y me alegra mucho que así sea. No me gustaría que saliera a mi familia, que se pareciera a mi padre o a mí. Mi papá hizo sufrir tanto a mi mamá... Y yo a ti.

Neal respiró profundo, y luego la abrazó, acariciándole la espalda y el cabello, escuchándola llorar bajo.

—No tiene sentido remover el pasado, Martu. Lo único importante es Nick, que lo tenemos con nosotros, que es un niño sano, feliz. Es lo único que nos debe importar ahora, que nuestro hijo esté bien. Lo que haya pasado entre nosotros, ya no importa, ya pasó.

...

Mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora