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- es hora de irnos -. Habló Jung.
- bien, hay que avisarle a los Wheeler -. Me levanté de mi asiento.
- que turbio todo esto -. Llegué al lado de Jung.
- es perturbador, sin embargo en nuestro trabajo, no somos policías, cariño -. Dije suspirando.
- si, entiendo, cielo, vámonos ya y terminemos con esto -. Caminamos hacia la sala de estar, donde estaba la pareja sentados, dándose cariño mutuamente.
Nos acercamos a ellos.

- bien, nos vamos -. Dije tomando la atención de ambos, ellos se levantaron.
- ¿no tienes miedo de que puedan asesinarnos igual que a sus otras víctimas? -. Me susurró Jung al oído muy bajo.
- no -. Dije mirándolo con valentía, la verdad es que tenía mucho miedo, pero no podía aparentar eso.

Subimos a la camioneta de aquellos, y nos fuimos en los asientos de atrás, tomados de la mano por aquel miedo que nos recorría el cuerpo.
- ¿de verdad son esposos? -. Preguntaba la señora Wheeler.
- si -. Aclaró Jung.
- ¿felizmente casados? -. Preguntó de nuevo.
- por supuesto que si -. Aclaré mirándolo a los ojos. - ¿y ustedes? -. Tragué saliva.
- ¿si somos felizmente casados? -. Preguntó la mujer, el señor no hablaba mucho.
- si -. Respondí seca.
- claro que lo somos, esa es la razón porqué matamos a todos aquellos que no estaban de acuerdo con nuestro amor -. Respondió la mujer.
- ¿quiénes eran los fallecidos? -. Preguntó Jung.
- nuestra familia, algunos amigos y exteriores, aparte de algunos testigos que presenciaron los crímenes -. Por fin habló el señor.
- vaya, interesante -.
- díganme ustedes, ¿se aman? -. Preguntó la mujer.
- si -. Dijimos al unísono, pero el ella al decir eso, pensé en Milo, ¿por qué?, ¿es que aún no lo olvidaba?.
- ¿entonces, harían lo mismo por su amor? -. Preguntó la señora.
- por supuesto, hubiera hecho lo que fuera estar al lado de mi hermosa esposa que amo con todo mi corazón y criar a nuestro bello hijo -. Le di una mirada asesina a Jung, no podía dar tanta información y menos de nuestro hijo, no sabíamos con quién nos metíamos.
- ¿tienen un pequeño? -. Decía la señora con una sonrisa.
- si, tiene dos años y medio -. Jung seguía hablando.
- ¿ustedes no tienen hijos? -. Pregunté para desviar el tema.
- claro, tenemos a un hijo que se encuentra en el extranjero trabajando, creo que está en Corea, ya tiene veintitrés años, aveces nos envía regalos de allá -. Dijo la señora.
- vaya, ¿Corea? Yo nací allá, en Corea del sur -. Habló Jung emocionado.
- se nota, muchacho, eres un coreano muy guapo, vaya partido que tienes chica; aunque mirándote bien, el es el afortunado, eres una mujer muy bella -. Sonrió.
- claro, la más hermosa de todas, ella es la mas brillante de todas las flores, en todo aspecto, sobre todo su intelecto, es realmente una genio erudita -. Esperaba que Jung se callara, esto no era nada profesional.
- que ternura -. Sonreía la mujer.
- hemos llegado -. El señor detuvo la camioneta.
Llegamos a una casa no tan descuidada, nos hicieron pasar, la casa era grande, pero tenía un patio más grande aún, algo así como un campo.

Nos invitaron a sentarnos a la mesa a hablar con ellos.
- bueno, ¿qué es lo que quieren?, porque si descubren que sus crímenes son reales, estarán en la cárcel hasta que se hagan polvo -. Hablé lo mas suave que pude.
- no queremos ir a la cárcel, verá, queremos irnos con nuestro hijo a Corea, pero los papeles no nos dejan, porque tenemos demandas en contra -. Jung y yo nos miramos, sabíamos que significaba.
- ¿cuánto tiene de tiempo muerto la última persona que asesinaron y enterraron en el patio? -. Preguntó Jung sin pelos en la lengua.
- dos años -. Contestó el señor, seco.
- bien, haremos algo -. Hablé. - a todos los cadáveres les rociaran soda cáustica otros químicos, la cuestión es que no quedé huella de ellos, y esperarán a que el césped crezca, y se dañe un poco, cosa que se vea natural, luego de esto, podrán llevar a cabo el caso, a lo que el fiscal y yo los defenderemos diciendo que ustedes no cometieron ningún crimen, no se preocupe, que haremos papeleo que pruebe todo aquello, el día del caso, gente de la policía irá a inspeccionar su casa, al no encontrar nada, los dejará ir, y en cuanto estén en Corea, estarán libres, aunque debo recalcar que es importante que no le digan a nadie más que irán a Corea -. Dije sabiamente.
- así es, o de otra manera los buscarán allá también y no podrán vivir tranquilos -. Me siguió Jung. - ¿están de acuerdo con las condiciones que ponemos? -. Preguntó.
- por supuesto, si eso indica que veremos a nuestro hijo, haremos lo que sea -. Habló el señor alivianándose.
- bien, hagámoslo entonces -. Dijo Jung.
- un gusto hacer tratos con buenos abogados como ustedes, señor y señora Jeon -. Se levantó el señor y seguido de el, la dama.
Nos tendieron la mano y nos fueron a dejar al departamento judicial en su camioneta.

- eso me dió escalofríos -. Confesó Jung.
- a mi también -. Dije abrazándolo.

Extraordinary [Milo Manheim y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora