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- amor, ¿no crees que deberíamos tomarnos unas vacaciones? -. Preguntaba Jung entrando a mi oficina, estaba terminando el empleo.
- ¿vacaciones? -. Pregunté sin mirarlo y guardando el papeleo en los cajones del escritorio.
- si, cariño, podríamos ir a conocer Alemania, como tu siempre has querido, un tour por Europa, seria precioso parar por Paris o Italia, con el pequeño George, ¿qué dices? -. Preguntó emocionado.
- eh, no lo sé, Jung, el trabajo... -. Me interrumpió.
- ¿olvidas que soy el jefe? -. Puso su palma encima de mi escritorio. - además, una escapadita sería algo perfecto para nosotros -. Dijo pícaramente, sabía esa faceta persuasiva de mi esposo. Reí.
- creo que es una buena idea, conejito -. Me levanté de mi asiento.
- ¡viva! -. Me tomó de la cintura y me levantó.
- ¡cuidado, Jung! -. Grité riendo. Me bajó.
- estaba emocionado, perdón -. Bajó la cabeza, aveces era muy tierno, me encantaba, como un niño, aveces hacían competencias con George para ver quién me quería más y peleaban.
- no te preocupes -. Sonreí. Toqué sus cachetitos.
- ¿nos vamos ya, mi bella dama? -. Me tendió el brazo para escoltarme.
- si -. Le sonreí.

Al llegar a casa George estaba en la sala.
- ¡Mami! -. Gritó para lanzarse a abrazarme.
- hijo mío -. Le llené la cara de besitos.
- yo también quiero -. Dijo Jung detrás de mí.
- no hay para ti -. George le sacó la lengua. Mis dos chicos.
- ¿no le darás un abrazo a papá? -. Preguntó Jung poniéndose de cuclillas. 
- claro, papi, solo si me cantan tu y mami antes de dormir -. Con Jung nos miramos, hace tiempo que no hacíamos eso, sin embargo, Jung tenía una hermosa voz.
- por supuesto, hijo -. Le dió un tierno beso en la mejilla.
- la cena está lista, señores -. Habló acercándose Kelly.
- gracias, Kelly, iremos enseguida -. Dije para dejar mi abrigo en el perchero e ir. Jung agarró a George en sus brazos y nos dirigimos al comedor.

Los platos ya se encontraban en la mesa, como en cada cena.
- hijo, ¿qué te parece si vamos de viaje? -. Preguntó Jung, echándose un trozo de carne en la boca.
- ¿de viaje? -. Pensó George. - ¡increíble!, ¡quiero ir!, ¡quiero ir! -. Decía emocionado. - ¿dónde iremos? -. Preguntó curioso.
- un viaje por Europa, como siempre ha querido mamá, ¿qué te parece? -. Se aclaró la garganta.
- ¿y cuando? -. Preguntó el niño.
- no lo sé, bebé -. Contesté yo limpiándole la boquita con la servilleta.
- podríamos ir la próxima semana -. Habló Jung.
- ¿tan pronto? -. Lo miré. - ¿se pueden conseguir boletos tan pronto? -.
- claro, cariño, ¿vives en el período mesozoico? -. Rió.
- ¿me estás llamando vieja? -. Pregunté ofendida.
- no, no -. Intentaba calmar la situación.
- te recuerdo que tu eres el viejo aquí, eres mayor por cuatro años, anciano, tienes treinta y tres -. Reproché.
- ¡viejo!, ¡viejo! -. Se burló George.
- no soy tan viejo, y tampoco te dije vieja a ti, cariño, solo te decía que te renovaras un poco, los boletos pueden comprarse perfectamente -.
- bueno, perdón por interpretar mal las cosas -. Me encogí de hombros.
- tranquila, ___________ -. Rió Jung.
- bueno, entonces, ¿vamos la próxima semana? -. Pregunté interesada.
- claro, a menos de que tu no quieras -.
- claro que quiero -. Le miré con un puchero.
- eres tan tierna, pequeña -. A pesar de que sé que no me veo tan joven como cuando solía tener veintitrés, aún tengo mis encantos.
Ahora tenía una familia, realmente lo que pasó anteriormente en mi vida, aún penetra en mi alma, pero no hay nada que pueda hacer, Milo debe odiarme, aunque tengo un hijo de el y el ni siquiera está enterado; pero pienso, sea quién sea quién haya engendrado a George debe saber que su verdadero padre es Jung.

- Kelly, ¿puedes cepillarle los dientes al pequeño George? -. Pregunté a la mucama, con la cual había alcanzado cierta amistad, pero no tan cercana.
- claro, señora -.
- no, mami, yo puedo solito -. Habló George.
- pero Kelly te ayudará, cariño, debes agradecerle, luego iremos para cantarte -. Le dije y le deposité un beso en la frente.
- bien, mami -. Kelly tomó su mano y se dirigieron al tocador de arriba.
- bueno, cariño, nosotros también debemos cepillarnos los dientes -. Hablé a Jung.
- bien -. Se levantó de su silla y fue tras de mi al tocador de nuestra habitación.

Allí nos cepillamos los dientes y nos dirigimos a la habitación de George, el estaba arropado y con su pijama de naves espaciales.
- gracias, Kelly -. Habló Jung.
- no es nada, señores, con su permiso, me retiro -. Salió por la puerta.

Allí estuvimos cantándole al pequeño George, me sentía tan agradecida por tener un hijo tan lindo y tan perfecto como el, y también agradecida de Jung que nos había ayudado tanto, creo que puedo ser feliz otra vez.

Extraordinary [Milo Manheim y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora