Capítulo 26

7.2K 508 156
                                    

Han estado besándose por varios minutos en aquel pasillo del palacio, donde afortunadamente no han pasado personas importunando. El silencio y la paz han perdurado.

Algo muy extraño y más en aquel palacio donde habita toda una familia real, con excepciones de algunos hijos.

—Abdel...—Ágata coloca las palmas de sus manos sobre su pecho e intenta empujarlo, no obstante él la pega más a su cuerpo, robándole más besos en medio de aquella palabra —, para...pueden...—no la deja coordinar palabra alguna de manera bien —, puede venir su majestad.

Abdel deja su cabeza en el delgado hombro. Su frente se restriega contra esa parte de su cuerpo. Su nariz va a su cuello inevitablemente.

—Ahg...—deja salir por lo bajo.

Una sonrisa de vitorea se dibuja en el rostro de Ágata. Aunque el príncipe lo niegue, ella y él saben perfectamente bien el efecto que tiene sobre su persona. No es indiferente, al contrario, el príncipe parece no saciarse de ella ni en los besos que perduran por largos minutos.

—Cálmate —levanta su cabeza y lo observa, es algo tan difícil para ella mirarlo y no mostrarle lo que realmente su presencia le produce, sin embargo se prometió a sí misma que no le afectará y no debe dejar que pase, la destruiría y sus pedazos quedarían esparcidos. Es mejor que ambos continúen juntos por lo que sea que los haya llevado a casarse, no por nada más.

Ágata y Abdel, ambos saben que no quieren tener que depender de otra persona.

—Trataré de regresar pronto, tenemos una luna de miel que culminar —afirma nuevamente y reiterando lo que había dicho minutos antes.

Ágata da un paso en sus altos tacones, aún así no logra estar a su altura.

Toma las solapas de gabardina entre sus manos y finge arreglarlas, sólo es un truco de seducción. Al estar cerca sus labios quedan a escasos centímetros de los del príncipe que mantiene su cabeza baja admirándola.

—Creo que para ti esa luna de miel no terminará nunca.

Lo toma por sorpresa que lo haya deducido tan rápidamente. Quizás está siendo demasiado obvio, pero, ¿cómo esconder el deseo por quién te lo despierta? En su situación es algo imposible, lo haría si se tratase de cualquier mujer, pero ella no es cualquiera, ella es su esposa, su mujer de ahora en más, una mujer diferente al resto de la multitud que ha conocido. No tiene porqué reunir de eso.

Solo debe hacerlo de los sentimientos que pueden darse si lleva más allá el placer carnal que siente hacia ella. Es solo eso y gratitud.

—Si así fuese, no hay ningún problema, eres mi mujer.

Su respuesta es escueza en cada letra. Ágata se mantiene inexpresiva sin mostrar que le afecta que sea tan carente de emociones.

—Se nos hace tarde, debo llevar a mis padres al aeropuerto —cambia de tema, alejándose nuevamente.

El príncipe quisiera retenerla, su calor lo extraña, tenerla lejos es frío para su cuerpo. No hace caso a ninguna de las emociones que lo conmueven a hacer algo que resiste en sobremanera y la deja ir, escuchando solo el resonar de sus tacones cuando ella se aleja con unos cuantos pasos más.

—Antes que todo, iré a ver a Aisha, desea verme antes de mi partida.

Ágata solo asiente sin articular o gestar nada más.

Ambos se alejan con rumbos distintos, se encontrarán de nuevo físicamente, no obstante, hay algo que ellos tratan de ignorar, que nunca se alejará, aún después de la muerte.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora