Capítulo 21

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Hace exactamente dos horas que había tenido el encuentro con la persona que la ayudará a parar la boda y no hay noticias, lo que desespera a la princesa Yashira. Ya todo está listo, los pasillos del palacio están preparados, hay fotógrafos y personas encargadas de todo para que nada salga mal. Todo está tan perfecto como nunca estuvo su boda, la cual ni se asemeja en gastos a la que el príncipe ha preparado para aquella peste que ha llegado de entrometida a su vida para querer quitarle lo que es suyo y de ninguna otra. Pasará de la misma forma que pasó con las primas que el mismo jeque llamaba de otros estados para querer metérsela por los ojos al príncipe. Sin embargo en aquellas ocasiones que se repetían con frecuencia, Abdel nunca demostró interés por querer casarse nuevamente, hasta que claro está, llegó esta occidental. La destruiría como las otras.

Se pasea de lado a lado, esperando esa llamada. Está hasta vestida para la boda de la mugrosa esa que no se llevará a cabo al menos de que la persona que mando a hacer el trabajo no lo haya hecho o haya sido descubierto.

Esma hizo un excelente trabajo en sacar información a los empleados del palacio que se encargan de atender a la vez a la mugre y peste que es esa occidental con nombre de piedra preciosa, ni siquiera es un nombre árabe. Es una vergüenza que sea prometida de su marido y que el jeque haya aceptado aquello.

—Esma —llama a la chica que termina de organizar sus joyas luego de ayudarla a ponerse la que combina con su vestido.

—Si princesa —la chica mantiene la cabeza baja en señal de respeto.

— ¿Mi esposo? —se observa en el espejo y está hermosa, ella es hermosa, sin embargo el que alguien tan hermosa o mucho más que ella haya llegado al palacio y más a la vida de Abdel, mantiene su autoestima en la cuerda floja.

—Su alteza está en el salón de invitados junto a su majestad, la jequesa y primera esposa y las otras jequesas, más los príncipes y princesa, toda la familia real está ahí —responde Esma.

Yashira se gira dándole el frente y el móvil en su mano lo ve cada cinco segundos.

—Eso lo sé, Esma. Me refiero a si has escuchado algo, algo que tenga que ver con que la occidental no aparezca, se ha retrasado unos cuantos minutos ya.

—Pues, según sé su alteza hasta ahora solo se ha preguntado porque no le han avisado si el carro de la novia no viene entrando.

Aquello no le sirve nada de a la princesa, porque realmente quiere ver todo hecho un caos, que llegue a los oídos de las personas y el murmullo empiece, de aquel modo Abdel se desesperará y puede que cuando vea que tarde, no quiera saber más nada de ella y cancele la boda.

— ¡Eso no me sirve de nada! —grita en un ataque de ansiedad —. ¡Lárgate!

Esma tiembla y se marcha de la habitación cuando la princesa tiene la intención de volverle a gritar.

Camina de lado a lado cuando está sola por la habitación, los nervios le carcomen, nada le puede salir mal.

El móvil suena y al primer timbre del número desconocido la princesa toma la llama.

— ¿Qué has hecho? ¿Ya saliste del lugar? —susurra bajo, acercándose a la puerta para escuchar y ver si alguien viene.

—Todo está hecho como lo pidió princesa, solo espero que usted también cumpla con su parte y no falle, de lo contrario...—la voz femenina se escucha amenazante, de fondo las olas del mar.

—A mi no me amenaces —le advierte la princesa —. No olvides quién soy —recuerda su posición actual —. Pero ya eso no viene al caso. Buen trabajo. Ahora desaparece de la ciudad, el dinero está en tu cuenta. Yo nunca te he visto en mi vida.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora