Extra 1: La sala de cine +18

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Simples palabras, a simple escuchar, sin embargo son lo suficientemente fogosas para calentar hasta el hielo versión humana más estable.

Lo ha calentado lo ha hecho, ella sabe como encenderlo, los años solo han hecho que cree tanta dependencia de ella, no se oculta con su bella española, por tal razón Ágata lo descifra de forma inmediata.

— ¿Tienes ideas del dolor que tengo en las bolas? —inquiere el jeque.

Las piernas de Ágata alrededor de sus caderas, las tenues luces de las lámparas no son suficientes para alumbrar tan grande sala.

El morbo de verse envueltos en aquella oscuridad con luz solo da como producto una excitación absoluta.

Tienen siete hijos, responsabilidad es de estados, viajes muy seguidos y cuentas que sacar cada día.

Ser parte de un gabinete de estado no es fácil, el tiempo se les reduce entre el trabajo y responsabilidades como padres que pocas veces pueden disfrutar de un momento a solas, de un momento erótico, candente, salir de la monotonía de lo que es él sexo tradicional, adentrándose en ese deje de perversidad que tanto les gusta compartir y si bien es cierto que el sexo es todo un placer, también lo es hacerlo distinto, en ocasiones se hace el amor, otras se tiene sexo y las otras simplemente se es brutal, tal cual te dejas llevar.

—Me gusta causártelo —responde con picardía la jequesa.

Busca con sus delgadas manos desprenderlo de las prendas que ocultan su pecho fuerte, ese que le gusta marcar.

Da un Respingo al sentir su mano pasearse de nalga a nalga, para dejarla caer sobre su blanda carne. Pegarse a la textura del jean con la ropa interior translúcida, el centro húmedo por la excitación, el aire y frío, es una fricción deliciosa.

— ¿Estás dispuesta a un cumplir una de mis fantasías, habibi? —pregunta, pero sus caricias la nublan.

Un dedo perezoso se cuela entre la prenda de encaje, empapándose al instante de los fluidos de su mujer.

Tan caliente y suave como siempre.

Ágata tira de si camisa lo deja descubierto de la cintura para arriba.

—Sí, jeque —tira del labio inferior masculino.

Abdel no la deja respirar embistiendo su boca con su lengua, empujando buscando la suya para fundirse en una pelea en donde no habrá un ganador. Tres de sus dedos bombeando en su interior con fuerza.

Se dejan caer en el primer asiento que encuentran.

Ella sobre él, tomando el dominio de la situación.

Rompe el beso, es ella quien se encarga de besar su cuello, jugar con su oreja mientras su mano pequeña sobre la tela se encarga de bajar y subir sobre su miembro erecto.

—Hoy quiero follarte habibi, quiero cogerte y no seré dulce.

Instintivamente Ágata trata de cerrar las piernas ante la oleada de placer que la arrolla, sin embargo sus piernas están a cada lado, dejándola expuesta y unos dedos expertos explorando su interior con tanta rapidez que se le nubla la vista.

Se concentra en tomar las tetillas varoniles de Abdel que gime tal cual gime ella, están locos el uno por oteo. Es una pasión que no se apaga y así experimenten las mil y unas posturas, nunca se apagará.

Ágata se pega tal cual bebé, tal cual helado o postre está chupando.

Su lengua las humedece y un Abdel perdido solo puede hacerla venir en un grito contra la palma de su mano.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora