Capítulo 28

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Las observa alternativamente a cada una. Sus rostros pálidos, la forma en las que sus bocas tiemblan y sus dedos no dejan retorcerse entre sí.

—Hice una pregunta —alza su voz.

Balbucea una y balbucea la otra. Su mirada oscura pasa de cada rostro, analizando más profundamente.

—No la hemos visto, alteza —responde Yashira antes que todas.

No le cree y no le a creer a nadie.

— ¿Y eso porqué? —lanza una nueva pregunta.

—No...No lo sé —responde su esposa.

Verla mirar a las otras solo intensifica sus sospechas.

—Me pregunto, ¿por qué esta mañana dijiste que Ágata no deseaba bajar y ahora dices que no sabes? —alza una oscura ceja y se mantiene lo más controlado que puede. La ha agarrado en una mentira y odia las mentiras.

Justo en ese momento, Jamal y Aisha hacen acto de presencia.

— ¿Qué sucede aquí? —el hijo mayor de Aisha pregunta cuando ve las tazas rotas y a todas lo suficientemente nerviosas para no levantarse y hacerle reverencia como corresponde. Es hijo del jeque y por lo tanto su palabra está por encima.

—Por lo visto ya llegó a quien tendrán que darle explicaciones de por qué andan todas tan misteriosas —Aisha quita la túnica que lleva encima y deja su bolso a un lado.

El silencio sigue en la sala.

—Será que nadie piensa contestarme —ironiza el príncipe —. Tendré que hacerlo yo por ustedes —las señala a cada una.

—Su alteza...—intenta hablar nuevamente la primera esposa de Abdel.

— ¡Silencio Yashira! —no grita, pero su voz es filosa —. No responden porque han estado mintiendo y tú en vez de estar con los niños, te has pasado todo el maldito día en chisme —su voz es dura, sin réplica y titubeo. Por dentro de él nieva el fuego de un dragón.

—Fuiste tú Aisha, anduviste de chismosa y lengua larga —de momento la princesa está en pie y se dirige rápidamente a ella.

—Quédate dónde estás Yashira —ordena Abdel deteniéndola de golpe —. Pídele disculpas a Aisha —exige.

—Pero...—balbucea.

—Te di una orden —le recuerda.

—Hijo, por favor, no es la forma, ella es tu primera esposa —le recuerda Suhaila la posición de Yashira.

—Madre —la mirada más dura es dirigida a la jequesa Suhaila —. Ya le he dejado más que claro que en los asuntos con mis esposas, no se meta.

Suhaila se levanta indignada.

—Soy tu madre —la indignación en su voz es pura —. Debes respetarme como tal y además no deberías hablarle a tu esposa de este modo por alguien como Aisha.

Jamal pierde los estribos.

—Cuide como le habla a mi madre Jequesa —la forma en que le habla Jamal la deja a todas estupefactas —. Durante años he visto como tratan a mi madre —las señala a todas —. Me he mantenido al margen por respeto hacia cada una de ustedes, sin embargo mi paciencia tiene un límite. Tengo veinte y siete años y soy un príncipe de esta dinastía. Mi madre tiene quién la defienda.

—Jamal...—Aisha toca su hombro. No quiere que su hijo se enfrente a sus madrastras, que él siga en lo suyo y que la deje a ella. Ella ya ha aguantado mucho.

—No madre —niega —. Ya es suficiente de tanto maltrato.

Suhaila muerde su lengua y busca ayuda en Abdel que se ha quedado en silencio.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora