Capítulo 40

7.1K 543 167
                                    

El príncipe no puede creer lo que ha escuchado, simplemente aquello no puede ser real.

—Creo que he escuchado mal —deja salir una risa nerviosa.

Como puede Ágata cruza los brazos sobre su pecho sin que la intravenosa la lastime, su cara tiene la mayor seriedad.

—Escuchaste bien —afirma.

El príncipe niega y pasa la mano sobre su cabello.

—Haré de cuenta que no escuché nada —mira en su dirección y alza ambas cejad, posteriormente se gira para marcharse.

—Estoy hablando en serio —Ágata eleva un poco las cejas —. No volveré a ese palacio —reafirma con voz contundente.

El príncipe resopla y se gira con los músculos tensos.

—Tú no irás a ninguna otra parte que no sea el palacio —refuta contundente.

Ágata alza la barbilla.

—No iré y es mi última palabra Abdel —sus ojos se vuelven acuoso —. No volveré a donde yo no soy bien recibida —aclara —, y si yo no lo soy, mucho menos lo será mi hijo.

—Nuestro hijo —aclara —. Es nuestro no olvides eso, ese bebé que llevas dentro es parte de la dinastía y le pese a quien le pese, debe ser aceptado.

Ágata deja salir una risa amarga. Ella no volverá a ese palacio si Abdel no actúa como ella quiere, se ha cansado de todo y de todos.

— ¿Crees que eso les importa a todos los que quiere dañarme? —inquiere —. ¿Lo crees?

Abdel mira hacia un lado, la mente le está trabajando muy rápido.

—No digas cosas sin saber Ágata —la riñe. Sin embargo en el fondo Abdel, él mismo sabe que ella tiene razón más no puede aceptarlo sin pruebas.

Ágata se aguanta las lágrimas, cuando te das cuenta que estás embarazada inmediatamente un mecanismo dentro de ti, se pone sensible.

—Lo sabes y aún así te atreves a negarlo —el nudo en la garganta está presente y se escucha cuando habla que está a punto de derramar lágrimas contenidas —. Sé que solo soy tu esposa, nada más, ni siquiera estoy en tu corazón, porque solo soy un cuerpo que deseas, quien lleva a tu bebé, pero, ¡Merezco más que sufrimiento Abdel! ¡Llevo tu hijo conmigo!

El llanto estalla con aquellas palabras, por más que ella busque un objetivo, su seriedad, su frialdad la lástima aunque trata de ocultarlo.

—¡No digas y tampoco afirmes lo que no sabes! —le está gritando Abdel, sus palabras le calaron duro —. ¡Ni tu, ni nadie saben lo que significas para mí!

Sus palabras por algo le han dolido, le han calado tan hondo que una grieta en su pecho se ha hecho. Ella no puede decir eso si no sabe nada de lo que él siente.

—No digo más de lo que veo, Abdel —la primera lágrima rueda por su bello rostro —. No digo más de lo que siento, de lo que me hacen. Ya me harté.

Ella tal vez está cansada, pero no está harta, no pondrán con ella y se los demostrará a todos, ella hará lo que sea para proteger a su bebé.

—No puedes irte —se niega el príncipe. Da pasos atrás alejando en dirección a la puerta —. Llevas un príncipe o una princesa en tu vientre, miembro de la dinastía, es algo que no puedes pasar por alto y marcharte, ese bebé te ata al palacio —la señala y busca la vaga esperanza en sus palabras para que se quede.

Las lágrimas siguen bajando por su rostro.

—Bien lo dijiste —llama su atención nuevamente. Ambos se miran a la cara, dolor, decisión —. Está en mi vientre y yo decido entonces sobre los dos —hay solo seriedad en sus palabras.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora