La Occidental ©

Capítulo 15

Los rostros totalmente exánimes de sus padres la dejan sin saber qué más decir, ellos están en un absoluto silencio desde hace varios minutos que solo logran que su estado de nervios vuelva a ella y empeore el remordimiento que hay en su pecho, no quería mentirles, nunca fue su intención, pero tampoco tenía la opción de decirles la verdad, los conoce lo suficientemente bien, como las palmas de sus manos y ella perfectamente sabe que si se las dice, ellos no estarán de acuerdo, no permitirán ese matrimonio nuca y entonces todo se fuese por la borda, Abdel se echaría para atrás y dándose cuenta Ágata del carácter y la forma que el príncipe se carga sus problemas empeorarían, los cuales ya han empezado a disminuir.

Probablemente mañana no existirá ni siquiera rastros de sus deudas, no obstante el pago a cambio de eso es el ella convertirse en la segunda esposa del príncipe de Dubái. Todo en la vida tiene un precio.

—Digan algo por favor, no se queden así.

Los mira a ambos de manera alternativa, ellos parecen idos y aquello le pone más nerviosa.

— ¿Por qué ahora hija? —la voz baja de su padre le hace poner toda su atención en el.

La pregunta que tanto temía que formularan, la ha hecho justo su progenitor el señor Pablo.

Mira por unos segundos su anillo y mil cosas pasan por su cabeza que les podría decir, sin embargo ninguna son convincentes y tampoco tiene conjetura algunas. Ellos no son tontos.

—Pues...—abre una y otra vez los labios, de su boca no sale nada coherente y respira para decirle lo primero que le ha llegado a la mente, que Dios la ampare —. No quería aceptar mis sentimientos padre, me negaba rotundamente a aquello y más porque ya el príncipe tiene una esposa. Toda esta situación me hizo cambiar de opinión, necesito a alguien a mi lado, no solo que me apoye económicamente, sino ahí para mí y el momento surgió, toda esta situación me hizo pensar que la vida es corta, incluso me desmaye y él estuvo ahí, la vida es tan corta que en un segundo se puede desvanecer de nuestras manos y si no la disfrutas, te irás sin ningún recuerdo bonito.

Dos lágrimas solitarias bajan en sus mejillas ya rojas, de vergüenza y mortificación, ese malestar que está presente en ella, recordándole a cada segundo las mentiras que ha tenido que decir.

No obstante aquellas mentiras, hay algo más en ella, algo que la mantienen con gran malestar en lo absoluto y es que dentro de todo aquello que ha dicho, no todo es mentira y aunque le cueste admitirlo o reconocerlo, el príncipe ha sido un apoyo para ella, se ha mantenido ahí con ella muy a pesar de que los dos han estado insultando, no pasa un tiempo prudente cuando ya se están atacando.

—Pero pudo ser alguien más hija —objeta su madre.

Cierra los ojos ante el nuevo ataque de objeciones, quiere mandarlos a callar, más son sus padres y no les faltara al respeto de aquella manera. Ellos tienen derecho a saber.

—Mamá —llama su atención y busca su mirada mientras se prepara para otra mentira más —. No quiero atar mi vida a una persona a la que no amo —termina contestando de manera rápida y contundente.

A las lágrimas que con anterioridad habían salido de sus ojos, se le suman otras.

Lo que acaba de negar es justo lo que ella ha hecho, ató su vida a la vida de alguien que no ama y aquello no quiere decir que no sienta nada por el príncipe, porque si, atracción, aquello si lo siente, sintió mil y unas cosas cuando la beso de aquella manera, no pudo evitar electrizarse con ese beso que le supo a pura gloria. Su desmayo fue a base de que no quiere sentir nada por él, no quiere que su corazón caiga en manos de un hombre como Abdel, él no es cualquier hombre, es un príncipe acostumbrado a que todo se haga como él dice, a que las personas bailen al mismo son que él y dejarle su corazón en sus manos sería el final de todo, no sabe porque presiente que él la lastimara y no podrá hacer nada.