Capítulo 64

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Nadie reparó en esa ausencia, el pasillo está absolutamente lleno de todos los familiares presente del fallecido Jeque, menos Mustafá.

Abdel es el primero en reaccionar, saca fuerzas de donde no las tiene para dirigirse con el rostro hinchado, rojo, los ojos irritados de tanto dolor, piensa mil cosas y no es él solo, todos están pensando, ¿Qué pasó para que Mustafá no esté presente? ¿Y si lo mataron también? ¿Él vio al asesino? Únicamente de los presentes quién daría respuestas y no lo hará es Yashira, no es estúpida ni una persona en estabilidad mental cuestionada confesara su crimen.

Ágata sujeta a Alim con fuerza, la mira de esa mujer está sobre su pequeño. Su corazón da un vuelto, la mente le trabaja rápido, todos están tan cegados por el dolor de la pérdida que no han notado muchas cosas y ellas es una de las principales.

Solo esperará que pase el velatorio para poner sus planes en marcha, sabe que tendrá algunos inconvenientes con Abdel, pero nada que no pueda solucionar, prefiere pelear con él a que lo maten, dejándola viuda, sus hijos huérfanos.

Los policías siguen de cerca los pasos de Abdel, las manos en sus respectivas armas por si algún movimiento erróneo les indique cualquier pista o en el caso más probable; que Mustafá pueda estar retenido por el asesino.

—Su majestad, no es correcto que vaya al frente —lo detiene el detective —. Puede tratarse de una trampa.

—Es mi hermano señor oficial —lo detiene, importándole poco lo que han dicho hace apenas unos instantes, toma la manija de la puerta y la abre de par en par para ingresar sin temor alguno —. ¡Mustafá! —lo llama a gritos apenas entra, un cuerpo tendido sobre la gran y mullida cama los recibe a todos; posición fetal, cuerpo tembloroso, manos tapando sus oídos, los ojos fuertemente apretados dando la impresión de que trata de olvidar algo, se mese de adelante hacia atrás — ¡Mustafá!

Abdel, Jamal, Akram, sus otros hermanos, se lanza con premura a él. Levantan su cuerpo, está frío, tiembla, suda, no habla, lágrimas gruesas se deslizan por sus mejillas, su aspecto es de alguien tan roto que no tiene recuperación, parece que él está sufriendo más que todos.

—Tío —Akram golpea su cara —. ¡Tío Mustafá! —grita en su cara, trata de que reaccione, de que diga algo, no obtienen nada.

Su ropa está desalineada, es como si hace apenas instantes haya tenido algún encuentro, su esposa está en una esquina, unos de sus tíos, Selim, la sostiene.

—Parece que se asfixiara —señala Jamal su respiración erradica, busca aire con rapidez.

Abdel toma la camisa y la desgarra para que su pecho tenga acceso al aire acondicionado mucho mejor.

Hay rasguños en su pecho, Abdel los ve y entrecierra los ojos, primero que todo parece que hubo alguna intimidad activa entre su esposa y él, pero esos parecen muy recientes.

—Su alteza Mustafá, soy el detective Giray, ¿Puede usted escucharme?

No obtiene nada, Mustafá no es consciente de nada.

—Mustafá, mírame —pide Abdel, no lo hace.

Akram gira su rostro, para que quede fijo hacia el suyo, los ojos de su tío por más que queden justo en los de él no parecen mirarlo, están vacíos, ido, es como una persona ciego, sin memoria alguna.

—Mi hermano no está bien detective —concluye Jamal —. Está en estado de shock —señala al susodicho con la voz y expresiones de su rostro roto. Nada está bien.

—Es evidente alteza, lo que me lleva a concluir que su alteza Mustafá vio más allá que cualquier otra persona —los latidos del corazón de Yashira aumentan —. Ha sido clave que el pequeño príncipe hablara, lo más probable es que su hermano es la clave y detonante para este asesinato.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora