Capítulo 33

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Había dormido plácidamente entre los brazos del príncipe, su pecho le había servido de almohada para que su sueño sea conciliador, la arropó con sus brazos y en toda la noche no la soltó, pero como era de esperarse cuando sus ojos se abrieron a las ocho y media de la mañana ya el príncipe no estaba a su lado. No le agradó el no verlo, pero rápidamente se recompuso, él tiene deberes que cumplir y no se puede pasar todo el día con ella.

La enfermera en cuanto se despertó estuvo ahí y la ayudó a bañarse, peinarse no puede debido a la herida que está en su cabeza no se lo permite. Le trajeron el desayuno y posteriormente sus medicamentos. En cuanto estuvo medicada la enfermera se retiró y la dejó sola sin poder hacer nada y mucho menos sin tener nada que hacer.

A eso de las diez de la mañana, alguien tocó su puerta y en cuanto le dio la autorización a pasar, entro una de las chicas del servicio con una caja, la cual dijo que venía de parte del príncipe para ella; la aceptó y la chica se marchó en cuanto se la entregó en sus manos.

Había destapado con un poco de ansiedad la misma y no podía creer lo que tenía dentro. Un iPhone x había dentro, último modelo, una belleza que llegó equipado con todo lo que un móvil necesita. Sin duda alguna Abdel cada día está más al pendiente de sus necesidades y su corazón está en la cuerda floja de que esos detalles lo lleven a sentir más que gratitud y cariño.

El móvil le sirvió a Ágata para distraerse, ver, buscar. Sus redes sociales antiguas habían sido eliminadas, más en su cuenta de google conserva sus contactos, los cuales recupera y actualiza la aplicación de WhatsApp, recuperando la copia de seguridad y sustituyendo su antiguo número por el nuevo, su antiguo celular se lo daría a alguien que lo necesite.

Está tan sumida contestando unos de los tantos chata que hay en su WhatsApp que no se da cuenta que María está frente a ella.

- ¡Ágata! -María la llama con toda la intención de asustarla.

El móvil casi cae, sino estuviese sobre la cama, sería pedazos en estos momentos, su mano va a su pecho y sus ojos están cerrados mientras respira consecutivamente para tratar de bajar la adrenalina y el mayor cardíaco de su corazón.

- ¡Por Dios María! ¡Casi me matas de un susto! -la regaña cortándole los ojos como muestra de enfado.

María hace una mueca.

-Pensé que te daría alegría verme -solloza fingidamente -. Pero ya veo que no es así, heriste mis sentimientos -se hace la ofendida y su actuación es casi creíble, si Ágata no la conociera.

-Si no te conociera, realmente me harías sentir mal -la acusa con su dedo -. Eres una tonta -intenta cruzar sus brazos para darle credibilidad a sus palabras, pero no lo logra por las costillas. Emite un quejido y en segundos tiene a María a su lado.

-Ya deja de moverte -su tristeza no es fingida cuando la ve -. Quiero agarrar y darle una paliza a la chiva esa, romper cada hueso de su estúpido y moreno cuerpo -sus cejas están fruncidas y sus labios apretados en una sola línea.

-Calma María, no harás nada de eso -le ordena con voz dura -. No nos ensuciaremos las manos con ella. Tengo algo entre manos que serán más duro para ella que golpes. Ahora dame un abrazo y luego tú y yo pondremos todo en marcha.

María sonríe maliciosamente y se acerca a abrazar a Ágata y besa su mejilla.

-Me asuste mucho cuando te vi moribunda entre los brazos de tu príncipe.

La melancolía y nostalgia en su voz es más que suficiente para saber lo mal que la pasó María por todo eso. También le agrada que diga que es su príncipe.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora