Capítulo 46

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Afortunadamente el pequeño príncipe Ahmed Al Husayni no ha sufrido ningún ataque durante la noche, descansa tranquilo con la observación de los médicos todo el tiempo sobre él.

Para Ágata fue más que difícil tener que dejarlo solo, ahí, dentro de esa cosa de cristal, ansía con todas sus fuerzas sacarlo de ahí, poder cargarlo entre sus brazos, sentir su pequeño y frágil cuerpo, ese delicado aroma a bebé que impregna su piel, darle pecho, sujetarlo contra su pecho y protegerlo con su vida.

Ciertamente ella se encuentra débil, pero las pintas de sangre que le había pasado segundo le contó el príncipe en las horas que estuvo inconsciente, ha sido una gran ayuda para ella desde luego y no sólo aquello, sino tenerlo ahí con ella, a él, a su bello y hermoso príncipe, parece agotado, abatido, tiene unas pronunciadas ojeras bajo sus ojos, ninguno ha dormido y ya son entradas las cuatro de la mañana.

—Debes dormir habibi, has hecho un gran esfuerzo para dar a luz y la pérdida de sangre que ha sufrido no te ayuda, además estás en dolor —su voz ronca se escucha a su costado izquierdo y gira a mirarlo, él tiene la vista en el techo, parece pensativo.

—No hay dolor que supere al que siento al ver a nuestro pequeño príncipe Ahmed en esa cosa —inevitable mente su voz se apaga y el nudo del dolor que solo una madre puede llegar a sentir se instala en su pecho.

Abdel se levanta del incómodo sofá negra en el que ha permanecido desde que regresaron de estar con Ahmed, ya largas hora de ellas. Ni siquiera ha comido con la angustia y el estrés que le genera aquella situación. Quiere a su pequeño príncipe sano y protegido,, eso le devolverá la felicidad por completo, porque ya su corazón de padre está rebosante de alegría al tenerlo en su vida y un hijo de su amada y no es que ame menos a sus otros hijos, claro que no, los ama igual, por cada uno daría su vida, sin embargo, al verlo así, pequeño e indefenso, le remueve las entrañas, el estómago se le encoge en un nudo apretado y su pecho está encerrado en una cárcel. Cuando Ahmed esté totalmente bien y libre de peligro, no solo él será feliz por completo, sino su amada joya preciosa que en sus ojos se va el más ferviente dolor.

—Escucha habibi, nuestro pequeño es un pequeño solo de tamaño y edad, pero ya por el estar ahí —señala la puerta refiriéndose a cuidados intensivos, se acerca para sentarse a su lado y tomar su mano entrelazándolas, demostrándole con cada acto que ella no está sola —, él ya es un gran guerrero, un vencedor. Pensé que no lo lograría, pero nuestro bebé respiro habibi y él lo hizo porque es fuerte y nada de eso lo vencerá.

Ágata estalla en llanto. El príncipe Abdel sube a la cama para abrazarla contra su pecho.

—Mi mundo se vino abajo cuando escuché lo que dijo la doctora, mi corazón se paralizó, mi hijo, nuestro hijo ha sido tan amado y deseado desde que cayó en mi vientre, imaginaba cada día de mi embarazo su carita y nada se conforma con verla ahora, él simplemente es perfecto y no deseo que mi bebé sufra, que no le pase nada —las lágrimas son interminables, el llanto desgarrador, el llanto de una madre que ama más ese pequeño pedazo de su ser que a ella misma, da cada cosa de sí por él.

Para Ágata cada momento de desesperación que tuvo, al sentir la sangre bajando por entre sus piernas, el esfuerzo por no morir de dolor al sentir que su pequeño se desprendía de su vientre, que luego no respiraba, fue arrancarle el corazón, el alma, el peor dolor que hay, perder o creer que perdiste a tu hijo.

—No le pasará nada, es nuestro pequeño guerrero, él es fuerte, tiene que serlo. Ya verás que solo le colocan las vacunas poco a poco para madurarle los pulmones y esperaremos a que complete su tiempo, para llevarlo a casa y amarlo a libertad.

Libertad, la palabra que más teme, por más que Ágata no haya intentado darle mente a lo que su cabeza ha rondado sobre qué pudo pasar para que todo se complicara en las últimas semanas de su embarazo si ella se cuidaba en perfectas condiciones, alimentación sana y saludable, nada de esfuerzo ni trabajo, sus medicamentos al pie de la letra, ellos siempre estaban con ella, las vacunas de ella y del bebé siempre ahí, ¿Entonces cuál fue la causa y el error? Algo no está bien y por lo tanto no dejará a su hijo tener libertades con nadie que no sea de su entera confianza, se volverá sobre protectora en todos los sentidos posibles. Ahmed tiene muchos enemigos y los principales sin que nadie bien lo haya notado son su hermano y la madrastra, Yashira.

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