Le duele, le duele tanto el pecho, el corazón, siente que se asfixia al no poder inhalar el oxígeno, no llega a sus pulmones.
Cada paso para alejarse de ese palacio es dejar el alma ahí dentro, no puede borrar el llanto de su pequeño Ahmed cuando se lo arrebataron, la manera en la que el hombre que dice amarla la humilló delante de todos, sin darle chance a defenderse, a decirle la verdad, él no le dio oportunidad, simplemente la juzgó e hizo el juicio.
Avanza hacia su auto a tropezones, le cuesta hasta caminar, le cuesta vivir, dejar a Ahmed es dejar su vida.
Se recrimina mentalmente al decir aquello, ella volverá, lo hará y no tendría piedad de nadie, además está segura que lleva en su vientre otra vida, otra vida por la que debe ser aún más fuerte.
Escucha pasos tras suyos cuando logra incorporarse y seguir su camino para manejar a las afueras de la ciudad.
Se gira y se vuelve a ver a Kemal.
— ¿Qué crees que haces? —pregunta Ágata despectiva, su tono de voz es ronco, roto y autoritario.
—Disculpe su alteza, es mi deber acompañarla, son ordenes —responde el fiel hombre con la cabeza gacha.
Ágata ríe histérica, sin una pizca de humor en esa risa.
—Si tu jefe teme que huya, no tiene nada de qué preocuparse, jamás me iría sin mi hijo. Ahora déjame sola.
Abre la puerta del auto y lanza su bolso dentro con aquel papel.
—Alteza por favor, si entro ahí dentro la furia del príncipe caerá sobre mí —argumenta el hombre —. Además es mi deber protegerla su alteza.
Ágata se detiene cuando va a entrar al auto.
—Kemal, te estoy dando una orden —le aclara sin dar réplicas —. A tu jefe no le importa lo que me pase, ahora vuelve a tu puesto y no me hagas descargara mi ira contra ti.
Se adentra en el auto y prende el motor para salir a una alta velocidad de ese palacio.
Introduce la dirección en el GPS, ni siquiera tomo topa alguna, ya se las arreglará.
Coloca el cinturón de seguridad cuando para en un semáforo. Al levantar la cabeza ve sobre el asiento el papel por el que ahora está lejos de su hijo.
Toma el documento en manos y lo levanta a la altura de su cara, lee y lee en cuanto tiene tiempo para hacerlo, esperando a que el semáforo cambie. Ve la firma y por eso es que Abdel sospechó más y la acusó sin darle réplica. Busca achinando los ojos.
Los pitidos de los autos la hacen arrancar y tirar el documento al asiento.
—Ahí va el fallo, demostraré que fue falsificada, buscaré el culpable, quién se la facilitó y entonces, regresaré a ese palacio, a mi palacio, todos van a temblar bajo tus pasos Ágata y Abdel Al Husayni, besará el suelo por donde pises.
Es una promesa, ella volverá y más de uno pagará.
Le toma alrededor de una hora y media para llegar debido al tráfico.
La casa es más hermosa de lo que en foto se ve. La fachada es de un blanco hueso y estilo castillo, de dos palabras y lo suficientemente grande, es más grande que su casa en España, más la situación no le permite disfrutar de la vista, de dar tours por la casa, solo desea que esa pesadilla pronto acabe y que ella pueda volver a estar con su hijo. Su pequeño Ahmed, que necesita de ella, de su pecho para alimentarse, no le gusta que le den leche de fórmulas o entera, la leche materna es sumamente importante para el desarrollo de un bebé.
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La Occidental ©
Acak"Vive cada día, cada cosa que te depara un día, porque no sabes ese día, que te va a esperar el día de mañana"._MMF Diferentes entre multitudes y la joya más preciada para su alteza. DE MI AUTORÍA. NO COPIAR.