Capítulo 18

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No se ha movido de su lugar, observa todo a su alrededor, como el clima, el calor, las personas son diferentes, incluso en algunas personas las vestimentas son diferentes a la que está acostumbrada a usar. Arquea una ceja ante la imagen que a su cabeza llega, al imaginarse ella en una vestimenta parecida.

Mejor no pensar en eso en ese momento, ya habrá chance y tiempo suficiente para ello.

—Hija, debemos irnos, el tiempo lo tenemos encima.

Su madre la trae a la realidad, una realidad un tanto dura y que ve difícil, sin embargo, luchará, sabe que necesita hacerlo para vencer sus temores y que estos no les ganen.

Su mirada va de un lugar a otro, ve que nadie mira para allá y es que están en la parte privada del aeropuerto, al parecer uno personal de la familia real. Es de imaginárselo así, la familia real de Dubái, no tomaría un avión comercial.

Su mirada se encuentra con la de Abdel que brilla, no sabe si es por los pocos rayos de sol que da a su rostro o si realmente es por otra cosa.

Camina a pasos sigilosos y mirando todo con curiosidad a su alrededor, hasta llegar a una limusina donde la puerta trasera espera abierta para ella, esta vez no por su prometido que se ha mantenido lo más alejado posible de su persona, sino, por su mano derecha Kemal.

Ingresa junto a su familia y amiga al auto y su prometido como es de esperarse y para aguardar las apariencias a su lado.

— ¿A dónde vamos? —pregunta Ágata apenas la limusina empieza su recorrido, siente el suave movimiento que hace.

Intenta alejar su mano cuando el príncipe la entrelaza con la suya, es obvio que no lo logra, él tiene el doble de fuerza. Le enoja que se pase todo un vuelo alejado y con la vista fija en una bendito aparato electrónico que en ella y ahora quiera guardar las apariencias, que suerte tiene él de que sus padres no estén al pendiente, sino criticaron su mala acción.

—Se alojarán hasta el cuarto y último día de la boda fuera del palacio —responde sin dar más detalle.

Ágata se gira a mirarlo y lo escrutan con la mirada.

—Me lo imagine, pero no me está diciendo dónde.

El príncipe cierra los ojos un momento, aquella mujer es sumamente insistente.

—Habibi —la llama por el apelativo cariñoso que sabe que le molesta, le divierte molestarla —. No seas impaciente, te llevaré a ti y a tu familia a un lugar seguro y que se que amarás.

—Eso espero —responde muy bajo para que sólo lo escuchen ellos dos y con soberbia para liego girarse a mirar a María que disfruta de las vistas que le ofrece Dubái.

Ágata decide hacer lo mismo.

La carreteras de Dubái son hermosas, el mar rodea a muchas, lo verde del pasto y bien podado, las calles sumamente limpias y la arquitectura de la ciudad es de lo más linda que alguna vez allá visto. Parece que el país fue fue mandado a diseñar, los arcos, las propias calles, los monumentos que pasan por sus ojos, el que esté rodeado de mar le da un toque tan cálido e iluminado a todo. Los rayos naranjas del sol resaltan muchas cosas y bellas arquitectura.

De momento se ve pensando que nada de aquello es malo, bueno la fachada, porque no sabe que le deparará a partir de hoy la vida. Se ve sonriendo ante todo lo que ve, una sonrisa pura.

El príncipe libera su mano cuando ve que ella sigue el hilo que la lleva a la ventanilla del auto para ver a través de esta todo lo que hay antes sus ojos y por primera vez al ver sus sonrisa sincera y sin preocupaciones, puede sentirse tranquilo y un sentimiento cálido se extiende por su pecho que sonríe sin darse cuenta, sin esperarselo, sin reparar en ello, solo disfrutando de la belleza que su su ojos oscuros tienen frente a él. Se da cuenta de lo que hace y la sonrisa la disimula con su antebrazo y mirando en la ventanilla opuesta, ella no puede afectarle.

La Occidental ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora