Cuando de asuntos de estados se trata, la familia real de Dubái no tiene descanso y para la princesa Ágata ya no es una novedad que su marido el jeque Abdel no esté a las siete de la mañana en la habitación. Pocos son los días en los que se da el descanso de despertar tarde.
Estira los huesos del cuerpo antes de posar los pies sobre la alfombra.
Los murmullos de Anbar llenan la habitación. De sus hijos es la más tranquila, no fue como ninguno, Ahmed solía llorar en cuanto no tenía atención, los mellizos cuando uno dormía el otro se despertaba, Amir inquieto hasta por el ruido, en cambio esa pequeña, puede ella hacer de todo y seguirá tranquila. Adhara, con ella no vivió las primeras estampadas de su vida, sin embargo, desde los cinco años casi seis, ha podido y su princesa es toda amor.
Y Akram, con él las cosas fueron complicadas y aunque el príncipe no la considere su madre, lo entendible, a pesar de que no se llevan tantos años de diferencia, parecen más hermanos que madrastra e hijastros, la relación es buena, trabajan juntos prácticamente, dialogan de ves en cuando. No obstante, todo, el hijo mayor del jeque es muy reservado, incluso callado, a él príncipe Akram no les gusta hablar mucho.
—Mi pequeña —la alza.
Una pequeña sonrisa de escasos dientes que apenas van creciendo, se asoman.
Es una nena preciosa de ojos verdes como ella y el cabello oscuro como su padre, la piel es bronceada, una hermosa morena será.
—¿Tienes hambre? A qué si —frota la nariz con la diminuta de la pequeña princesa —. Vamos a revisar ese pañal primero.
La cambia de ropa y de pañal, tiene que irse a hacerse cargo de los asuntos contables del estado, pero tiene una ventaja, aunque es muy responsable con sus cosas, trabajo y lo que tiene que hacer, ser la esposa del jeque, princesa y madre de seis niños —bueno siete, considera a Akram como un hijo y amigo, es hijo de Abdel y ella ama todo lo que tiene que ver con el jeque —, le da ventaja en muchas cosas y una de esas es darse el tiempo de verlos en la mañana.
Amamanta a Anbar contador cosas, mientras tanto una de las empleadas le lleva el desayuno a la vez que busca el traje previsto para ese día.
Suele usar más pantalones que vestidos y por eso el conjunto a usar es uno de chaqueta y pantalón blanco con tacones rojo.
Las tradiciones se mantienen, más no para la jequesa, lleva años viviendo en los Emiratos Árabes Unidos y solo para cosas religiosas se coloca el velo, como lo dispone el Corán y la cultura musulmana a la cual se convirtió un año más tarde de casarse con Abdel.
Adhara adoptó eso de ella y no va por el palacio o las escuelas usándolos.
Entrega a Anbar con su niñera, bañándose, desayunándose para luego vestirse, aplicar máscara de pestañas, peinarse las cejas, bajé, rubor, contorno, iluminador y un intenso labial rojo con el cabello suelto bastante largo cayendo de la manera más natural posible tras su espalda.
Se mueve a las habitaciones de al lado, los príncipes y princesas están saliendo vestidos para la escuela.
—Madre —se detienen respetuosos a saludarla.
Si hay algo que tienen a pesar de ser traviesos es el respeto que demuestran hacia sus padres y los mayores.
—Mis hermosos y hermosa —solo están los mellizos, el más pequeño y el mayor Ahmed.
Uno por uno van besando la mano de su madre, en lo que ella los besa a ellos ya sea en la manilla o la cabeza.
—Mi chiquito —pellizca las mejillas de Ahmed.
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La Occidental ©
Rastgele"Vive cada día, cada cosa que te depara un día, porque no sabes ese día, que te va a esperar el día de mañana"._MMF Diferentes entre multitudes y la joya más preciada para su alteza. DE MI AUTORÍA. NO COPIAR.