IX

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Al llegar a casa, Connor subió directamente a su habitación, mientras iba desnudándose y tirando toda la ropa por su camino. Reí y dejé mi bolso en la entrada. Habíamos llegado de casa de Itzan, acababamos de terminar el partido, y estábamos sudados. Mi bebé no dejaba de repetir que, según llegar a casa, se ducharía, porque sino se convertiría en un cerdo, y no quería eso.

Al recoger la ropa sucia de Connor y echarla a lavar, fui hacia su cuarto. Él me pidió bañarme con él, y yo acepté. Agarré ropa limpia para mí y entré en su baño, donde ya se encontraba mi hijo desnudo y cantando delante del espejo. –¿Qué cantas bebé? –Pregunté sacándome la camiseta.

–No lo sé, me la estoy inventando. –Rió y negué con la cabeza mientras me deshacía de mis vaqueros. Me acerqué a la bañera y encendí el agua, Connor se acercó a mí y metió la mano. –Está muy fría mamá.

–Espera, hay que regularla. –Dejé que corriera más fría y luego la puse caliente. Una vez llena, ayudé a Connor a entrar, me quité la ropa interior y entré con él, no si antes agarrar algunos juguetes suyos que teníamos guardado en un armario. 

Connor comenzó a jugar con los muñecos de espaldas a mí, mientras yo le lababa el pelo. Me encantaba jugar con él, pues era muy suave. Le aclaré y dejé que jugara un rato más, mientras yo me lavaba el mío.

–¿Sabe qué, gilipollas? ¡Este es mi lugar, y aquí mando yo! –Manejaba a los animales, y recibió una colleja por parte mía. Me miró con un puchero y yo a él con el ceño fruncido. –Mamá, me sale solo. –Profundizó más el puchero.

–Pues que no te salga, o le diré a Papá Noel que has sido malo este año. –Dije mientras le señalaba con un dedo.

–¡No, a Papá Noel no! ¡Mamá, no lo diré más pero no digas nada por favor!

–De acuerdo. –Reí y me levanté. Salí de la bañera una vez estaba limpia y me envolví en una toalla. Le di la mano a Connor y salió tiritando, cogí otra y se la coloqué, lo abracé y besé su cabeza. Salí del cuato y cogí su pijama, pues hoy ya no saldríamos, había sido un día agotador. Cogí unos calzoncillos y entré de nuevo, para encontrarme a Connor peinándose en el espejo. Reí y me acerqué a él, le di la ropa y comencé a vestirme con mi pijama.

El telefonillo sonó, salí corriendo del baño y contesté.

 –Tony, soy Abraham. Ábreme, jodido loco. –Hablaron al otro lado de la línea, haciéndome estremecer. Era Abraham, tanto tiempo evitándolo para nada. Primero la fama y luego esto. Agarré el pomo de la puerta fuerte para no caer, y contesté.

–Lo... L.. Lo siento, se ha.. Confundido. –Intenté tartamudear, pero me fue imposible.

–¿Y me podría decir el piso, por favor, bella dama? –Contestaron con burla.

–Gilipollas. –Murmuré, haciendo reír al estúpido. –Es el C, no el A. –Colgué.

Me apoyé en la puerta y suspiré. Pasé una mano por mi cabello mojado y al oír pasos miré por la mirilla, esperando no ver a Abraham. Pero, mi vida últimamente está siendo muy comlicada, y ahí estaba él.

Se paró en medio del rellano para dar media vuelta y mirar. Me puse rígida, y todavía más cuando sonrió. Pensé que iba a venir y llamar, pero por suerte se dio la vuelta y llamó al piso de Tony, donde este le recibió con su bella sonrisa.

Mierda, necesito ayuda.

Fui corriendo hacia mi teléfono y llamé al primer número que vi, el de mi hermano.

–Mierda, Miguel Ángel, ha venido. –Sollocé. –Abraham, mierda... –Balbuceé, me apoyé contra la pared y me senté.

–¿Qué pasa __? ¿__? ¡Joder me estás preocupando! –Gritó, haciendo que escuchara unos susurros de mujer.

–Ven a casa, con quién estés, me da igual, por favor ven.. –Lloré. Cortaron la llamada y supe que no iba a venir, me tomaría como una niñata. Dejé el teléfono en el suelo y me escondí entre mis rodillas, esperan que no llamara a la puerta. 

Escuché pisadas en las escaleras pero no levanté la mirada, sabía que era Connor. Corrió hacia mí y me abrazó, abrí mis piernas y dejé que se sentara encima mía, para así poder abrazarlo. Lloré contra su hombro mientras él tenía apoyada la cabeza en mi hombro.

Estaba desesperada, no quería que viera a Connor. Sé que, es su hijo, pero no quiero que lo vea, ya que me lo pude quitar. Según me han dicho, ha cambiado mucho y no precisamente a mejor. Él tiene dinero y es famoso, seguramente me quitarían la custodia y perdería a mi bebé, ya que, yo vivo con mi madre y hermano. Sollocé más fuerte y Conny apretó más mi cuello, haciéndome reconfortar.

La puerta se abrió, y yo me tensé. Me separé de mi hijo y le regalé una tímida sonrisa. Me extendió la mano para ayudarme a levantar, y así hice. Me levanté y fui hacia la puerta, donde tal vez, me esperaba mi pesadilla.

Jodido idiota. | Abraham Mateo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora