XIII

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Narra Connor.

Entré en el cole nervioso, mamá me dijo que me portara bien pero no creo que logre hacerlo. Abrí la puerta de mi clase y todas las miradas se posaban en mí, era el niño nuevo. Agaché la cabeza y me acerqué al profesor como me dijo mamá y le pregunté donde me sentaría, pero el gili... el profe me ingoró, y me hizo presentarme.

– Hola, me llamo Connor ____, y ya. Adiós. –Contesté tajante. Me acerqué a una mesa vacía y dejé la mochila de Spiderman en el suelo, me crucé de brazos y esperé a que el profe me diera el folio y las pinturas para dibujar a nuestros padres.

Pero, ¿y mi papá?

Dejó el folio y las pinturas en mi mesa, miré a mi lado y una niña castaña con una trenza muy larga estaba pensando con un puchero. – Niña, no tengo papá, ¿qué hago? –La pregunté.

–Yo no tengo mamá. –Me miró, teniendo agua en los ojos.

–Te ha entrado agua en los ojos. –Me acerqué al ver como una gota caía y se la quité con la mano. –¿Y si tú dibujas a mi mamá y a tu papá, y yo dibujo a tu papá y a mi mamá? Algo así, como una familia. –La pregunte frunciendo los labios.

–¡Vale! –Me abrazó y, molesto la aparté. Comencé a dibujar a mi mamá y a mí agarrados de la mano, con el mono que me presentó el otro día. Nos pinté, a mamá con un vestido azul, y a mí con unos pantalones negros la camiseta la dejé blanca, y al mono le pinté marrón. 

–Niña, ¿cómo es tu papá?

–Mi papá tiene ojos marrones y el pelo igual. Es muuy alto y tiene la espalda muy grande. Mi papá es muy guapo. –Sonrió. Me quedé mirandola y la di un beso en la mejilla, ignoré su cara y pinté a su papá como ella me dijo, agarrado de la mano de mamá. Una vez le dibujé le pinté, con unos colores verdes. Miré a la niña y decidí dibujarla con su trenza.

– Niños, dadme ya los dibujos, ¡ahora toca recreo! –Dijo el profesor sonriente. Bufé y le di el dibujo, cogí mi bollo y mi zumo y salí de la clase, dirigiéndome al patio. 

Vi a un grupo de niños jugando a la pelota, miraron a la niña que se sienta a mi lado y le lanzaron la pelota a la cara, haciendo que ella empezara a llorar. Enfadado fui hacia los niños y empujé al rubio que le tiró la pelota, haciendo que cayera al suelo, dándose en el trasero. –¡A las niñas no se las pega, gilipollas! –Le grité, imitando al chico de la película, que vi anoche con el tío pedos.

–¡Me has hecho daño, tonto! –Gritó, empujándome. No me caí al suelo, agarré la pelota y se la tiré a la cara. Los otros niños llamaron al profesor, el cual les ignoraba. 

–Como vuelvas a pegar a la niñata, la próxima vez te pego una patada, gilipollas. –Bufé. Fui hacia la niña, la cual estaba en el suelo llorando junto a una pelirroja, y la agarré de la mano, levantándola. Me miró y me abrazó, miré a su amiga sin saber que hacer, y la correspondí. –Ya está, mi tío me enseñó a no pegar a las niñatas. –Sonreí. La niña rió y se apartó de mí, miró a su amiga y la dio la mano, acercándola.

–Me llamo Brookling, y ella es Ana. –Sonreí asintiendo.

–Yo soy Connor. Ahora, adiós, niñatas. –Asentí despidiendome y fui a un banco, me crucé de piernas y empecé a comerme el bollo de los Simpsons que mamá me había puesto en la mochila.

Jodido idiota. | Abraham Mateo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora