Sentía mi mundo caer, dolorosamente, y lento, muy lento. Él no apartaba la vista de mí, sus ojos negros despertaban un brillo imposible de adivinar su significado. Connor se mantenía en silencio, admirándome. Se abrazó a mi pierna y eso hizo que reaccionara, apreté mis ojos aguantando algunas lágrimas y agarré la mano de Connor, caminé hacia las escaleras y comencé a bajar.
Mierda, realmente él me había descubierto.
Y a Connor.
Cogí en brazos a Connor para bajar más rápido. Escuché las pisadas aceleradas de Abraham detrás mía, y de verdad que no quería ni verlo. Abrí la puerta del portal, la cual no sonó al cerrarse. Supuse que Abraham lo había prolongado para venir y agarrarme el brazo, como acababa de hacer.
–¿Qué? –Pregunté con un hilo de voz. –¿Qué quieres? –Corregí firme, recuperando mi compostura.
–E-Eres... ¿Tú? –Preguntó balbuceando, mientras me miraba atento. Estaba más maduro, sus ojos habían oscurecido unos tonos más si era posible, su pelo estaba más largo pero seguía corto: Sus cejas estaban más gruesas y mantenía una barba de tres días, haciéndolo ser extremadamente sexy.
Reí irónica y lo miré con una ceja alzada, no debía mostrarme débil, no quería. –Estás de coña, ¿no? Claro que soy yo, veo que eres listo y no olvidaste a la chica ciega de dieciséis años a la que la dejaste por cornuda ante miles de personas. –Escupí.
–No tienes porqué comportarte así, pareces una niña pequeña. –Repuso, haciéndome abrir la boca de par en par. –Éramos críos, sabíamos que todo eso no duraría nada. –Se encogió de hombros y miró a Connor. –Y, ¿a quién engatusaste para que saliera este pequeño? –Dijo mirándolo sonriente.
Quedé con la boca abierta, mirándolo a la cara. Tenía los ojos brillando y rojos, creí que era por la rabia. Bajé a Connor al suelo y al levantarme, golpeé lo más fuerte que pude la mejilla del patán que tenía delante. –No vuelvas a insinuar que soy una puta como tu nueva novia la bótox. –Gruñí enfada. –A mi hijo no le vas a pronunciar nunca en tu desgraciada vida, y te recuerdo que eras tú el que creía que todo sería un para siempre como en las novelas. Estoy realmente cansada de tus estúpidos lameculos llamados prensa, y todavía más de ti. –Miré a Connor, el cual me miraba con ojos llorosos. Había presenciado el golpe que le di al bastardo de su padre. –No quiero verte más, ni me dirijas la palabra, ni me mires. –Miré a Abraham. Tenía la mano en su mejilla dañada, y mantenía una expresión seria y cn asombro, por supuesto. Me he transformado en una auténtica mamá osa. –Y, como se te ocurra mirar si quiera a Connor, juro por mi vida que sacaré las uñas, si hace falta, ya venga la bótox o quien sea.
Agarré la mano de Connor decidida y fui hacia mi coche, metí a Connor en su sillita del coche y cerré su puerta, no sin antes darle un beso en la mejilla. Le sonreí y se calmó, me di media vuelta y vi a Abraham, en el mismo sitio que antes. Vi recorrer una lágrima por su mejilla, gesto que me impotó una mierda. Me metí en el asiento del conductor y abroché mi cinturón, giré para ver a mi hijo tapando sus ojos. Suspiré, esto podría llegar a marcar algo en mi bebé.
Arranqué y conduje hasta la pizzeria más cercana, se me habían quitado las ganas de nada. Hoy, había sido el día más asqueroso de toda mi vida, había hecho llorar a mi hijo dos veces y sentía que mi corazón se estrujaba. Limpié una lágrima que caía y giré el volante hacia la derecha, detecté un sitio libre y aparqué ahí. Bajé de mi asiento, apagando el motor y fui hacia la puerta de mi bebé, la abrí y lo agarré en brazos. Lo subí encima del techo del coche y le miré a los ojos, estaba haciendo un adorable puchero, a causa de la tristeza.
–Bebé, ¿sabes que hoy te ha sportado genial? –Pregunté sonriente, colocando mis manos en sus muslos. Conny negó con la cabeza y se tiró encima mía, abrazándome. Coloqué mi cabeza en su hombro y dejé que se desahogara, pues había comenzado a llorar. –Hoy mamá ha tenido un día muy malo, y has sido el único que me ha ayudado. ¡Te has portado genial! Cielo, eres el niño más bueno del mundo. Hay veces en que la gente tiene muy malos días y la pasan estas cosas, como cuando se te acaba la nocilla y te enfadas, pues es igual.
Connor se separó de mí y me sonrió, quitándose algunas lágrimas. Besé su nariz y este la frunció, reí y negué con al cabeza. –Quiero pizza. –Pidió con un puchero. Asentí y me encaminé hacia la pizzeria, donde me encontré a Ariadna, la amiga de Miguel Ángel.
Sonriente se acercó a nosotros, y no dudé ni un segundo en abrazarla.
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Jodido idiota. | Abraham Mateo |
Romance''Nerviosa, agité el test de embarazo,y, tras varios minutos de espera, la respuesta llegó''. ''-Positivo''.