XXVI

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Novela de hoy: ¿Amor? No. Golddreams. (Abraham Mateo)

Pasé mi mano por mi pelo, desordenándolo de nuevo. Sabía que estaba haciendo mal, pero no podía dejar que la gente pensara que no quería a esa mujer por tener un hijo mío. Lo de ____ y yo nadie lo sabe, es por eso que decidí aceptar la propuesta de matrimonio de Sarah. 

Abrí la puerta de casa encontrándome con la morena acariciando su vientre, gesto que casi me enternece, sino fuera por que seguramente lo hizo por la fama. Cerré la puerta y dejé las llaves en el bol de la entrada, llamando la atención de la chica. —Hola am... 

—No me llames amor. —Gruñí yendo hacia mi habitación, puesto la advertí que no dormiríamos juntos. Llegué a querer a esta chica, aunque sea como compañera de cama, pero ahora mismo lo único que siento es odio, y pena por el niño que crece en su interior. 

Tiré mi ropa al suelo y estampé mi cara contra la almohada de mi cama, al igual que todo mi cuerpo hizo con esta. Ahogué un grito apretando la amiga que nunca me dejaría, sollozando. De verdad quería a ____, pero las cosas eran demasiado dfíciles. No iba a permitir que esa mujer se hiciera cargo de romper el lazo que hemos reconstruido ___ y yo, junto a nuestro pequeño Connor y el próximo que se acercaba. Me negaba rotundamente a pensar que, podría volver a perderla de nuevo. 

Dos toques en la puerta me hicieron sacar la cara de mi escondite y limpiar algunas lágrimas que habían salido. Me arropé y tras pronunciar un leve ''pase'', Sarah entró por la puerta con una sonrisa de compasión -falsa- haciéndome tener ganas de echarla de casa.

Está embarazada de ti, relájate Ab.

 —¿Qué quieres? —Musité con rabia. Cerró la puerta y se sentó en el borde de la cama, haciendo que apretara los puños sobre mis muslos.

—Quería venir a hablar sobre el nombre de la niña. —Dijo sonriente. Sonreí al pensar que una pequeña ___ podría corretear por mi casa, pero no. La niña no sería de mi princesa, sino de esta mujer.

—¿Cómo sabes que es niña? —Fruncí el ceño. Sarah sonrió nerviosa y carraspeó antes de hablar.

—Bueno, unos especialistas me dieron la oportunidad de saber el sexo del bebé por el módico precio de 2.000 euros. —Abrí los ojos de par en par, y esta prosiguió. —Lo pagaste tú, espero que no te importe. —Fui a hablar, pero la morena me calló. —Bueno, yo he pensado en llamarla María, o Sofía...

—No. —Negué. —La llamaremos ___, te guste o no. Ahora, puedes salir. —Dije cortante, echándome en la cama.

—¿Por qué tenemos que llamarla como esa? —Dijo levantándose de golpe de la cama.

—Porque lo digo yo. Lo que tienes ahí es mi espermatozoide ganador, así que decido yo el nombre.  —A saber si era mío o no.

—¡No puedes llamarla como tú quieras! ¡Tenemos que poner un acuerdo! —Gritó. —¡Además, no pienso llamarla como esa put...! —Me levanté de la cama de golpe, haciendo que retrocediera asustada.

—Esa puta perfección. Porque, la única puta que hay aquí eres tú, Sarah. —Gruñí, mirándola con la mandíbula apretada. —No sé siquiera si es mi hija, ¡o si estás embarazada! Aunque, creo que no eres tan zorra como para mentirme de esa manera.

Su mano acabó aterrizando en mi mejilla, haciendo que un escozor creciera en esta. Giré mi cabeza, ya que por su bofetón me la había girado y la miré, no tenía ningún rastro de lágrimas, no me daba pena. —Sal, ya, de, mi, habitación. —Gruñí.

—Cuando nazca, veremos o no si es tuya o no, cerdo. —Gruñó cerrando la puerta.

Fui hacia el baño suspirando, me soné los mocos y tiré el papel a la papelera. Al abrirla, fruncí el ceño al encontrarme con un test de embarazo.

Jodido idiota. | Abraham Mateo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora