Para Honey toda esa casa era tan extraña.
En la tienda, el señor Pean también le obligaba a tomar baños de vez en cuando, por eso, cuando la mujer había comentado acerca de eso, su primer instinto fue negarse, pero sus baños no se parecían a los baños del señor Pean.
Según sus conocimientos, un baño consistía en mantenerse de pie en el patio de la tienda, junto con los otros híbridos, mientras uno de los encargados les rociaba agua con una manguera. Solía ser muy fría en verano y muy caliente en invierno, y Honey lo detestaba. Pero el baño de la mujer era un tina llena de agua tibia, con burbujas de un bonito color violeta que al explotar dejaban salir un muy buen aroma. Eso no estaba tan mal.
En los baños de la tienda, debían secar sus cuerpos bajo el sol o frente a un calefactor, por eso le sorprendió bastante cuando llamó a la mujer para que le mostrara la habitación con los calefactores y, en vez, lo envolvió en una tela afelpada y lo condujo de nuevo a la que sería su habitación.
No lo llamó un ignorante cuando preguntó para qué servía la recientemente descubierta toalla, como solían hacer los de la tienda cuando alguien hacía esa clase de preguntas. En vez, le explicó con una voz suave y delicada y, al aún verse confundido, tomó otra toalla entre sus manos y la pasó por uno de sus brazos, secando las gotas que caían por él. Honey pensó que eso se sentía bien y le tendió el otro brazo, permitiendo que siguiera tocándolo.
La mujer había pasado la toalla por todo su cuerpo, omitiendo sus genitales al no olvidar la reacción del híbrido en el auto. A Honey le pareció extraño, pues esas eran las partes que los posibles compradores tocaban más cuando lo testeaban. Pero la mujer no hizo eso, solo le tendió la toalla y señaló hacia aquella zona, haciéndole saber a Honey que era su deber pasar la tela por allí.
Ella no se rió ni lo llamó asqueroso cuando, luego de pasar la toalla, su miembro hizo esa humillante cosa en la que se ponía duro y se levantaba, como hacían los empleados de la tienda cuando lo veían. Solo le vio sonreír y apartar su vista por un segundo, para luego girarse por completo y rebuscar entre los muebles de la habitación.
— Realmente no sabía que serías tan pequeño, imaginé a un híbrido más grande, supongo.
Solía escuchar esas palabras bastante seguido, los empleados siempre decían que sería difícil venderlo porque los clientes preferían a los más grandes y fuertes. Honey no era así, él solo era pequeño.
— Puedes ponerte un buzo mientras tanto, esto si te cabera.
Mientras la mujer le tendía la primera prenda de ropa que sería de su propiedad, se permitió observar los pantalones que sostenía en su otra mano. Era imposible que la cintura quedara sostenida en sus angostas caderas.
— Te compraremos algunos pantalones y ropa interior que sí te quepa.
Honey nunca había oído que se pudiera comprar algo que no fuera él mismo o sus compañeros de jaula, pero le sonaba interesante la idea de usar pantalones. El buzo que se había puesto le andaba lo suficientemente grande para cubrir hasta sus muslos, aún cuando Devigi había pedido ropa para un híbrido promedio en la tienda, pero Honey seguía viéndose bien en medio de la inmensa ropa.
— Ahora siéntate en el suelo.
Cuando Honey cumplió y vio a la mujer sentarse en la cama, frente a él, pensó que por fin pasaría algo que sí conocía. En la tienda a veces solían hacer que pusiera su boca en ese lugar para distintas personas, no le agradaba tanto, pero lo conocía. Sin embargo, lo único que Honey sintió fue una toalla caer en su cabeza, para luego recibir repetidas caricias en su cabello. Eso sí que le agradaba.
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🍯Honey
Teen FictionDevigi solo necesitaba sentirse poderosa. Tener esa criatura le iría bien. Honey le haría sentir bien.