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Devigi ni siquiera tuvo tiempo de hacer algo al respecto, solo empezó a sentir la mano de Honey en su muñeca cuando su agarre la presionaba demasiado.

— ¿Cómo te sientes?— preguntó la mujer, chocando sus rodillas con el suelo, en un intento de quedar a la misma altura que el chico sentado en la cama.

— Tengo tanto frío— sollozó el híbrido, con sus ojos comenzando a lagrimear.

— Honey, debes soltarme para que pueda traerte mantas— intentó soltarse de la mano ajena, pero esta parecía determinado a mantenerla cerca.— Habla conmigo, dime qué puedo hacer— pidió la mujer luego de unos segundos de silencio.

— No lo sé...— Honey sintió sus dientes clavarse en su lengua, pero no tenía la fuerza para quejarse del dolor, solo podía cerrar los ojos en un intento de que sus lágrimas no corrieran a rienda suelta.

— Estoy a tu lado, ¿cierto? ¿Me quieres a tu lado?— la mayor tomó la mano del chico, logrando que soltara su agarre unos segundos.— Habla conmigo, Honey. Podemos pasar por esto juntos, pero debes hablarme.

Devigi sentía la desesperación correr por su pecho mientras el tiempo pasaba y el chico no hacía nada más que sollozar en su lugar, sin levantar su cabeza, sin mover su cuerpo, sin decir palabra alguna.

— ¿Qué puedo hacer por ti?— intentó pasar sus dedos por el cabello del más joven, pero este se encogió antes de que su mano se acercara.

Pensó en separarse del chico, darle el suficiente espacio para respirar y calmarse antes de seguir cuestionando su comportamiento, pero solo tuvo que amagar el levantarse para que el chico lanzara su cuerpo sobre el suyo, sentándose en su regazo y pasando los brazos por su cuello, como si la idea de alejarse fuese lo más aterrador a lo que se había sometido.

— Quiero que estés aquí— murmuró el felino, presionando su rostro en el cuello ajeno.— Por favor, no te vayas.

Aunque Devigi quería estar segura, aunque se había jurado no hacer nada hasta que el híbrido lo dijera explícitamente, no le fue difícil reconocer que el chico había entrado en su celo. Si no era obvio por sus sollozos, su actitud era un fuerte indicador.

Devigi se preguntó si alguna vez había visto a Honey tan confiado, sin temblar, sin dudar de sus propias acciones. Era la primera vez en que Honey parecía estar seguro de que Devigi no rechazaría nada de lo que hiciera, y eso se vio reflejado en los movimientos que había comenzado a realizar contra su regazo.

— ¿Podemos comer pollo?— la puerta había sido estampada contra la pared, dejando que la figura de Brigitte se adentrara unos pasos en la habitación, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.— Si es que ya terminaron con lo que sea que hacían...

— Britt, vas a pasar un tiempo con Wren y Tabi- informó la mayor, forzando al chico a separarse de ella y obligándole a quedarse sentado en la cama.

— ¡Eso no es justo!— exclamó la rubia, golpeando uno de sus pies contra el suelo.— Solo lo hace porque está celoso de que te quedaste conmigo unos días.

— Britt...— suspiró, preparando un discurso en su mente para acallar sus quejas, pero los sonidos que salían del otro híbrido le obligaron a voltear.

Honey soltaba pequeños gritos, que no llegaban a formarse completamente en medio de la saliva de su boca. Contraía sus piernas y doblaba su abdomen, usando sus manos para mantener su entrepierna bajo algún tipo de contacto, pero frustrándose terriblemente al no calmar la presión que sentía.

— Duele— dejó salir un gran suspiro, echando su cuerpo hacia atrás y moviéndose erráticamente por el largo del colchón, al tiempo que estiraba la cintura de sus pantalones.

🍯HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora