#17

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Brigitte ya no sabía cómo actuar frente a todas las cosas que se le ponían en frente. Si debía protestar la atención que creía merecer o solo demostrar su descontento al ignorar lo que le molestaba, aún no decidía cuál sonaba como una peor idea.
Estaba cansada de tener que reclamar atención para obtenerla, como si el hecho de estar al lado de Devigi no fuera suficiente para lograr que volteara a mirarle. Por otro lado, ignorar su problema tampoco estaba funcionando.

Todos sus esfuerzos por tener un momento con su Devi, sin la molesta intervención de Honey, parecían ser en vano. Si se despertaba para hacerle el desayuno, ella no probaría bocado hasta que el gato tuviese su propia maldita tostada en la mano; si ocupaba el espacio en la cama y solo dejaba un lugar para Devi, ella dejaría que el gato ocupara el lugar; si le encontraba sola en otra cama y tuviesen la oportunidad de compartir unos cuantos segundos a solas, era seguro despertaría con el gato frente a su rostro.

Estaba cansada. Cansada de todo lo que su llegada a la casa había representado y de la manera en que todo parecía haberse salido de su parte de la balanza.

Devi solía consentirla demasiado, eso era un hecho que había tenido el lujo de comprobar al observar a los dueños de otros híbridos de la guardería. Podía hasta estar convencida de que Yeil sentía envidia cada vez que su amo y Devi llegaban a buscarles al mismo tiempo, estaba segura que le dolía ver la manera en que Devi llegaba con bocadillos y sus brazos preparados para recibir un abrazo, mientras su dueño solo hacía una seña desde la puerta y le indicaba entrar al auto.

Era obvio que muchos sentirían envidia de su relación con Devi, eran perfectas juntas, la una para la otra, dos partes de un solo pedazo. Cuando alguien ve a dos personas que tienen lo que desearían tener, es sencillo adoptar celos. Y sin embargo, su rostro ardía cada vez que uno de los brazos de la mayor dejaban de rodearla solo para ir con Honey.

En su mente, el que se sintiera tan mal cada vez que veía una interacción entre esos dos, no podía significar otra cosa que los celos carcomiéndola por dentro. Pero ella sabía muy bien que, si sentía celos, estos solo serían una reacción a la envidia que le proporcionaba saber que alguien tenía algo que ella no. Y eso solo podría significar, que su relación con Devigi ni siquiera podría empezar a compararse con la de la mayor y Honey.

Pensando en las mil maneras en que podia comenzar mal su día, esa idea era la que encabezaba la lista. El segundo punto tendría que haber sido tener a Honey sentado a su lado durante el desayuno. Llegando al tercero, tener que enterarse de que Honey no iría a la casa de Tabi ese día, pues eso solo significaba que no había nadie para cuidarlo, a excepción de Devi.

Desde ese momento, creyó que su día estaba destinado a dirigirse hacia abajo. Porque aunque repelía la presencia de Honey, su disgusto no competiría con el que otros híbridos le daban.
No solía causar muchos problemas en clase, solo escuchaba, asentía, respondía lo que le preguntaban y, ocasionalmente, recibía una estrella. Veinte estrellas representaban un sello. Diez sellos representaban una clase completada.

Solía llevar poco más de dos años con ese sistema, desde la primera vez que llegó con Devigi tomándole la mano, hasta que la consideró lo suficiente madura para dejar de llevarla. Recordaba ese momento como el punto en su vida con Devigi en que dejó de darle importancia a los sellos.

  Claro que lo primero que vino a su mente cuando vio a la mujer alejarse de la puerta, dándole toda la atención del mundo al gato, fueron esos días en que su mayor preocupación era que alguien en el interior del establecimiento le viera y tuviera la obligación de entrar. Esos días en que su única obligación era estar en el sillón del señor Denlive, recibiendo mimos y torres de hot cakes a diestra y siniestra, sin que nadie le obligase a mantenerse despierta para aprender la manera correcta de usar tijeras.

🍯HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora