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A Devigi le habría encantado regresar a casa y tener una agradable charla, corazón a corazón, con el aparente emocionalmente herido híbrido. Sin embargo, su vuelta en auto llena de las burlas de Brigitte, más todas las miradas que había recibido antes de retirarse del establecimiento, habían puesto a Honey de un humor terrible.

La mujer agradecía, al menos, que el mal humor del felino se demostrara con este estando desganado, y no haciendo una rabieta, que era la gota que podría colmar el vaso de las cosas que podrían salir mal en el día. Pero aunque la casa no se llenó de gritos y llantos, apenas la puerta se abrió, Brigitte se dirigió por una siesta a su habitación, mientras que Honey se quedaba sentado en el sillón de la sala, observando fijamente sus propias manos posadas en sus muslos.

— ¿Quieres hablar de por qué Madame Loire estaba así de molesta?— el híbrido ni se había molestado en levantar la cabeza o en hacer un gesto para darle una respuesta.— Necesito que me digas si tengo que ir a abofetear a esa mujer por ser una exagerada, o si crees que te merecías ser retenido en una sala aparte y vetado del lugar.

— Ellos me asustaron— se excusó el pequeño, poniendo su rostro entre sus rodillas para ocultarse.

— Vamos a moldear mejor esa respuesta, ¿si?— Devigi tomó asiento junto al híbrido y le obligó a juntar sus manos.- No pido que demuestres tu inocencia, solo quiero una razón.

— Eran muchos— se encogió de hombros.— Y hacían mucho ruido— cubrió sus orejas.— No me agrada cuando hay mucho ruido— su mirada no dejó el suelo en ningún momento— Intenté alejarme del grupo, pero las señoras les pidieron a los demás que me incluyeran. Y todos se acercaron. Pero yo no quería— sus palabras comenzaban a sonar más rápidas y confusas mientras más hablaba.— Y ellos no entendían que no quería estar en el centro de la sala, ¡y uno de ellos intentó tirar de mi brazo para llevarme!— dejó escapar un alarido lastimero, girándose en busca de una mirada que lo calmara.

— ¿Lo heriste?

— Solo mordí su mano...— murmuró, encogiéndose en vergüenza.— Ni siquiera fue tan fuerte.

— Honey, no importa cuánto nos molesten, no se puede dañar a otro ser.

— Pero no fue del todo mi culpa— su rostro comenzaba a tomar color rojo mientras más acorralado se sentía en el regaño.

— Pero no eres del todo inocente— a Devigi siempre le había desagradado tener que reprender las acciones de Brigitte, lo evitaba cada vez que podía pues, de todas formas, la canina terminaba disculpándose tarde o temprano. Sin embargo, Honey parecía dispuesto a defender su historia y a no oír palabras que no quisiese oír— Tuvimos esta conversación, no puedo dejar que lastimes...

— ¡Ni siquiera me acerque a la estúpida Brigitte, maldición!— el grito del pequeño se había oído el doble de fuerte en la silenciosa casa, dejando a la mayor en estado de shock durante varios segundos.— Yo no...— contrastando con lo anterior, su voz ahora sonaba en un apenas audible susurro, a la vez que sus ojos se agrandaban con arrepentimiento en su mirada.

Ambos se miraron durante un tiempo, evaluando la siguiente acción del otro, sin saber si la situación ameritaba más actos a la defensiva o más regaños.

— Honey, soy tu ama— musitó Devigi, instintivamente bajando la cabeza, pues ni siquiera con el nivel de ofensa que le había traído su tono se atrevería a enviarle una mala mirada.— Creí que al menos te habías dado cuenta de... las formas de tratar a otros.

— No fue mi intensión gritar— murmuró, sintiéndose increíblemente fuera de lugar en la situación.

Desde su llegada a la casa, había aprendido a convivir con lo que le rodeaba, y la acción le resultó casi tan natural como si eso fuese exactamente lo que debía estar haciendo. Pero en ese momento, con Devi ignorando su mirada y el latente pensamiento de que, no solo la había decepcionado en su primer día en la guardería, sino que también la había molestado con su mala forma de hablarle, se sentía tan tonto.

🍯HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora