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 Devigi pensó que si a Honey no le agradaba la idea de estar solo en su habitación, tampoco le agradaría esperarle mientras ella se aseaba. De todas formas, la única otra opción era dejar a los híbridos juntos, sin nadie que pudiera observar sus movimientos, ellos solos, continuando y quién sabe si terminando la competencia de malas miradas que había empezado en el primer segundo en que sus ojos se conectaron. No quería a nadie herido de gravedad en la primera noche pero tampoco quería provocar un ataque de ansiedad en el pequeño híbrido al dejarlo solo.

— ¿Quién quiere hacer algo divertido?

 Quiso morder sus uñas cuando vio las orejas de ambos parándose en su dirección, pero logró tragarse su adoración y continuar con su idea.

— ¿Por qué no vas a escoger una películas, Brigitte?— la sonrisa de la rubia se agrandó el doble mientras corría hacia la televisión.

 Por un momento, por la cabeza de la rubia pasó que ahora tendría que compartir los brazos y caricias de su Devi, cuando desde siempre las noches de películas eran las noches de cariños con su dueña. Pero lo descartó rápidamente, ella había dicho que el gato no estaba ahí para tomar su lugar, así que no tenía de qué preocuparse porque confiaba en la mayor.

La mente de Honey, en cambio, estaba repasando todo el vocabulario que conocía, esperando que la palabra "película"  apareciera en algún rincón de su cabeza. Pero no, aquella casa y las personas que vivían en ella sabían y tenían mucho más de lo que él podría imaginar. Una mezcla de sentimientos se apoderó de sus pensamientos, un poco de celos por los conocimientos de las otras, tristeza por su propio desconocimientos, una pequeña parte de él gritaba con emoción por las nuevas cosas que podría aprender y no podía negar que le alegraba que finalmente haber salido de la tienda e ido a casa con alguien.

 Honey había comenzado a asustarse con las palabras de los encargados de la tienda. Siempre andaban diciendo que era muy pequeño para un macho, y que no era lo suficientemente hermoso para que lo compraran en vez de a una hembra. Llevaba mucho tiempo en ese lugar, en las jaulas y, cada vez que alguno de los otros eran vendidos y se los llevaban, se preguntaba si nunca podría ser comprado por ser de la manera que era.

Tenía la leve memoria de haber sentido frío y hambre, cuando era aún más pequeño, y luego solo recuerda ya no haberlo sentido pero al mismo tiempo recuerda haber perdido su libertad, su permiso de hablar y andar por dónde quisiera. Pero ahora, en aquella casa, tal vez podía hacer lo que quisiera, y no tendría que sentir ni frío ni hambre. A Honey le gustaba.

— ¿Honey? ¿Te encuentras bien?— la pregunta de la mujer le hizo dejar de pensar en su historia.

— Quiero dormir.

— E iremos a dormir dentro de poco— asintió, mientras lo conducía hacia la sala con la televisión.— Pero solo luego de que ustedes dos vean una película, y yo me dé un baño.

Las palabras parecieron congelar al par en disputa, haciendo que se observaran entre ellos y luego a su dueña.

— ¿No vas a ver la película conmigo?— preguntó Brigitte, levantándose del lugar del sofá en el que había decidido formar un hueco para que ambas pudieran recostarse cómodamente.

— Hoy no— negó la mayor, poniendo sus manos en los hombros de Honey para empujarlo hasta que se sentó en el sofá, al lado de la rubia.— Ustedes dos tendrán una terapia de parejas mientras ven la película.

— Pero es de terror— se quejó la canina, haciendo la mejor de sus caras de cachorra.

— Estoy segura de que puedes abrazar a Honey si algo te asusta demasiado— sugirió, logrando que los híbridos se movieran en el sofá, alejándose el uno del otro.

🍯HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora