10. Primer Cláusula rota.

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— ¿Eso ha sido todo? — Preguntó Monique para estar segura que ya no había más trabajo que hacer que lo que se había acordado.

— Así parece. — Decía el gerente general de su compañía luego de una reunión a la tarde en la empresa.

— Bueno entonces será hora de que nos retiremos. Podemos irnos. — El Señor Kozlov se levantó de la enorme silla de cuero en su sala de conferencias. Monique lo siguió de cerca llevando la libreta y agenda del Señor Kozlov en sus manos.

— ¿Estás libre para ir a casa? — Preguntó Kozlov a Monique, quién asintió pues no tenía nada más que hacer. — Vamos juntos entonces. — Ella ni siquiera tuvo tiempo a replicar cuando Kozlov había tomado su caro abrigo para ponérselo.

— Apresúrate. — Monique apuró su paso a su escritorio por su bolso, las secretarías de Kozlov no podían evitar verlos de reojo, y cuando ambos estuvieron en el ascensor ambas mujeres se voltearon a ver molestas.

El Señor Kozlov nunca las había acompañado a casa ¿Y ahora porque era tan amable con una simple y mugrosa humana?

— ¿Gastaste mucho dinero hoy? — La pregunta de Kozlov hizo que las mejillas de Monique se sonrojaran por primera vez en mucho tiempo, aunque no se notarán del todo por los moretones.

— La verdad creo que si, gaste cientos de dólares en ropa, supongo que perdí la cabeza. Aunque considerando que ya le debo mucho dinero a usted y su compañía pensaba que estaría bien pagarle en el futuro. —

— ¿Compraste ropa para la oficina? —

— Sobre todo ropa para la oficina, usted mencionó algo sobre no avergonzar a la compañía con mi vestimenta. —

— No es que me importe mucho la imagen de mi compañía, pero no podía permitir que alguien a mi alrededor quiera dar otra imagen. —

— Entiendo. — Ella apenas sujetó su bolso intentando dar un paso lejos de él, recibiendo una mirada de curiosidad de su jefe.

— ¿Hay algo que le moleste? — Preguntó Kozlov, odiaba que le ocultaran cosas. Hasta entonces se fijó en los todavía visibles moretones en el rostro de Monique.

— Sólo evito dañar su imagen, señor. — Monique colocó sus lentes oscuros para evitar el contacto visual y también ocultar ese escandaloso morete en su ojo.

— ¿Duele? —

— Es soportable señor. — Ese fue el momento en el que se abrió el ascensor.

— Ya veo. — Kozlov caminó fuera del cuarto de metal, siendo seguido por su asistente al amplio parqueo subterráneo.

Leonard estaba esperando en el auto exclusivo de Kozlov, ambos dejaron que Monique se subiera primero en el copiloto, y luego los siguió su jefe.

— Vamos a casa de la señorita primero ¿Señor? — Preguntó Leonard viendo por el retrovisor a su jefe mientras encendía el auto.

— Quiero que vayamos primero al hospital más cercano. —

— Así será. —

En el camino por la carretera Kozlov entrecerró los ojos cuando veía la mirada de reojo que su empleado le lanzaba a Monique, y como ella casi iba pegada a la puerta, sus hombros no lucían nada relajados. Y el fuerte latido de su corazón delataba su incomodidad.

— Aquí estamos señor. —

— Señorita Heinz venga conmigo. — Ella no tuvo que esperar mucho para casi rehuir del auto donde había estado Leonard siguiendo a Kozlov al interior del hospital.

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora