— Señorita Heinz. Justo a tiempo. — El señor Kozlov la recibió viendo directamente su reloj. — Veo que ya le ofrecieron su contrato. — Ella asintió, pero tuvo que rebuscar entre las cosas que le habían dado.
— Siéntate y revísalas con calma. Por ahora no tenemos una oficina para usted, pero sugeriré que ponga su escritorio fuera de mi oficina también, ella asintió otra vez repasando el contrato.
Un contrato muy abusivo que le dictaba que ella prácticamente tenía que estar a su disposición 24/7 y eso no le agradaba.
— En cuanto a mi deuda... — Ella quiso hablar sobre eso, y él sonrió sobriamente.
— Ahí está también la suma de su pago. — Ella abrió los ojos asombrada al ver su pagó en el contrato, era una suma de más de 4 cifras, y tenía también oportunidades de pagos extras, por horas extras.
Viéndolo así no era un mal trato, y en su mente recordó su deuda, con un sueldo como ese podría pagarla al menos en dos años, y aún había esperanza para ella.
— ¿Qué es lo que tengo que hacer? — Preguntó de inmediato, pues aún no lo entendía del todo, no tenía un título, ella ni siquiera tendría una oportunidad como esa otra vez en la vida. ¿Qué debía hacer? ¿Robar un cajero todos los días? Ni aún así lograría recibir una suma de dinero como la que le ofrecería su sueldo trabajando en la empresa.
— Como dije antes, mi asistente. — Ella asintió. — Odio el contacto físico así que ni siquiera intente seducirme. — Ella no escondió la mueca de desagrado que a él le molestó.
— Créame, sé mi lugar. — Le sonrió a su nuevo jefe falsamente.
— Quiero que haga lo que le pido sin dudarlo cuando sea necesario. Y ambos sabemos que usted tiene muy poco aprecio por su vida así que ni siquiera piense en suicidarse al menos no sin mi permiso otra vez. — Ella suspiró, pero asintió sosteniendole la mirada.
— Lea en su casa cada una de las páginas del contrato sin excepción de la letra pequeña. — A ella le pareció absurdo, es decir su vida no valía nada ¿Acaso él pensaba que podría interesarle romper un contrato? Si quisiera romperlo sólo lo rompería.
— ¿Sabe cuáles son mis planes para el día de hoy? — Ella rápidamente ojeó la agenda que las secretarías le habían dado.
— Tiene una reunión a la 1:00 pm con unos socios de... —
— Las secretarías tendrán preparado todo para la Reunión en el auditorium de mi empresa, es un negocio importante. — Mencionó él, y ella asintió. — Esa reunión estaba agendada para el día de ayer, pero llegué demasiado tarde por estar en el hospital cuidando de alguien. — Le recriminó.
— Señor Kozlov, yo le dije perfectamente que podía seguir caminando. — Por primera vez en mucho tiempo la vena en el cuello de Kozlov se hinchó.
Quería morderla y tal vez arrancar su garganta, nadie se atrevía a sostenerle la mirada mucho menos a llevarle la contraria o contestarle directamente a él.
— Lo tomaré como un error del primer día, pero no me interrumpa, por favor. — Pidió muy molesto. Ella sólo suspiró y asintió.
— Vaya a la enfermería de abajo y pida que le extraigan un poco de sangre para dos exámenes, quiero que me traiga los tubos a mí. Dígales que yo lo he pedido personalmente. — Ella frunció el ceño extrañada, pero no iba a preguntar, de todos modos en todos los trabajos pedían exámenes para empezar o algo así ¿Cierto?
— ¿Algo más? — Él negó.
— Cuando haya terminado puede comenzar a ordenar unos papeles aquí, y seguramente mañana tengan su oficina lista. — Ella asintió. E hizo lo que él pidió.
Se asombró que las enfermeras de la clínica en la empresa ni siquiera le preguntarán el porqué llevar con él los pequeños tubos de sangre para exámenes extraídos de ella.
Antes de entrar en el ascensor, se puso a pensar en su nota de suicidio, y en como lo estarían pasando de mal sus amigos, convencida de querer hacer las cosas tal vez no mejor, pero si bien se hizo nota mental de regresar a la clínica para contarles a ellos lo que ocurrió.
Al ingresar en el ascensor, observaba atentamente los tubos con su sangre y recordó beber la sangre de su jefe. ¿Él era una especie de mago? Tal vez incluso lo había soñado y nunca había saltado del puente y sólo la atropelló un auto...
Es que no se daba una explicación, aquello se había sentido real, tan real que no quería ni pensar en lo que su jefe era, porque un humano normal no parecía, no lo era, y no quería ni preguntar.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, las dos secretarías y los guardaespaldas de Kozlov voltearon a verla directamente, le asombró tener tanta atención de pronto cuando en la mañana casi la habían visto con diversión y ahora estaban... ¿Estaban olfateando en su dirección? Observó la hora en la pared, pronto sería la 1:00pm.
— ¿Hay algo en lo que necesiten mi ayuda para la Reunión? — Preguntó intentando ser amable con una sonrisa, más todos negaron casi embobados, observando con curiosidad los tubos llenos con su sangre.
— ¿Qué es eso? — La miraron casi hipnotizados, a medida ella levantaba los tubos con ingenuidad.
— Exámenes de sangre que el Señor Kozlov pidió. —
— ¿Es tuya? — Ella iba a contestar, pero la puerta de la oficina de Kozlov se abrió mostrando al gigante que impaciente la esperaba.
— Pasa por favor. — Monique asintió avergonzada, quizá había tardado demasiado. Cuando estuvieron en su oficina, ella le ofreció los papeles de los exámenes, y los dos tubos con su sangre que no sabía para qué querría.
— Gracias. — Agradeció con una sonrisa en los labios, era raro verlo sonreír, como si ni él mismo estuviera acostumbrado a sonreír.
— Durante la Reunión quédate aquí, ordenando lo que te pedí. — Decía firmemente, metiendo los tubos en su bolsillo del pantalón como un seguro. Ella asintió yendo a hacer lo que le pidió.
Comenzó a caminar al despachó con lentitud, y sus subordinados pensaron acompañarlo hasta el auditorium, pero los paró en el ascensor.
— Voy solo, los veo abajo. — Cerró el ascensor, haciendo que ellos obedecieran.
Estando dentro solo sacó uno de los tubos, sin siquiera destaparlo, sabía que era la sangre más deliciosa que había olfateado en toda su vida.
Como si fuera un vino a catar paseó el tubo con su sangre frente a su nariz memorizando ese exquisito aroma, sus colmillos salieron por su excitación sin poder evitarlo, y no pudo aguantar más vaciando el líquido en su boca.
El sabor de la sangre casi explotó como un maravilloso manjar nunca probado en su lengua, deslizándose muy lentamente en su garganta, esa sangre espesa era como condenarse a la adicción, y él quería aún más.
Se resistió a la tentación de abrir el otro frasco para tomárselo también, pero decidió disfrutar del sabor exquisito que había quedado en su boca. Como si esa sangre deliciosa fuera el más exquisito postre, sin duda era más dulce que la miel, no, ni siquiera podía compararse porque no tenía comparación.
Al llegar a la Reunión, la mayoría voltearon a verlo al entrar. Su enorme presencia no podía ser ignorada, menos aún si lo rodeaba un delicioso aroma como ese, nadie sabía lo que era, los socios que iban a firmar el acuerdo comercial más importante casi estaban embobados, como si sus sentidos se adormecieran y buscarán con su nariz el delicioso aroma nunca antes olfateado.
Los únicos abogados humanos y socios humanos en la Reunión, no entendían la conmoción, no entendían qué era lo que estaba fuera de lugar, aunque si alcanzaban a percibir un suave aroma dulce.
Pocos sabían que ese aroma dulce era su fin.
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Más Dulce que la Muerte.
VampirMonique está pérdida, no encuentra salida alguna más que un horrible intento de suicidio, decide acabar con su vida para no tener que seguir soportando sus problemas como siempre. Un intento de familia que escapó dejándola con tantas deudas que su s...