23. Lo que desees.

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Ella jamás creyó haber probado unos labios que la tuvieran rindiéndose tan fácilmente, estaba cruzando esa jodida línea que no quería cruzar.

¿Porqué estaba disfrutándolo cuando sabía que después se sentiría culpable? Ella no tenía planeado eso, y estaba sucediendo.

¿Porqué? ¿A él le parecía bien jugar con los sentimientos de una humana "corriente"? ¿O simplemente había sido su sangre? Decidió que quizás había sido su culpa... Culpa de su sangre y eso era algo que ni siquiera él podía controlar ¿Verdad?

— S—Suficiente. — Ella alcanzó a decir. Los ojos de su jefe no parecían cuerdos, y a penas escuchó en un susurró la voz de su humana. — L—La fiesta debe... —

— Está por terminar. — Kozlov disfrutó como nunca enterrar sus dedos en esa piel tan suave.

Su boca exquisita con el sabor de su sangre lo había enviado a un bucle, a uno en el que parecía dormir, en el que parecía indefenso sin saber qué es lo que realmente ocurría con esa innegable atracción que tenía por su preciosa humana. Su humana, una que ahora tenía de un poco de su sangre corriendo por sus venas.

— Hay que... — Kozlov la silencio nuevamente con un pequeño beso.

— Me encargaré de eso... Ve con Román hacía el auto, y espérame ahí. — Su jefe de seguridad que estaba en una esquina asintió a las ordenes no dichas por su jefe. Las miradas de muchos no podían quitarse de la pequeña figura humana, envuelta tan elegantemente en ese precioso vestido que fluía como una segunda piel tan exquisita.

— R—Roman... — La señorita Heinz a penas podía sentir sus piernas temblar un poco en cada pequeño paso con esos tacones altos dorados.

— Lo sé señorita, sígame por favor. — Le indicó su colega, estaba al tanto de todas las miradas de curiosidad que muchos inmortales.

Incluidos los socios de Kozlov le daban a la pequeña y tentadora figura humana. Cuando trajeron el auto Roman no perdió tiempo poniéndola dentro a salvo.

— Sólo va a despedirse. — Le informó Román a Heinz, ella asintió intentando evitar verlo a través del espejo retrovisor.

— En su mundo... N—No perdón... ¿Por qué quiere que nos vayamos ya? — Preguntó ella sin entenderlo. Él debería estar ahí para cerrar el evento. No tendría que irse con ella sólo por un beso bastante provocador.

— Creo que sólo está siendo precavido. Muchos de sus socios inmortales, casi tan poderosos como el señor Kozlov estaban ahí... — Roman fue sincero.

— No le conviene que piensen que tiene algo con usted. —

— ¿Por qué soy una humana? ¿Verdad? — Monique sólo quería estar segura que nada de lo que ocurrió fue realmente porque Kozlov quisiera, fue un accidente, la sangre en su lengua lo había llevado a hacer "eso", sólo fue una manera de esconder su aroma o algo así quizás.

— Seguramente señorita Heinz. Ambos sabemos lo mucho que el jefe odia el contacto físico, no sé cómo llegaron a eso... Pero la única razón por la que creo que la sacó de ahí es por su propio bien. Ya atrajo la mirada de muchos por ser la única humana trabajando tan cerca de Kozlov... No querrá que en un futuro quieran hacerle daño. —

— ¿D—Daño? Pensé que los inmortales eran c—civilizados. — Ella no quería estar en peligro. Todo menos eso, podía pensar en muchas manera de acabar con su vida, pero sin dolor. Y no quería una vida llena de sufrimiento. Se negaba a eso.

— Sólo somos como los humanos, supongo. — Roman sonrió un poco.

— Animales un poco más desarrollados... Superiores. — Se iba a marear...

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora