9. Pequeña esperanza.

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Esas semanas fueron bastante agotadoras para Monique acostumbrándose a las movidas rutinas diarias del señor Kozlov, había tomado nota de su almuerzo, ella tenía que llevarlo a su oficina.

Y si el Señor Kozlov quería salir debía acompañarlo también a esos restaurantes lujosos, ella pagaba con su tarjeta, una que prácticamente había sido extendida para que Monique la usará casi exclusivamente.

En realidad Kozlov estaba probando su avaricia, quería ver si era de confiar y por lo visto lo era, la chica no gastaba más que míseras cantidades para pagar algún taxi a casa.

Esa semana fue suficiente para que Román recibiera la orden de Kozlov para que consiguiera el dinero con el que pagarían la deuda de la humana, al ser su Jefe de seguridad él se encargaría, sobre todo porque últimamente muchas personas que no le gustaban rondaban el edificio de la humana.

Ese día a Monique le sabía mal acompañar a Román para ver a sus cobradores, la verdad era que los tipos le aterraban, sentía que no podría liderar con ello.

— Se llama, Walker. El tipo al que mi familia le prestó el dinero. — Román no ocultó su rostro de asombro.

— Entiendo, el Señor Kozlov lo conoce así que será mejor que regresemos a su oficina y mejor te quedas allí mientras yo arreglo del asunto. —

— No, en realidad ya que prácticamente son mis deudas yo debería ser la que... —

— Al señor Kozlov no le gustará que te expongas. — Monique frunció el ceño sin saber que responder a ello, pero es que Román no era ningún tonto.

Podía ver como su Jefe estaba intentando a toda costa mantener a la humana cerca, y si la exponía al peligro estaba seguro que se molestaría, y mucho, y a nadie le convenía ver los ojos negros del señor Kozlov, mucho menos cuando estaba molesto.

— ¿No hay algo más que te haya pedido? —

— Quería que comprara más ropa para no avergonzar la imagen de la empresa. Pero no he tenido mucho tiempo esta semana. —

— Te llevaré al centro comercial entonces y luego le pediré a Leonard que te recoja ¿Está bien? — A Monique le agradaba más Román que Leonard, quizá era que sus ojos color miel irradiaban confianza aunque se anteponía a su enorme estatura y complexión, pero le agradaba Roman, quien parecía más familiar sereno y amable que Leonard.

— Creo que podría regresar sola a la empresa. —

— ¿Con todas las compras? No lo creo. ¿Hay algo que te moleste? ¿Leonard te ha incomodado? — Ella negó de inmediato para evitar ponerse en una situación comprometedora.

— Simplemente no quiero molestar a nadie. —

— El va a dejarte cuando sales tarde ¿Verdad? — Preguntó Roman mientras tomaba la intersección para dirigirse al centro comercial más lujoso de la ciudad.

— Así es... —

— Hablaremos de eso más tarde entonces. — Ella volvió a asentir y siguió las instrucciones de Roman de tener cuidado en el centro comercial.

Las personas veían extrañados a Monique al comprar la ropa necesaria, los moratones en su cara no se notaban mucho, pero el de su ojos sí que sí.

Compró lo necesario, la ropa elegante que creía que cabría en su pequeño guardarropa, tacones a juego que en su mayoría eran cómodos, porque sabía que tendría que correr o eso le decía su sexto sentido con el Señor Kozlov.

Cada vez que pensaba en él, el vello de su nuca se erizaba, la razón era simple, tenía sangre curativa, las últimas noches había pasado en vela pensando o intentando descifrar lo que el Señor Kozlov era.

¿Era un mago? ¿Un lobo tal vez? Como había leído en los libros, un vampiro no sería porque entonces sus manos se habrían sentido frías cuando fue todo lo contrario.

El tacto contra su piel se sintió fantásticamente confortable, cómodo, suave y tibio. No podía ser un vampiro. Quizá sólo era una persona con habilidades especiales, o eso se decía Monique para no correr por el pánico que su subconsciente quería gritar.

Ropa interior de lujo, le pareció gracioso tener que comprarla, pero ahora no le importaba nada, su vida valía muy poco en realidad, había decidido terminar con ella hace más de un par de semanas.

Ya idea aún rondaba su mente por lo que no le prestaba mucha importancia a lo que ahora hacía, antes ni siquiera se pensaría gastar un par de miles de dólares sólo en ropa, ahora lo estaba disfrutando porque poco le importaba.

Cuando vió un par de abrigos con unos vestidos casuales, quizá fue entonces que el latido en su corazón fue tan fuerte y claro, el latido egoísta de una chica a sus 24 años queriendo gastar el dinero necesario para lograr tener esos abrigos y vestidos.

Aquel sentimiento humano egoísta, tal vez avaro porque ella sólo tenía deudas, pero aquel sentimiento casi le regresaba la esperanza, aquella esperanza de ser como las demás personas, quería vivir un par de semanas más con la excusa de usar la ropa que estaba comprando, porque le había gustado al instante.

Tal vez y sólo tal vez de verdad podría pagar su deuda con el Señor Kozlov dentro de un par de años. Le agradaba más que nunca ahora, pensar que tal vez merecía no sólo tener una muerte planeada sino la esperanza de volver a ser una persona con futuro.

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— Gracias. — Le agradeció a Leonard que fue a recogerla y ayudó a guardar las compras en el baúl del auto.

— No hay problema. — Ambos entraron al auto, y Leonard no podía evitar verla de reojo como un platillo de comida exótico.

— El Señor Kozlov pidió que dejarás las compras en el auto y que cuando saliera del trabajo yo iría a dejarla Señorita Heinz. —

— No creo que sea necesario... —

— Es una orden del Señor Kozlov. — El chofer fue claro, sin embargo aunque no le agradaba la idea ella tuvo que asentir.

Monique casi deja el auto con mucho alivio, no le agradaba la mirada del chófer sobre ella, quizá estaba exagerando, pero no le agradaba.

Observó la hora en su reloj, era la hora en perfecta en la que el Señor Kozlov paseaba un momento en la empresa para observar un par de resultados de sus empleados, muchos le tenían miedo, pero él sólo quería saber que tan cómodos se sentían todos trabajando. O eso decía.

Lo cual era sensato de su parte aunque no lo demostrará con su aura casi asesina, cuando no le gustaba algo simplemente lo decía, odiaba las interrupciones casi tanto como las excusas, aún no había visto que despidiera a nadie.

Aunque el temor de todos a fallarle al Director Ejecutivo, y dueño de la compañía era más grande, así que eso los tenía trabajando y bien, su ambiente de trabajo no era malo en general era bastante cómodo.

— Señorita Heinz. — Kozlov dijo detrás de Monique mientras ella iba por el ascensor.

— Señor Kozlov ¿Necesitaba algo? —

— Creí que había ido de compras. — La observó fijamente, su vestimenta desaliñada.

— Así fue, pero de hecho pensé que era mejor si me apuraba para seguir con el trabajo. —

— ¿Terminaste el nuevo diseño de la agenda? — Ella asintió.

— Todo listo y orden. Me tomé incluso el atrevimiento de ordenar sus asuntos con colores y... —

— No me gustan las cosas coloridas y llamativas. —

— Había considerado eso, así que elegí colores sobrios. — Kozlov asintió, dejándole ver a Monique una pequeña y muy imperceptible sonrisa.

Ella lo estaba conociendo, demasiado.

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora