25. Mi señorita Heinz.

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— Adelante señorita Heinz. — Monique tuvo apretar sus labios avergonzada.

— Gracias. — Asintió entrando antes al auto. Y luego esperando que Kozlov se sentará a su lado mientras Román se dedicaba a encender el auto y conducir.

— Leonard. ¿Qué tal está haciéndolo en su nuevo departamento? Según has escuchado. — Roman suspiró.

— Al principio escuché que sólo acató la orden, pero luego se notó confundido. Al parecer según habló con unos colegas no entendió bien el cambio. — Decía Roman.

— Ya veo. ¿Sabes algo de Hollman? —

— El viernes que se fueron tan rápido de la fiesta muchos se vieron conmocionados. Pero después siguieron con el itinerario. Y si no me equivoco el Señor Dawson se despidió con un discurso. — Informó con simpleza Roman.

— Pedí que mantuvieran vigilado a Hollman y según parece, no dejó el hotel en ningún momento. Hasta el día siguiente. — Kozlov asintió complacido con la información.

— Haz que alguien mantenga un ojo sobre él por cualquier situación que acontezca. — Kozlov no era ningún tonto. Sabía que veía a su humana como a una presa por no haber aceptado su salida.

— Si, Señor Kozlov. — Asintió Roman de inmediato.

— Y si tu ves algo inusual a tu alrededor quiero que se lo digas a Roman. — Pidió a Monique, ella frunció el ceño un poco desconcertada, pero asintió de igual manera.

El resto del camino al trabajo se trató de Monique viendo por la ventana, intentando esconder el latido fuerte de su corazón y fallando en el proceso.

Logrando que con eso Kozlov enlazará su meñique con el de ella en el asiento de cuero del lujoso auto, para tranquilizar ese latir errático en su preciosa humana. Algo que la hizo sonreír débilmente.

Él odiaba el contacto físico, pero su Monique lo tenía atrayéndolo lentamente, su piel olía delicioso últimamente aunque esperaba que su aroma no hubiera cambiado para el resto, no porque le molestara, sino más bien para que no atrajera la atención de muchos otros inmortales.

Kozlov le dedicó una pequeña e imperceptible sonrisa que su humana supo descifrar fácilmente haciéndola sonreír también. Todavía eran jefe y empleada, así que esperaba que sus miradas no los delataran. Eso iba a ser algún tipo de tortura, porque él estaba colándose en su frío y suicida corazón.

— Buenos días. — Sus secretarias lo recibieron como siempre.

— Buenos días. — Respondieron ambos al unísono.

En su caso una Monique un poco avergonzada fue a preparar su agenda de una sola vez. Más tarde iría por su café de la mañana como siempre. Fue a sentarse en su escritorio frente a las otras dos secretarias quienes no había dejado de verla desde que había salido del ascensor.

— Así que... ¿Qué tal te pareció el baile del Viernes Taylor? — Le preguntó la rubia a la pelirroja.

— Sentí que le faltó un poco de clase... — Decía ella viéndose las uñas.

— ¿A ti te gustó Moore? —

— Un poco barato, pero... ¿Qué podíamos esperar si la planeación se tomó a la ligera? — Ambas parecían disfrutar del latir molesto en el corazón de la pequeña humana frente a ellas, que simplemente fingía no escucharlas.

— ¿Qué tal tú? —

— ¿Disfrutaste el baile del viernes Monique...? — La humana volteó a verlas con el ceño fruncido.

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora