— Su abrigo. — Monique notó la sangre salpicada en la enorme mano derecha de Kozlov, y luego también en cómo sus zapatos de cuero italiano estaban salpicados por unas gotas carmesí.
— ¿Q—Qué es eso? — A penas encontró las palabras adecuadas, pero no había que ser un genio para saber que aquellas eran gruesas gotas de sangre.
— Camina conmigo. — Pidió su jefe, sacando a su empleada de la sala de conferencias con dirección a su oficina.
Su limpio traje azul tenía un par de gotas rojas, y a juzgar por la mirada de pánico de Monique y el rápido latido de su corazón, Kozlov sabía que ella sabría más o menos lo que había ocurrido.
— ¿Está muerto? — Su jefe rió un poco, quitándose el blazer hecho a medida y caminando al baño de su oficina, Monique aún sostenía el abrigo en sus manos como si fuera un seguro que no quisiera soltar.
— Siempre doy segundas oportunidades Monique, todos las merecen. — Confesó su jefe quitándose la camisa frente a una asistente que evitaba ver su cuerpo perfecto como si fuera la peste.
Porque el cuerpo casi pulcro de su jefe era demasiado tentador para gusto de Monique, él no era en extremo musculoso, pero si tenía un cuerpo ancho, robusto y fornido.
Sus músculos no eran exagerados, y si no fuera porque se trataba de su jefe quizá pensaría que era el siguiente modelo en aparecer en alguna revista.
— Tráeme una camisa y un pantalón del armario. — Le pidió apuntando un pequeño armario dentro del enorme baño lujoso de su oficina.
Monique hizo lo que su jefe pidió, y a juzgar por el latir de su corazón preocupó a Kozlov, ¿Porque el pequeño corazón de su empleada podía palpitar tan rápido?
— ¿Estas bien? — Le preguntó curioso, quizá tenía algún tipo de ataque de pánico, o algo peor.
— Si. — Respondió tajantemente, pero el latido en su corazón estaba errático.
Sin saber en qué lugar del baño colocar sus ojos y que no fueran el cuerpo del hombre que había tenido sangre en sus manos unos momentos antes. Definitivamente los vampiros eran lo peor, el Diablo mismo en persona, tentándote tan fácilmente.
— ¿Te asusta pensar que lo maté? — Preguntó Kozlov con la mirada seria mientras se colocaba con toda la calma del mundo su pantalón de vestir.
— Supongo que esto es rutinario a juzgar por la tranquilidad de sus empleados. — Ella sí que se fijó en cómo sus empleadas llamaron al servicio de limpieza por sangre en la sala de conferencias.
— ¿Me tienes miedo Monique? — Ella fijó ahora sus ojos marrones en aquellos ojos encendidos como lava de su jefe. Tan rojos que daban miedo, y pondrían a temblar a cualquiera.
— Mentiría si digo que no, pero no tengo miedo de su persona, de tener una muerte violenta sí. — Admitió con sinceridad.
— Odio cualquier clase de dolor, si soy sincera. — Apenas le alcanzó a sonreír a su jefe en un intento de mostrarle que no temía que él supiera de sus debilidades.
— Me agrada. — Admitió en cambio Kozlov. Podía ver el miedo reflejado en los ojos de su empleada, pero aquel miedo estaba justificado, y en cambio no había huido como muchas humanas a intentar abrirle los ojos al mundo y revelar los secretos de muchos inmortales.
— Iremos a cenar hoy. Quiero un filete. — Le informó a su asistente.
— Extrañamente tengo mucha hambre. — Le sonrió a Monique mostrando sus hoyuelos, así como un par de colmillos que lo delataban, mientras terminaba de abotonar su camisa de alta costura.
— ¿Le reservó en algún restaurante de...? —
— Reserva en el restaurante que más te gustó la semana pasada, mesa para dos. — Ella asintió y sintió alivio al poder salir tranquila de la habitación.
— Otra cosa Monique. — Ella prestó atención volteando a verlo en sus tacones negros de charol.
— Ve a que te extraigan un poco de sangre, creo que será bueno con el aperitivo. — Ella decidió asentir como si nada, pero claramente ella se sentía ajena a ese nuevo mundo.
Un mundo en el que ahora dependía en que tan bueno era el sabor de su sangre. ¿Algún día él se cansaría del sabor o aroma de su sangre?
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— Gracias. — La voz de su asistente era silenciosa mientras recibía su plato de comida.
Era una cena que antes hubiera pagado con todo su sueldo, y no estaba segura si ese plato saciaría su apetito hasta hartarse, porque las porciones eran minúsculas, como si un niño pudiera comer el plato fuerte de un sólo bocado.
— ¿No tienes apetito Monique? — Ella fijó su mirada en su jefe. Parecía tan tranquilo luego de prácticamente casi matar a alguien.
— No mucho. — Admitió incómoda de pronto.
Como si alguien además de su jefe tuviera los ojos puestos en ella, a pesar de que ella misma había reservado ese lugar especialmente alejado del resto en el restaurante.
— ¿Ha sido mi culpa? — Pregunto Kozlov engullendo un bocado, y masticando lentamente, como si se contuviera a sí mismo teniendo un plato aún más fuerte frente a él, y no era precisamente el alimento en la mesa.
Su empleada lucía extrañamente encantadora esa noche, con aquella mirada perdida que muy pocas veces mostraba, o con aquella incertidumbre que se alzaba en el aire sin saber qué hacer con eso.
— Más bien, hubiera preferido comer en un lugar más privado, como en casa. — Admitió Monique, Kozlov volteó su vista a su alrededor, notando las miradas de muchos humanos en ambos.
Porque no había servido de mucho pagar esa mesa cara alejada de todos, si igualmente eran visibles para todos. Y esa cámara que sin previo aviso les tomaba un par de fotos maleducadamente.
— ¿Te molesta que te vean conmigo? — Preguntó Kozlov, estaba al tanto que muchos humanos hacían artículos hablando acerca de él en muchas revistas.
Acerca de con quién salía o incluso les interesaba los restaurantes que visitaba, sería gracioso si se enteraban de la verdadera dieta que el de los colmillos afilados debía seguir para sentirse satisfecho.
— Siempre he odiado la atención de las personas. — Fue sincera Monique comiendo tan rápido como podía, pero aquella molestia al filo de su cuello había estado ahí la última semana. Como si alguien la siguiera de cerca.
— No me sorprende, así mismo yo también lo encuentro desagradable. — Pero él sabía de la molestia que su empleada estaba experimentando.
— En tu caso has llamado la atención seguramente de uno de mis socios. — Monique casi suelta su cubierto, y a punto de caer al suelo, el brazo de Kozlov fue más rápido.
— Tranquila Monique no dejaré que te pongan un dedo encima. — Asegurándose que no estuviera a la vista de más humanos, Kozlov tragó el contenido de un tubo de sangre con rapidez luego de terminar su platillo, su sonrisa roja y ardiente se ensanchó en ese instante.
— Lo dice que como si quisieran hacerlo. — Murmuró ella, terminando con su plato y su último trago de bebida suave.
— Oh Señorita Heinz, se sorprendería. — Kozlov levantó su mano en ese instante pidiendo la cuenta. Tras hacérsela llegar y que este pagara ambos fueron al auto que los esperaba fuera casi como siempre.
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Más Dulce que la Muerte.
VampirosMonique está pérdida, no encuentra salida alguna más que un horrible intento de suicidio, decide acabar con su vida para no tener que seguir soportando sus problemas como siempre. Un intento de familia que escapó dejándola con tantas deudas que su s...