11. Un cuerpo sincero.

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La boca de Monique casi cae al suelo al ver la mansión que era la simple "casa" del magnate, aunque de simple no tuviera nada. Enorme. Pero desde que se fijó en el exterior notó aquel aire bohemio moderno, robusto y casi rozando lo rústico.

— Lleva las cosas de la señorita Heinz al interior. — Pidió Kozlov a Leonard cuando estacionaron, y no sólo fue su empleado quien se asombro, sino Monique quién se asombraba por la petición también ¿Porque llevaría sus cosas al interior? ¿Cómo para qué o qué?

— ¿Para qu...? —

— No me gusta que me cuestionen. — Replicó antes que Monique siguiera hablando.

Leonard y Monique siguieron los pasos de Kozlov a través de la gran puerta principal.

— Ya puedes irte. — Le pidió a Leonard su jefe. Cuando este había dejado las cosas en una sala de que estaba en medio de la enorme entrada.

— ¿Espero por la señorita Heinz o vuelvo más...? —

— La señorita Heinz dormirá aquí hoy. Así que ya puedes retirarte. —

A Monique casi le daba algo al escuchar aquello, sus manos casi temblaban, pero decidió guardar sus sentimientos para sí misma ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Iba a matarla? ¿Qué iba a hacer? ¿Porqué?

— Oh Buenas noches entonces. — A Leonard le disgustó tanto, pero decidió guardar de su rostro el verdadero disgusto. Cuando Leonard salió de ahí y encendió el auto Kozlov casi escuchó a Monique suspirar de alivio también.

— ¿Ha hecho algo que te moleste? — Monique casi se sobresaltó, pero negó con rapidez. — Tu cuerpo es más sincero. — El latido errático de su corazón llegaba hasta los oídos de Kozlov.

— ¿Cómo? — Sus mejillas estaban rosadas, aunque no fuera del todo notable por los moretones. Él siempre era tan frío y distante que a veces se olvidaba que era un hombre, y de repente se sintió incómoda al pensar en las razones por las que Kozlov la había llevado a su casa.

— Tu cuerpo es más sincero que cualquier cosa que digas Monique. — Esa era la primera vez que la llamaba por su nombre.

— Yo no sé de qué... —

— No estamos en el trabajo, aunque sigas cumpliendo con tus responsabilidades. Sólo quería dejar en claro un par de cosas. Ven conmigo. — Habló después de quitarse su abrigo caro.

Lo siguió entre las enormes paredes que se adornaban con cosas que gritaban por lo alto su calidad y valor. Lujo estaba estampado hasta en las esquina de la enorme casa.

Hubiera salido corriendo si el pasillo por el que iban entrando, y las escaleras hacía un sótano no estuvieran tan iluminadas, se sorprendió al encontrarse una puerta que parecía más que antigua.

Al abrirla se encontró con tallados de uvas que parecían de oro en las paredes, un par de botellas e incluso un barril que revelaba lo que eso era, alrededor de un juego de muebles rojos y negro en el centro.

— ¿Va a catar vinos? —

— Es algo que me gusta hacer no lo voy a negar. — Kozlov fue a tomar una botella, un par de copas que sabía que iban a necesitar, junto a un abrecartas, que no sabía para que realmente iba a utilizar y con su mano le indicaba a Monique que fuera a sentarse frente a él en un cómodo sillón.

— No me sorprende Señor Kozlov. — Decía ella sentándose, y hundiéndose en lo que parecía el sillón más cómodo en el que alguna vez había estado.

— Ivan es mi nombre, fuera del trabajo puedes llamarme así, Monique. — Ella suspiró con asombró y asintió.

— ¿Puedo atreverme a hacer una pregunta, Señor...? — Kozlov enarcó una ceja. — ¿Ivan? —

— Preguntame lo que desees. — Él colocó frente a ella una copa vacía. Mientras en cambio llenaba su copa, con el vino más espeso que había visto en su vida.

— ¿Por qué voy a pasar la noche aquí? Dijo algo sobre no contacto... — Aquella ceja en Kozlov volvió a elevarse y ella sabía interpretarlo como asombro. — No pude evitar divagar... —

— Entiendo. — Kozlov soltó su corbata poniendo aún más nerviosa a Monique. — Puedes dormir tranquila, no hay lugar más seguro en el país que en donde estamos. Hay seguridad las 24 horas, y la casa fue construida como una fortaleza. —

— No sé quién me protege de... Usted. — Vaciló al decirlo viendo sus ojos profundamente azules, casi como el día en que salvó su vida.

— Si te quisiera muerta, no te habría salvado. —

— Buen punto. — Ella apenas sonrió. Pero no entendió cómo es que aquel vino rojo no le fue servido a ella también, cuando él parecía entusiasta con el líquido en su copa bebiendo tragos fuertes y largos, acabando en poco tiempo con el contenido, y colocando la copa vacía frente a él otra vez.

— ¿No hay algo más que quieras saber? — Había mucho que Monique quería saber, pero tenía más miedo a preguntar. Y se estaba perdiendo en aquellos labios de pronto demasiado rojos por el vino en la tentadora boca de su jefe.

— Prefiero tener un par de misterios para mi. —

— Me sorprende saber eso, ya que yo no estoy tranquilo hasta que no tengo el control sobre todo lo que quiero. — Ella tragó fuerte al ver a su jefe comenzar a desabotonar las mangas de su camisa y enrollarlas. Habían extrañas marcas por sus brazos.

— ¿Qué va a...? — Sorpresa suya fue ver como Kozlov metió el abrecartas frente a ella justo en su muñeca deslizándose sobre su piel como si fuera mantequilla y vaciaba la sangre en la copa frente a ella.

Un par de segundos más tarde la copa apenas tenía un par de tragos con la sangre de Ivan Kozlov, su jefe, su héroe, un hombre más que misterioso escalofriante, porque no podía evitar los escalofríos que la recorrían de pies a cabeza.

— Bébelo. — Pidió ofreciéndole la copa, una que ella realmente veía con asco.

— ¿Quiere que...? —

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora