— ¿Te gusta alguno? — Monique negó de inmediato.
Eran demasiado caros, eran preciosos, porque la mayoría lo eran, pero simplemente no iba a admitir que si tuviera todo el asqueroso dinero que costaban, tal vez, sería egoísta y gastaría el dinero en una de esas enormes piedras frente a ella.
Sabía muy poco sobre piedras preciosas o diamantes. Eso no era lo suyo, lo suyo había sido organizar que los proveedores de la línea y diseñadores de cada uno de los artefactos llegaran al lugar a tiempo y con toda la seguridad posible.
— No... — Fue sencilla. Pero Kozlov sonrió de lado al ver cómo le brillaban los ojos con curiosidad mientras veía cada uno de los diamantes y joyas frente a ella.
Sus latidos se aceleraban un poco cuando emocionada pasaba su linda mirada por un par de collares y aretes inspirados del siglo XVII.
— Te gusta este. — Asintió él... Acertando, y ella asintió avergonzada, era demasiado, ¿Porqué le estaban atrayendo tanto las cosas extravagantes?
Incluyendo su vestido, ese collar precioso de enormes gotas de diamantes y su jefe, eran las cosas más extravagantes que había comenzado a querer para ella... No sabía porqué, o cómo, pero una extraña confianza que antes no tenía se estaba colando en sus huesos, y le agradaba.
— Es muy hermoso. — Admitió sin poder dejar de verlo.
— ¿Te gustaría ponértelo? — Ella negó de inmediato, realmente avergonzada. — No queda con el vestido... — Negó diciendo eso como excusa, pero su jefe podía ver aquel pequeño anhelo en sus hermosos ojos.
— Cualquier cosa que uses te quedaría bien. — Ella rió, y negó al mismo tiempo.
— Señor Kozlov, parece que ha sido demasiado halagador hoy. Se ha tomado muy en serio el que yo sea ahora su acompañante. —
— No vas a negar que ambos estamos disfrutando un poco de esto. — Ella tragó fuerte, no quería confundirse con sus palabras tan amables, él era su jefe después de todo.
— Cierto, desconectarnos del trabajo un poco siempre hace bien. —
— No me refería a eso del todo... — Y ella suspiró con pesadez.
— Yo, si... Señor Kozlov. — La mirada de su pequeña humana era de advertencia, y al parecer quería mantener las líneas preestablecidas.
Las líneas que no debían cruzarse como empleada y su jefe, como donante y consumidor, como propiedad y propietario, o tal vez simplemente como una humana sencilla y un inmortal de un linaje intacto.
— Lo sé... — Él recibió una de las copas que eran servidas en bandeja, y tuvo que tragar su contenido para evitar seguirla viendo como lo hacía porque quería beber de ella directamente.
— Iré un segundo al baño. — Comentó Monique, a lo que él asintió.
Tuvo que caminar al otro lado del salón, recibiendo miradas de curiosidad, admiración y envidia, ¿Por qué muchos la veían como si fuera comida? Decidió seguir con lo suyo, al entrar al amplio baño, sonrió de inmediato viéndose al espejo, su vestido y maquillaje estaba impecable, por primera vez creyó haber escogido muy bien.
Luego de lavar sus manos con calma, y tranquilizar un poco su corazón, respiró fuerte una vez más. Su jefe no se lo estaba poniendo muy fácil. Y ella era de las que le gustaba planear todo, su jefe y ella sobrepasando las líneas establecidas no estaban en su mente, las consecuencias de eso sólo iban a dañarla a ella.
— Nadie se acostumbra a las atenciones de Kozlov. — Reconoció esa voz enseguida.
— Lo sé, con permiso Señorita D'Ambrey. —
— No te ilusiones, Kozlov siempre hace lo mismo con sus humanas, las ilusiona, les extrae un poco de sangre, y después terminan como cadáveres porque para él es imposible detener su sed. —
— Nadie dijo que yo iba a ilusionarme. — Negó Monique, con una pequeña sonrisa. Por la mirada de la inmortal ella sabía que sólo estaba teniendo un ataque de envidia.
— Él es sólo mi jefe. —
— Si, y yo sólo soy una simple humana ¿Verdad? —
— Eso no me incumbe Señorita. — Pero Monique se cruzó de brazos. — Así como a usted tampoco le incumbe lo que me deje o no de ocurrir. ¿Verdad? Así que... Con su permiso. —
Ella dio la vuelta meneando sus caderas como la diosa que era. Sabía que podía meterse en problemas con su jefe por hablarle así a su "prima lejana", pero poco le importaba.
Estaba por dar más pasos hacia su acompañante de la noche, pero lo vio rodeado de más personas, y no quería interrumpir. Su debilidad apareció ante sus ojos, unos pequeños bocadillos, precisamente unos crocantes con una crema en el interior que se derretía en sus labios.
Caminó hasta ellos agradecida de que tendría la suficiente privacidad tras el evento como para degustarlos. Ya los había "saboreado" ese mismo día temprano cuando corroboró que todo estuviera en orden antes del evento, y decidió elegantemente a tomar unos pocos entre sus labios perfectamente rojos.
— Tardabas demasiado. — Ella tragó el bocadillo con rapidez, al ver a su jefe a su costado. — ¿Te gustan esos? —
— Son deliciosos, y un dulce exquisito. — Admitió, y él quitó con una sonrisa el dulce en una pequeña esquina de su labio rojo, llevándolo a su boca lo probó.
— No tanto como tú. — Sus mejillas ardieron. Muchos había visto ese acercamiento. El que él probará el dulce directamente de sus labios, se veía demasiado íntimo como para ser sólo su empleada.
— Creo que las demás personas van a malinterpretarlo. — Él sonrió, sus ojos azules estaba comiéndola lentamente.
— Nunca he sido la clase de hombre que le interese lo que otras personas piensen, Monique. —
— Señorita Heinz... Y—Y a mi si. — Retrocedió al verlo acercarse demasiado. Su enorme mano deslizándose otra vez en su espalda desnuda le erizó la piel. — ¿Q—Qué h—haces? — Sus ojos gritaban nerviosismo y miedo al mismo tiempo.
— Tener cuidado de ti. — Sus dedos enormes se enterraron deliciosamente en su piel. Y aquello la hizo cometer quizá uno de los mayores errores de su vida.
— N—No te a—acerques Iván. Uh ouch. — Se mordió la lengua sin querer.
Kozlov volteó a ver a su alrededor, muchos inmortales olerían el aroma de su sangre, pero ¿Sólo él tenía permitido probar, verdad? Tomó su barbilla, y su mano se cerró casi delicadamente en su cuello. Buscó sus labios con el hambre que tenía en sus ojos.
Esos labios eran un cielo si es que existía alguno, tan suaves y apenas recordaba que efectivamente estaba saltándose cualquier protocolo besando a su empleada con sus socios, y empleados a su espalda.
Cuando su lengua impactó con la suya, la sensación de hambre se extendió a todo su cuerpo al sentir esas pequeñas gotas de sangre exquisita en su boquita caliente.
Se aseguró de pegar sus pequeñas curvas envueltas en ese vestido ajustado a su enorme cuerpo, su espalda desnuda estaba tentándolo tanto. Jamás había perdido el control de sí mismo, pero su humana lo había llevado al extremo.
— N—Nos están viendo. — Ella jadeó un poco entre sus brazos, se sentía un poco obscena por excitarse en plena fiesta con todo el mundo mirando indiscretamente.
— N—Nos... — Sus ojos parecían querer volverse lava, y su jefe tenía una sonrisa de completa locura en su rostro, la tenía pegada a él, cómo si no quisiera que se alejará, como si no la fuera a dejar escapar.
— Eres mía, Monique Heinz. Creo que es justo que ellos también lo sepan. —
Sus labios la buscaron otra vez, y contrario a la vez anterior ella se rindió, se rindió un momento a su agarre posesivo en sus caderas, y se rindió ante la deliciosa sensación de sus labios junto a los suyos, su lengua junto a la suya, se rindió ante sus ojos un poco psicóticos, quebrados.
Su sangre, sus curvas y sus labios habían logrado que el gran Iván Mikhail Kozlov perdiera la compostura.
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Más Dulce que la Muerte.
Про вампировMonique está pérdida, no encuentra salida alguna más que un horrible intento de suicidio, decide acabar con su vida para no tener que seguir soportando sus problemas como siempre. Un intento de familia que escapó dejándola con tantas deudas que su s...