14. Normas del contrato.

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— Es hora de trabajar. — Habló Kozlov levantándose de su asiento. — Ven conmigo. — Pidió a su asistente molesta que en cambio hojeaba en su portafolio con la mayor rapidez que podía intentando encontrar una de esas cláusulas que tal vez no había leído en su contrato.

Ella lo siguió aún concentrada en su mayor problema. No se fijó en la grada de la que casi cae por colocar mal su tacón alto, un Kozlov un poco irritado por su descuido la detuvo.

— Monique presta atención por donde caminas. — Pidió sujetándola del brazo y viéndola fijamente.

— Duele. — Se quejó Monique por el agarre en su brazo izquierdo. Fue entonces que él se dio cuenta que había usado demasiada fuerza.

— Sólo presta más atención. — Pidió soltandola tan pronto como ella estaba a salvo escaleras abajo.

— Señor. — Un Leonard intrigado con la razón de porqué ellos dos se miraban tan cercanos los interrumpió.

— Buenos días. — Decía Monique un poco avergonzada por lo que acababa de suceder.

— Buenos días. — Le decía Leonard sonriéndole de pronto.

— A trabajar. — Les interrumpió Kozlov, pues no dejaría que Leonard intentará algo con su asistente.

Todos se subieron al auto designado, y Monique se sentó junto a Kozlov, la incomodidad podía sentirse en el ambiente o al menos los dos vampiros escuchaban el latir molesto de Monique.

— ¿Sigues molesta? — Preguntó Kozlov. Más ella siguió hojeando en su portafolio el contrato.

— Claro que estoy molesta. — Murmuró. — Por si no lo recuerdas soy el alimento aquí, y seguramente en todo el edificio. — Leonard prestó atención a aquello, ¿Porqué tenía la confianza de hablarle así a su jefe?

— Puedes caminar tranquila por todo el edificio, si alguno de mis empleados intenta hacerte daño o sobrepasar los límites. Puedes estar segura que no me quedaré de brazos cruzados. — Kozlov dijo lo último viendo a Leonard por el retrovisor, dándole una clara advertencia.

— Llegamos señorita Heinz. — Dijo su jefe bajando de su auto y haciéndola seguirle.

— Gracias. — Agradeció Monique por el viaje siguiendo a Kozlov de cerca.

Los de seguridad abrieron paso rápido al dueño del edificio y de la empresa.

— Buenos días Señor Kozlov. — Él también respondió a su saludo.

— Buenos días. — Cuando ambos llegaron al ascensor la tensión era fuerte en el aire, la molesta empleada con su jefe quería sacarle los ojos con una cuchara.

— ¿Por qué estas molesta? De todas maneras perdiste tu vida cuando saltaste del puente. — Ella agradeció que ambos estaban solos en el ascensor.

— Perdí una vida miserable, si. Pero era mía ¿Entiendes eso Ivan Kozlov? Mi dignidad no va a pagarse en millones, yo decido que hacer, como hacerlo y cuándo hacerlo. — Fue ahí donde Kozlov le mostró por primera vez una sonrisa genuina.

— ¿Qué? — Preguntó cuando no sabía porqué su jefe le sonreía después que acababa de gritarle.

— Es un poco interesante ver cómo la empleada que va a pasar prestando sus servicios hasta que yo lo diga, cree tener el control. — En realidad le excitaba, pero nunca iba a admitir que la mirada molesta y el tono desafiante de una humana lo tenían excitándose por su sangre.

Las puertas del ascensor se abrieron y Monique fue la primera en salir casi corriendo hacia su escritorio, las secretarías ya no sabían ni que pensar, ¿Por qué venían juntos? Ellos nunca venían juntos en las últimas semanas, lo que era más extraño aún, era aquel ambiente de tensión entre ambos cuando ellos siempre trabajaron muy bien.

Ahí estaba Monique repasando las normas del contrato llegando a un par que le llamaron la atención. Kozlov se paseó con su traje hecho a medida como si nada fuera diferente, y fue a sentarse a su escritorio, a pesar de que Monique hiciera todo lo que debía hacer, los demás empleados notaban su rostro serio y no sonriente, además de aquella fría mirada dirigida a Kozlov.

Terminó de leer el contrato justo antes del almuerzo, en donde un Román se detuvo al ver que Monique embestía la puerta de la oficina de su jefe, y todos se quedaron sorprendidos por su actitud, ella siempre era complaciente, pero muy educada.

— No voy a ser una prostituta. — Negó Monique tras abrir la enorme puerta a su oficina, interrumpiendo a Kozlov en una llamada que no colgó.

— Ha sido un placer. — Colgó la llamada tras terminarla, enfocándose en su asistente de brazos cruzados frente a él. — ¿Sobre qué querías hablar? —

— No pienso ser como una prostituta. — Negó ella. — No tengo nada contra el oficio, pero no va a ser lo mío. — Le agradaba lo directa que era cuando estaba molesta.

— No estoy pidiendo que me ofrezcas servicios sexuales. — Negó él.

— Casi lo dice en... A ver, déjame revisar otra vez en NORMAS. — Exclamó Monique en voz alta y siguió leyendo. —

Sueño: La empleada garantizará que duerme como mínimo siete horas diarias. ¿Para qué diablos quieres que duerma tanto? Además ¿Y esto?

Comida: Para cuidar de su salud y su bienestar, la empleada comerá frecuentemente los alimentos incluidos en una lista que le proporcione su nutricionista de confianza (Si no lo tiene se le hará cita con uno que este al tanto de el donativo al que se someterá el cuerpo de la empleada/humana leal a su empleador) ¿Porqué necesito un jodido nutricionista?

¿Qué hay de lo demás que no quiero leer? ¿Cómo esto...? — Apuntó una norma que no sabía a que se refería.

Facultades personales: La empleada/humana leal a su empleador deberá seguir las órdenes de su jefe empleador Ivan Mikhail Kozlov al pie de la letra.

La empleada podrá realizar cualquier actividad que quiera o desee, todo y cuando no ponga en peligro su vida, o la de terceros.

— Debe lealtad incondicional a Iván Mikhail Kozlov hasta el día de su muerte. —

Sangre: La empleada no se puede realizar transfusiones de sangre sin el consentimiento de su empleador.

No puede donar sangre.

No puede establecer un pacto de sangre con otro inmortal (Por obvias razones) ¿Cuáles eran las obvias razones? Monique no las sabía. —

— Su sangre es sólo y de pertenencia exclusiva de Ivan Mikhail Kozlov. —

— Su cuerpo que es el portador de su sangre es una extensión más del lote de propiedad del señor Iván Mikhail Kozlov. — Terminó de leer, sabiendo que prácticamente había hecho un pacto con el diablo.

— Se trata de tu salud, no quiero que lo que sea que hagas en tu vida diaria afecte de alguna manera tu sangre. — Él se concentró de nuevo en su que hacer.

— ¿C—Cuando puedo terminar el contrato? — Indagó. — ¿Cuando pague con trabajo todo lo que debo? — Ella no tenía prisa, tampoco le preocupaba su salud, simplemente no iba a dejar que su dignidad fuera pisoteada una vez más como había hecho su familia con ella.

— Sólo hay una forma en la que el contrato sea anulado. — Él sonrió. — Cuando pierda todo el interés. Puedes estar tranquila, es la primera vez que hago un contrato con éstas medidas, pero por lo general me aburro con facilidad. — Ella respiró con alivio.

Si tan sólo la insípida, pero muy hermosa secretaria supiera que su sangre no era precisamente "aburrida", mucho menos fácil de olvidar, tanto como ella. 

Más Dulce que la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora