Más Dulce que la Muerte.

34. ¿Huir?

Monique se había dado un largo baño esa mañana luego de amanecer inevitablemente en los brazos de su inmortal, ni siquiera lo sintió llegar la noche anterior, se había acostumbrado a la cercanía de su cuerpo tanto como si fuera una segunda piel.

— ¡Monique! ¿Te espero abajo? — Le preguntó Ivan a través de la gran puerta hacia el baño.

— Si, ya salgo. — Respondía la humana con tranquilidad, en realidad estaba agradecida de no tener que ir a trabajar en su segundo día de período, pero tampoco podía evitar la rutina propia a la que se había sometido en los últimos meses.

Se preguntaba ¿Qué le había hecho tardar tanto a Kozlov para que regresará tan tarde? Por la tranquilidad con la que había dormido a su lado esperaba que fueran buenas noticias, o eso quería creer.

Aunque ¿Qué se podría decir que preocupara a un inmortal que le había arrancado la cabeza a dos de sus empleadas sólo por percibir su encantador aroma a sangre humana?

Monique se puso un pantalón de chándal para estar tranquilamente por la casa, y una sudadera que la ayudaba con ese frío que se sentía a buena mañana. Caminó tranquilamente con un Kozlov que prácticamente terminaba de servir sus desayunos.

— ¿Pasa algo? — Preguntó al ver su rostro tan pensativo. — ¿Roman está bien? — Le preguntó preocupada por su guardaespaldas.

— Está perfectamente bien. — Asintió él de inmediato.

— ¿Y? — Preguntó impaciente Monique mientras se sentaba y recibía su café caliente a buena mañana.

— ¿Y qué? — Él le tendió su desayuno.

— ¿Cómo está él? ¿Va a sobrevivir? ¿Te dijo algo? —

— Estará trabajando en la tarde. — Aquello la conmocionó, más no la sorprendió. Después de todo ella había pasado de morir por tantas fracturas golpes y somníferos a estar en perfecto estado en dos días con la sangre de su Inmortal.

— ¿Le diste de tu sangre? — Kozlov sonrió con una pequeña risa burlona que no le llegó a los ojos.

— Sólo has sido tú la receptora. — Admitió él, como si intentará borrar pequeños flashbacks desagradables que ocupaban su mente.

— ¿Y qué sucedió? — Él terminó de sentarse a la mesa y cruzó sus manos como hacía cada vez que estaba a punto de negociar algo importante.

— Venderé la empresa. Estaba pensando en negociar tan pronto sea posible. Y mudarnos tal vez a un lugar mucho más discreto. — Monique frunció el ceño. Dejó el tenedor en su lugar y cuando terminó de tragar el bocado volteó a verlo con miles de preguntas en su mente.

— ¿Vas a vender a tu bebé? — A su humana se le escapó una sonrisa divertida.

— Estás... Como te digo, no quiero ofenderte con términos humanos. Pero creo que estás divagando. ¿Hay algo de lo que no me he enterado que es necesario que sepa? — Preguntó ella dejando de lado su plató y cruzándose de brazos sin bajar la mirada al verlo.

— Sé que seguramente eso hagan cuando consideran que ya es el tiempo suficiente para retirarse por haberse expuesto demasiado al público, pero tu empresa apenas tiene 20 años. Quiero una buena y verdadera razón por la cual quieres tomar una decisión de tal magnitud en tan poco tiempo. —

El inmortal de ojos azules sonrió, su humana era perspicaz.

— Dime algo Monique... Sabiendo lo que sabes de mí, ¿Todavía no deseas huir? — Ella entrecerró los ojos, sin bajar su guardia.