•°Perdida°•

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Malfoy se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidos. Harry no esperó a ver si había dado en el blanco, sino que saltó de la tarima y se apartó con rapidez. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso. Entre cuerpos que corrían y destellos luminosos. Alaria se deslizó cuidadosamente por el suelo.

—¿estás bien, Al?— Pregunto Harry. Ella lo miro a los ojos mientras asentia.

En ese momento, un hechizo dio contra el suelo entre ellos dos, produjo una
explosión y dejó un cráter justo donde Neville tenía la mano hasta unos segundos
antes. Los tres se alejaron de allí arrastrándose; pero entonces un grueso brazo salió de la nada, agarró a Harry por el cuello y tiró de él hacia arriba. Harry apenas tocaba el suelo con las puntas de los pies.

—¡Dámela! —le gruñó una voz al oído—. ¡Dame la profecía!

El hombre le apretaba el cuello con tanta fuerza que Harry no podía respirar. Con los ojos llorosos, vio que Sirius se batía con un mortífago a unos tres metros de distancia; Kingsley peleaba contra dos a la vez; Tonks, que todavía no había llegado al pie de las gradas, le lanzaba hechizos a Bellatrix. Por lo visto, nadie se había dado cuenta de que Harry se estaba muriendo. Solo Alaria, quien alzó si varita. No dijo nada, el mortífago lo soltó sintiendo una enorme punzada en sus ojos, perdiendo la vista. Alaria abrió los ojos. Era un hechizo de magia negra, y no sabía si funcionaria. Al ver a su tío pelear con un mortífago, fue en dirección contraría encontrándose con Rookwood que intentaba atacar por detrás a Tonks.

—¡Rookwood!— dijo la Azabache—. ¡Desmaius!

El había volteado muy tarde. Termino aturdido, tiempo suficiente para hacerle un embrujo zancadilla. Alarik Castle estaba parado enmedio de todo. Alaria alzó su varita hacia el. Tonks que ya había terminado de bajar los escalones llegó a ella protegiendo su espalda. Alarik miró todo con decepción. Sin ganas de quedarse. Y así fue. Despareció mientras todos los demás peleaban tanto como podían.

—¡Quiero que te vayas de aquí!— ordenó Tonks.

—¿Que me quedé para ayudarte? ¡Si, prima hermosa— Alaria lanzó un hechizo hacia—. ¡impedimenta!

—¡incendia!— la voz distorsionada de Hope llegó a sus oídos. Todos estaban concentrados en sus respectivos duelos. Y en proteger los que Harry tenía. Que se habían olvidado de las Slytherin. Afortunadamente eran las mejores de su clase.

Alaria hizo un protego viendo al viejito que los salvaría. Tal parecía San Pedro. Enmarcado por el umbral de la Estancia de los Cerebros, estaba Albus Dumbledore, con la varita en alto, pálido y encolerizado. Dumbledore bajó a toda prisa los escalones pasando junto a Neville y Harry, que ya no pensaban en salir de allí. Dumbledore había llegado al pie de las gradas cuando los mortífagos que estaban más cerca se percataron de su presencia y avisaron a gritos a los demás. Uno de ellos intentó huir trepando como un mono por los escalones del lado opuesto a donde se encontraban. Sin embargo, el hechizo de Dumbledore lo hizo retroceder con una facilidad asombrosa, como si lo hubiera pescado con una caña invisible. Alaria dejo caer su cuerpo. Tonks se acercaba a ellas. Corriendo y totalmente preocupada.

—¿Te sientes bien?— ella asintió

Sólo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Alaria vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella. No sé había percatado que la loca aún seguía luchando contra su tío.

—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación. El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.

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