•°Lennox Sloane°•

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Sus zapatos sonaban como un leve picoteo en el suelo de mármol. Estaba impaciente. Narcissa había ido a Hogwarts, el imbécil de Harry había maldecido a Draco. Snape había llegado tan pronto, comunico el asunto. El hechizo que el creo fue usado contra el platinado. No podía contener las ganas ejercer la maldición cruciatus sobre el elegido. Si tan solo estuviera en Hogwarts en ese momento lo habría matado seguramente. No podía hacer eso, no si quería seguir siendo la favorita del hombre sin nariz y cejas. Una mano masculina detuvo su pierna ,miró al causante. Alarik apretó levemente su pierna. Lo miro a los ojos ,pudo notar que dentro de su pupila gris habían unas ligeras motas de verde esmeralda en ellos. Lo cual era raro. Aunque no tanto ya que si lo relacionaba se parecía a los colores de su casa de Hogwarts.

—Te pierdes la diversión— mencionó, divertido.

Enarco una ceja angustiada.

—Lo siento.

—Es divertido ver cómo Bellatrix quiere darle chocolates de San Valentín a Valdomerito— confesó mirando a la chica.

—No es San Valentín— recordó.

—Lo sé— contestó recargando su cuerpo en el respaldo—. Pero con la maldición imperio no tiene por qué hacer ese tipo de cuestiones.

Alaria sonrió. Su relación con Bellatrix había mejorado. Por así decirlo. Cuando salían juntas a cualquier misión para matar muggles o traidores. Dejaba que se divirtiera como bebé en un parque de diversiones. No quería verse envuelta en esa situación. Tenía miedo que si no aprendía a establecer límites. Terminaría siendo una completa ególatra idiota sin nariz. El peso de Alarik cayó en su hombro.

—¿Que haces?

—Estoy intentando pasarte mis energías para que dejes de ser amargada— restregó su cabello azabache en su hombro.

—Mi abuela Walburga dice que hay momentos para divertirse, y este no es uno de ellos— se cruzó de brazos empujando a Alarik—. Me preocupa Draco.

Alarik suspiró estirando sus brazos.

—Cariño, el está allá y tu aquí, debes preocuparte por quién llevaras dentro de Hogwarts— Alaria lo miro.

—¿No irás tu?

Negó.

—Hogwarts está prohibido para mí— contestó con frialdad—. Debo irme.

Alaria se tenso. Verlo partir era extraño. Estaba aterrada, su confianza se basaba más que nada en que el estuviera ahí para tomarlo la mano cuando Albus Dumbledore muriera. Su padrino, el cual estaba dispuesto a encerrarla. Dolía mucho. Lo quería realmente, y sentía que si el lo pidiera, lo perdonaría. No sabía sus motivos. Quería entender. Pero existía dos partes de ella. Y no sabía cuál era más fuerte. Se tallo su cara, la frustración se presentó súbitamente. Miedo. Hormigueo en sus dedos.

—¡Mi señora!— la voz diabólica de Bellatrix Lestrange estaba haciendo eco en su cabeza—. ¡Quiero salir!

Ella asintió. Si Alarik o Voldemort no estaban, todos esos lame botas estaban a su disposición. Levantó su cuerpo de una bendita vez. Matthew Rosier miró a la azabache ponerse su túnica. Su varita siempre la ocultaba en su brazo, con un dispositivo que encantó para poder tenerla siempre dispuesta por si algún miembro de la orden se aparecía en sus planes.

—¿Saldrá nuevamente, mí señora?— Los ojos profundos y huecos de Alaria se posaron en el.

—¿Por qué cuestionas mis acciones, Rosier?

El hombre lamió sus labios. Si no mentía, Matthew Rosier tenía unos 30 años o más.

—Solo quiero acompañarla— musitó.

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