•°Primer intento y una curiosa sorpresa°•

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Si bien en su desempeño escolar era perfecta. Alaria no podía verse al espejo un minuto entero. Sentía que no hacía lo correcto y que tarde o temprano terminaría tentada por las artes oscuras y olvidaría su objetivo. La marca reposaba en su brazo derecho le hacía odiarse de sobre manera. No hacía falta que alguien lo dijera, ella estaba mal, estaba mucho más pálida, tenía ojeras, el cabello de un tono gris si eso era posible. No comía con frecuencia. La angustia sobre la misión de Draco la hacía caso comerse viva. Quería ayudarlo, pero el era un idiota que pensaba que quería quitarle la gloria. Ella no quería gloria. No quería matar a Albus Dumbledore. Fue a su baúl de inmediato, saco un espejo. Cerró los ojos con fuerza.

— Damián Dimitri Volkova— susurro.

Espero unos segundos. Queriendo por todo el mundo mágico que sus padres le contestaran. Y así lo hicieron.

—¡Demonios!— Damián que había llegado casi de inmediato se había doblado el tobillo haciendo una sonrisa en el rostro de su hija—. ¡No ha pasado nada! ¡Nada! ¡N A D A!

Alaria sonrió agradecida.

—¿Que tal les va?— pregunto inmediatamente escondiendo su marca.

—¡Bien! ¡Aunque estamos así...!— hizo un ademán—. ¡De ir a México! ¡Quiero tacos!

Cassiopea entro en el campo del espejo. Notando todo en su hija. ¿Quien podía engañar a una madre aún si era adoptiva? Nadie.

—¿Has comido bien, Cariño?— pregunto Cassiopea con dulzura.

Alaria sintió un nudo en la garganta. Quería llorar y decirles que no resistía. Que debía hacer cosas horribles con tal de que ellos siguieran vivos. Apretó los labios haciendo que un perfume cayera de su tocador. Desviando la atención. Teniendo una excusa perfecta para evitar hablar sobre lo que era ahora. Una mortífaga.

—¿Papá? ¿Esas son canas?

—¿Tengo canas? ¡¿Que?! ¡Cassi, dijiste que no se notaban! ¡Ahora vuelvo! ¡Iré hacer un pacto con el diablo para volver a ser joven!— Damián se había alterado firmemente, se quitó y fue a un espejo notandolo.

—¡Solo tiñe el cabello, cariño!— le recomendó su esposa.

—¡Cierto! ¡Pero lo hubieras dicho antes! ¡Ya saque mi ouija!— comentó levantando el artefacto—. Deja me despido de mi amiguita fantasma o demonio que acabo de invocar y esperaré a que no me mate en la noche...

Cassiopea negó.

—¿Segura que estás bien, cielo?— insistió.

—Si , mamá— le sonrió—. Es solo que... ¿Me amaran aún si hago cosas malas?

Cassiopea entendió la mitad del asunto. Alaria desvío la mirada conteniendo un río de lágrimas que querían salir.

—Mi vida— una sonrisa amorosa fue brindada que hizo que su corazón se llenará de confianza—. Te amaremos siempre— la Black podía sentirse bien en ese momento—. Se que fuimos escépticos a qué tuvieras magia y esperábamos que fueras una squib marginada como nosotros— Alaria se limpio la nariz con un pedazo de papel—. Pero no lo eres ,eres una persona especial. El poder que tienes puede salvar todo lo que existe, mi niña se fuerte, nosostros y tú madre que lamentablemente está muerta estaría orgullosa.

—Gracias, mamá— suspiró sintiéndose un poco menos miserable—. Los veré pronto tengo que ir a desayunar...

Ellos se despidieron con alegría mandándole un beso. Alaria se hizo un ligero peinado. Se acomodó la corbata,tomó su varita y mochila antes de salir. Alarik le había dado ese espejo para hablar con sus padres de vez en cuando. Alzó su mentón. No debía flaquear. Respiro hondo mientras caminaba con elegancia. Debía actuar. Cuando vio la cabellera de su amigo. Fue hasta el tomándolo del codo.

•°Obscurial°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora