Capítulo 41

2.1K 178 130
                                    

Mi reacción no le pilla por sorpresa, al contrario, él responde de la misma manera. Su lengua explora la mía al mismo tiempo que siento sus manos en mi espalda, animándome a pegar mi cuerpo al suyo.

Al principio, no sé que hacer, pero poco a poco, a medida que el calor de mi cuerpo se hace más constante, es él quién toma el control sobre mí y me hace sentarme sobre sus piernas sin dejar ni un momento que nuestras bocas pierdan el contacto.

Un sonrisa nada inocente se le dibuja en el rostro a medida que sus manos van bajando por mi espalda, pero yo estoy más segura que nunca. El frío se convierte en tan solo un recuerdo cuando sus dos manos, ya en la zona baja de mi espalda, me pegan a él provocándome una sensación de calor por todo el cuerpo.

Yo, llevada por los nervios del momento, me guío a la zona baja de su camisa y sin previo aviso, mis manos se cuelan por debajo de la tela. Él suelta involuntariamente una especie de gruñido al sentir la diferencia de temperatura, pero no opone resistencia. Deja que le toque, que le explore, que le quiera.

En unos segundos me encargo de los primeros botones de la camisa y mientras dirijo los labios al duro de su mandíbula, mis dedos se encargan del resto. Le beso, como nunca había imaginado que sería besar, saboreando cada segundo que mis labios tocan su piel mientras oigo su respiración cada vez más agitada.

Antes de que me de cuenta, él está tumbado en la cama y yo encima, sin un solo centímetro de distancia entre ambos, provocando una oleada de sentidos en cierta zona de mi cuerpo. Un gemido deja mis labios cuando noto la dureza que me dice que él también ha sentido lo mismo.

Ni siquiera puedo pensar cuando noto sus manos subir por mis piernas. Lo hace poco a poco, muy lento, consciente de que es como una tortura y antes de que pueda asimilar la situación, es él quién está encima de mí y yo pegada al colchón.

Por la mirada de lince que me echa puedo adivinar que está más contento con el cambio de planes. Su mano vuelve a mis muslos, trazando círculos mientras sube con lentitud y yo no puedo centrarme en otra cosa que no sea su toque sobre mí.

Él lo sabe. Sabe el efecto que tiene, sabe lo que tiene que hacer en cada momento y también sabe que esto es demasiado nuevo para mí, por eso no va a más, por eso se queda ahí dudando entre lo que debe hacer y no.

Sin embargo, yo no quiero que pare. Por primera vez en mucho tiempo siento que estoy haciendo algo bien, que es lo correcto y sobre todo, lo que quiero. No me paro, sino que pego las manos a su pecho, siendo poco consciente de todo lo demás. Y vuelvo a saborear la increíble sensación de tocarle, de ser testigo de su cuerpo, leyendo con la punta de los dedos todo lo que tiene escrito y que no ha sabido decirme.

Mientra el fuego de nuestros cuerpos crece y crece con cada segundo, él también aprovecha la ocasión para jugar con los botones de mi camisa. Los primeros no duran apenas un segundo, aunque él lo hace de manera hábil, consiguiendo que hasta desabrochar un botón consiga elevar el morbo. Sin embargo, a medida que sus dedos van llegando al final, mis inseguridades y mis complejos más íntimos me asaltan.

Por un momento, me inquieto, me estreso pensando si... si realmente le voy a gustar, si voy a estar a la altura, si no soy lo que él espera.

- Draco, yo...

Él me mira un segundo y no le hace falta nada más para parar. Sus manos se colocan cada una a ambos lados de mi cuerpo, encima del colchón y de nuevo me mira. El gris de sus ojos es de un color más claro, más calmado.

- Quiero que estés a gusto, Nat, pero tampoco quiero que pienses que eres menos.

- Es que... - intento decir, pero las palabras se me quedan atascadas en mi garganta y me hacen parecer aún más imbécil.

Lo que no sabes de mí (Draco Malfoy) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora