Capítulo 49

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Una semana después

La sensación de frío es apenas una brisa al principio. Fresca y aliviadora, como una noche de verano. Pero poco a poco, esa sensación empieza a hacerse cada vez más intensa. Primero me recuerda a esos momentos en los que abres el congelador muy rápido, luego a cuando te cae un copo de nieve sobre la piel desnuda, después es más como la sensación de no poder moverte, me empiezan a doler las manos y los pies, y todo el cuerpo se me queda rígido. El frío aumenta como si el hielo que antes rozaba mi piel ahora estuviera dentro de mí y no puediera hacer nada por impedir que la temperatura siga bajando. Me duele todo el cuerpo, por dentro y por fuera, la cabeza me da vueltas y no puedo pensar en otra cosa que no sea el cese de ese dolor.

Y de repente, se acaba.

Abro los ojos para encontrarme de nuevo en la misma sala. Las hileras de estanterías, todas ellas cargadas con cientos de bolas de cristal que parecen esconder secretos y que resplandecen con la luz que sale de mi varita. Todo aquello que la luz no alcanza a alumbrar se mantiene en completa oscuridad. Y en medio de todo, estoy yo.

Oigo las voces de mis amigos, a veces dicen mi nombre, otras les oigo pronunciar hechizos con fuerza, pero siempre como si estuvieran muy lejos. Percibo la de Ginny, a Neville llamando a Luna, la respiración agitada de Harry y me parece hasta visualizar a Ron y Hermione intentando protegerse mutuamente, pero en lugar de ellos, en cuanto me giro me encuentro rodeada de cuerpos vestidos de negros y caras tapadas por máscaras del mismo color.

No tardan mucho en levantarse las máscaras, uno a uno, y desvelarme así las personas que hay debajo. Reconozco a Bellatrix Lestrange, sonriendo o al menos intentándolo con sus dientes de una tonalidad tirando más a sucio que otra cosa, y la sola visión de esa mueca me hace estremecer. Hay más gente, casi todos hombres de diferentes tamaños y figuras que, aunque no reconozco, dejan bien claro sus intenciones. El ultimo de todos es Lucius Malfoy, esgrimiendo con elegancia su varita.

- Dame la profecía - ordena.

La visión cambia drásticamente, enseñándome la imagen de todo Londres visto desde arriba. Las luces de miles de casas, de comercios a punto de cerrar, de calles iluminadas con farolas baratas y de letreros fluorescentes que parpadean sin parar pasan rápidamente ante mí mientras el viento me da en la cara. A mi lado están mis amigos, todos ellos como si montaran un aparato invisible, agarrados a ello para poder sostenerse bien mientras señalan esta u otra cosa que se ve desde los metros que nos separan de la gran ciudad.

Pero de repente, aquello que nos mantenía en el aire empieza a bajar hacia las miles de luces. Todo lo que antes veíamos desde arriba viene ahora a toda velocidad hacia nosotros. Las personas que parecían puntitos en medio del laberinto de calles, ahora son cada vez más visibles. Vemos el suelo, mojado por lo que parece haber sido una pequeña lluvia aproximarse a nosotros, se hace cada vez más grande, está más cerca, veinte metros, quince, diez, cinco...

Abro los ojos. La estancia ha cambiado a algo totalmente diferente. Todo está oscuro, tremendamente oscuro, salvo un arco de piedra en medio del lugar. Un arco que parece emitir luz propia y del que se oyen lo que parecen ser suspiros.

Una sensación punzante en la garganta me hace volverme y dejar de mirar el arco. Una de las figuras de la sala está justo detrás de mí, agarrándome con fuera el cuerpo mientras la punta de su varita se clava sin piedad en la piel de mi cuello. Solo me hace falta un pequeño vistazo alrededor para darme cuenta de que el resto se encuentra en la misma situación. Todos menos Harry.

El chico de la cicatriz permanece mirando a todos lados en el centro del círculo que creamos nosotros con los mortífagos que nos tienen atrapados. Cada uno intenta deshacerse del suyo, pero ellos están claramente en ventaja.

Lo que no sabes de mí (Draco Malfoy) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora