Kheaden se encuentra mirando el firmamento, fuera del palacio, lejos de todos, recargado contra un árbol esperando el amanecer. Lleva el cigarrillo entre sus dedos a sus labios y le da una larga calada para luego soltar el humo con lentitud.
Ha pasado una semana desde que el Dios del Inframundo llegó a ese lugar, y también una semana desde que su padre se encerró en la biblioteca planeando, tal vez, el ataque contra Maléfica. Siete largos días en los que ha evitado a Mal con más ahínco que al principio.
“Porque nuestro amor nunca podrá ser”, piensa con amargura.
Las pesadillas sobre la muerte de Morgana no se van, por lo que no duerme. Escapa de sus sueños, a pesar de sentirse una mierda durante todo el día. No hay nadie que lo vigile, y en cierta forma, agradece que Merlín esté tan ocupado. Cree que se debe también a la reciente muerte de Amr.
Aunque también lo necesita, admite. A veces solo quisiera que su padre lo sostenga al menos por unos momentos. Lo que siempre deseó, desde niño, y que ahora pide a gritos silenciosos.
Siempre será un niño frágil en su interior, y eso no le gusta en lo absoluto.
De pronto nota que ya no está solo. Frente a él ha aparecido de la nada una mujer encapuchada. Se incorpora, termina su cigarrillo y lo lanza lejos.
Analiza con curiosidad el aspecto de la mujer una vez que ésta se deshace de lo que cubre su rostro.
—Kheaden, hijo de la última suma sacerdotisa Morgana, descendiente del mago más poderoso de todos los tiempos.
—Veo que me conoce. Muy bien, de hecho— masculla, sonriendo, no percibiendo peligro.
Esconde las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta negra y da un par de pasos.
—Sería tonto de mi parte no reconocer a mi propia sangre.
La sonrisa de Kheaden se queda congelada en su rostro cuando relaciona a aquella mujer con la única familiar de su madre que, según se enteró gracias a Mordred, seguía con vida.
—¿Tía Morgause?
Ella se acerca a él y lo rodea con sus brazos. El pelinegro no corresponde, pero tampoco se quita. El abrazo más incómodo de toda su vida, no tiene duda.
—Oh, cariño... Estás tan grande— murmura sin soltarlo—. Te pareces tanto a tu madre.
Al mencionar a Morgana, Kheaden corresponde el abrazo, apesumbrado, sabiendo que debe informarle a su tía que su madre ha fallecido... por su propia mano.
—Ella...
—Lo sé. Sé lo que te obligaron a hacerle, Kheaden. No te culpo. De ninguna forma.
Él, vulnerable y roto como está, será mucho más fácil de manipular. O al menos eso cree Morgause. Reclutarlo será mucho más sencillo de esa forma.
Kheaden se siente comprendido. Deja escapar el aire que retiene y se separa. Esa mujer es su tía.
—¿Dónde estuviste? ¿Por qué apenas apareces?— le pregunta.
—Tuve unas diferencias con tu madre hace mucho tiempo, pero ahora que ya no está, me di cuenta que necesito a mi familia conmigo.
Morgause acaricia los pumulos de su sobrino, mirando con preocupación las horribles ojeras bajo sus ojos y la palidez en su piel.
—Merlín siempre fue un idiota, pero, ¿tan mal padre es?
—Él no es mal padre.
—Sufres en tu soledad, Kheaden. Dime si no qué es lo que haces aquí.
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A N A R C H Y ¦ Descendientes (CHAOS #2)
Fanfiction💥SEGUNDA PARTE DE CHAOS💥 Si se pensó, solo por un momento, que el caos se terminó, aquello no fue mas que efímera equivocación que terminó cuando todos se dieron cuenta de que el caos apenas y comenzaba. Ahora todo empeora cuando la persona menos...