Capítulo 12: Hogar, dulce hogar

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Ben pasea por el recibidor del palacio de Lonnie. O de su familia. Daba igual. Merodea, mirando todo lo que está a su alcance, esperando a que alguien apareciese. Kheaden, Shang y Merlín desaparecieron apenas llegaron. Le dieron instrucciones de quedarse ahí, pero la intriga es más, y comienza a caminar.

Desde que regresó a la vida, adaptarse a esa realidad ha sido lo más difícil que ha tenido que hacer.

Nada está como cuando se fue. Todo es distinto. Mucho peor que cuando, sin previo aviso, un dolor infernal en el pecho lo hizo cerrar los ojos para luego morir.

Lo informaron sobre todo lo que pasó desde su muerte, pero para él, no transcurrieron más que un par de minutos.

¡...No quiero nada de ti tampoco, traidor!

Es voz es de Mal. Ben cambia su rumbo.

Los gritos de Mal dejan de escucharse, pero para ese punto, ya tiene identificado de donde proviene. Y corre. Sin saber exactamente por qué, comienza a correr como si su vida dependiera de ello.

—Mal— susurra apenas, girando en un pasillo—. ¡Mal!

Necesita verla. Necesita sentirla, para él poder sentirse con vida. Desde que volvió no ha dejado de pensar en ese momento donde nuevamente la viera, donde pudiera prometerle que jamás la dejaría sola. Pedirle perdón por separarla de su lado cuando lo único que deseaba era no soltarla jamás.

Y entonces, abre la única puerta en el pasillo con tanto desespero que termina por golpearse contra el metal de ésta.

Mal sí está ahí. Con Kheaden. Ignora la cercanía entre ambos y avanza al interior.

No sabe qué hacer. El aliento parece haberse perdido entre la agitación de su corazón, por lo que sólo atina a nombrarla una vez más. Su voz sale ligeramente temblorosa y con duda.

—¿Mal?

Ella parece quedarse unos segundos en blanco. Su rostro tenso se descompone poco a poco en sorpresa, hasta transformarse en incredulidad, y al final, en felicidad.

Mal corre hacia él. Él corre hacia ella. Se abrazan. Colisionan con tanta fuerza que Ben teme haberle hecho daño, pero la hija de Maléfica se aferra sin importar nada, preguntándose si aquello es un sueño.

Puede tocarlo. Puede sentirlo. En sus sueños él siempre desaparece antes de poder hacerlo.

Si es no es real... ella... ella no lo soportaría.

—Ben.

Mal cierra los ojos con fuerza y toma un puñado de la tela de su chaqueta azul con desespero, tratando de acercarse más, como si eso fuera posible.

—Perdóname, Mal— susurra Ben en su oído—. Por todo. Me equivoqué desde el principio, tú lo sabías y no te escuché.

Mal niega. Se separa para verlo, sus manos vagando por todo su rostro para asegurarse que no es una mala pasada de su cabeza. Pellizca sus mejillas y nariz, tira de sus cejas hacia arriba y finalmente une sus labios en un beso breve, como si probara algo.

Kheaden desaparece en ese instante con magia. Ninguno lo nota.

Ben es el que no se ha ido, así que vuelve a besarlo, esta vez, por mucho más tiempo. Ben suspira aliviado. Ella no está molesta con él.

—¿C-cómo puedes estar aquí?— murmura Mal contra su boca. Enreda los dedos en su cabello y tira de él también—. Es imposible—recarga su mejilla contra su pecho. Se niega a soltarlo pronto.

—Es una larga historia, amor.

Escucharlo decirle de esa forma hace que sus ojos se llenen de lágrimas. No asimila aún que lo tenga a su lado. En realidad no le importa cómo es aquello posible. Él está vivo. Él está con ella.

A N A R C H Y ¦ Descendientes (CHAOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora