Capítulo 8: No todo fue lo que pareció

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Audrey todavía no cree que Amr ya no esté.

Cierra los ojos, y al abrirlos, espera que él esté ahí, frente a ella, con esa enorme sonrisa llena de bondad y ese brillo en los ojos que aparecía sólo cuando la veía.

Pero tan rápido la realidad de su muerte se hacía presente, su corazón dolía aún más. Si es que eso es posible.

Jay la encuentra así de rota. La mira. Ella lo mira con ojos llorosos. Lentamente se acerca. Discutió con Lonnie, y no tiene a donde más ir. Audrey parece necesitar ayuda.

—Él prometió... El prometió que regresaría.

Y lo hizo. Herido y al borde de la muerte, pero lo cumplió.

Regresó, aunque no consciente.
Regresó, aunque no lo suficientemente bien como para decirle lo mucho que lo ama y ser correspondida.
Regresó, pero no para quedarse toda una vida a su lado.

—Quizás debimos ser más específicos cuando hicimos aquella promesa— solloza Audrey, sosteniendo entre sus dedos el anillo que él le obsequió como símbolo de su compromiso—. Tal vez nunca debí separarme de él.

Pudimos serlo todo.

—Debes soltarlo— murmura Jay—. Ya es hora.

—Nunca podré hacer eso.

Si al menos tuviera una fotografía de él... Algo a lo que aferrarse a su recuerdo...

Jay está ahí cuando esa tristeza se convierte en enojo contra la vida, la sostiene cuando ella enfurece y absorbe cada golpe, pataleta y palabra llena de ira con temple. La rodea con sus brazos.

—¡Es tan injusto!

—Lo sé.

—¡Él era bueno!— grita contra su pecho—. ¡Era un buen hombre!

—Lo sé.

Audrey grita, empuñando la tela del abrigo del Jay, hasta que paulatinamente su fuerza se agota y se queda quieta, tratando de regular su respiración. A él no le importa. Sabe que ella lo necesita.

—Él sólo... Él sólo buscaba regresar la paz a su pueblo, quería ser un héroe como su padre. No lo merecía, Jay. Y aún así me lo arrebataron.

Recuerda verlo cuando Merlín y Kheaden, junto con los otros, regresaron al campamento. Recuerda rogarle para que abriera los ojos, no despegarse de su lado las noches siguientes, no querer nada, ni a nadie, solo a él. Solo a él y su mirada traviesa. Sólo a él y esa forma de hablar tan propia que adoraba escuchar.

—No quise despedirlo en ese estúpido funeral. Jamás me dejaron despedirme a solas con él... Solo quería unos últimos momentos a su lado... Y tampoco me dejaron.

El dolor se convierte en ira, la ira se convierte en amargura. Nunca imaginó que el amor pudiera doler tanto. Pero es que no es así, el amor no duele, lo que duele es la pérdida de ese amor.

—Sé como te sientes— trata de consolarla él—. Cuando creí que Lonnie murió, mi mundo se vino abajo. Nada parecía tener sentido.

—Pero ella está viva.

—Bueno, sí...

—Aún puedes abrazarla, besarla, decirle lo mucho que la amas.

Ella se aleja del chico de cabello largo y limpia sus lágrimas con fuerza.

—Audrey...

—Puedes verla, tocarla, sentirla cerca. Y eso es algo que yo nunca volveré a tener. Él murió. Se fue. ¡Se fue para siempre!

A N A R C H Y ¦ Descendientes (CHAOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora