Capítulo 9: Resurrección

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—¡¿Dónde está mi hija, Jafar?!— grita Maléfica amenazando al ex visir con el cetro. El hombre retrocede, y, prudente, baja el suyo para no enojarla más—. ¡Eres un inútil! ¡Todos aquí lo son!

Diaval observa todo apartado. La mujer parecía estar a punto de asesinar al hombre con turbante. Su ira era tal que no le importó perder la compostura frente a los custodias y súbditos que había dentro de la sala de trono.

—¡Largo de mi vista, imbécil!

—Como lo ordene, emperatriz— dice Jafar entre dientes, inclinándose.

La tensión no desaparece aún y cuando cruza las enormes puertas, golpea con su vara de la serpiente el piso y luego se esfuma por completo.

Maléfica también les ordena a los demás que salgan. Entonces quedan sólo su leal sirviente y ella.

—¡Diaval!

—¿Sí, mi señora?— pregunta, cauteloso, sin mirarla a los ojos.

—Informame sobre South Riding. Auroria, Tangleton.

No son buenas noticias, lo percibe de inmediato. Él se remueve, incómodo, al tener que dar la siguiente noticia.

—La Reina de Corazones se alió con Gothel. Se han negado rotundamente a servirle, pues dicen, que usted jamás las gobernará— informa—. Ellas se apoderaron de esos sitios no hace mucho.

Malefica golpea con fuerza el piso del lugar. Chispas verdes salen del cetro, sus ojos brillan intensamente.

—Está anarquía debe terminar. Yo soy la única que puede gobernar, nadie más.

Diaval está de acuerdo.

La iluminación del lugar se vuelve tenue y de un tono azul de un momento a otro.

Aquello sólo puede significar una cosa. La llegada del Dios del Inframundo a ese lugar.

—¿De verdad crees que eso, Mal?— murmura la voz de Hades.

Un enfrentamiento más está por comenzar.

(...)

Evie deposita un tierno beso en la frente de Morgaine, soltando su mano para irse reunir con Kheaden, quien está al fondo del pasillo a la espera de la peliazul.

La rubia murmura un 'cuídate' y lleva una mano a su pecho cuando su reciente compañera se comienza a alejar.

Él silva, las manos dentro de sus bolsillos y una sonrisa pícara que confunden a la peliazul cuando llega hasta donde está.

—¿Qué es tan gracioso?

—No sabía que te gustaban las chicas, Grimhilde— le guiña un ojo, cómplice, viéndola rodar los ojos—. En la Isla había rumores, pero ya sabes, no muy confiables.

—Idiota.

—¿No es así?

—No. Morgaine es sólo mi amiga— gruñe, golpeando su hombro cuando él ríe.

—Ya, claro. Entonces deduzco que romperás el corazón de mi prima— finge sentir lástima—. Eso me recuerda a la Isla, ¿sabes? Tu fama te precede, aunque a Morgause eso no le gustará...

Evie niega. No podría haber un corazón roto, porque para eso debería existir amor, cosa que no había entre ellas. Lo piensa unos segundos.

La hija de Grimhilde no dice nada más el resto del camino. Ahora tenía otra cosa en la que pensar.

—Hemos llegado— anuncia el pelinegro—. Bueno, ya casi. Toma una antorcha, la encenderé para ti...

Guarda silencio cuando ella misma invoca el fuego que enciende la punta de aquel alargado objeto. La felicita. Evie sonríe con superioridad.

A N A R C H Y ¦ Descendientes (CHAOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora