Capítulo 17: El despertar del príncipe durmiente

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Camelot.
Día de la caída de Morgana.

Amr está a punto de enterrar la espada mágica en Kheaden. Su espíritu de guerrero, de príncipe, le gritan que lo haga de una vez, si embargo, su parte humana, le pide que no le arrebate la vida a su primo.

Ve los ojos de Kheaden. Él le ruega que acabe con su sufrimiento.

—Perdón— articula con sus labios. El pelinegro asiente casi de manera imperceptible.

Entonces se dispone a hacerlo. Un movimiento, con fuerza, justo en el lugar indicado, y todo acabaría para Kheaden. Se llevaría su vida, y también parte de la suya.

Pero no alcanza ni siquiera a bajar un poco la espada cuando una fuerza invisible hace que se golpeé con fuerza en la cabeza, contra algo sólido. El golpe es duro, lo aturde, de pronto parece desconectarse del mundo. Intenta seguir consciente.

Escucha gritos. El suelo se mueve. Una sensación cálida recorre la parte trasera de su cabeza. Maldice, internamente, con la poca fuerza y consciencia que le queda.

Tenía que luchar. Por Audrey. Él le prometió que volvería a su lado.

Sin embargo, no puede más, y todo se vuelve oscuro.

Cuando un poco de sentido vuelve a él, escucha la voz de Audrey, llamándolo, llorando mientras trata de hacerlo reaccionar. Quiere decirle que todo está bien, pero no puede. No se mueve, no habla. Al final se desespera. No quiere que ella sufra.

—¡Amr, despierta!— escucha, sin ser consciente del todo—. Por favor... Por favor...

Al menos está entre los brazos de su amada, y eso le trae paz. Probablemente moriría, y no concebía una mejor forma de hacerlo.

Nuevamente, vuelve a perder la consciencia.

(...)

Northern Wei.
Noche de la supuesta muerte.

Despierta sin saber cuánto pasó. El ardor de la magia en su nuca lo hacen estremecer. Entre abre los ojos y ve a Kheaden concentrado en curar su herida.

Él ya se encuentra en Northern Wei, pero eso no lo sabe. No sabe ni siquiera quienes están con él.

—¡No está funcionando!— exclama frustrado. Amr quiere decirle que aquello estaba bien.

Cuando siente lágrimas caer sobre su rostro, se pregunta el por qué Kheaden lloraría por él, hasta que se da cuenta de que no es el motivo de su llanto.

—Sé que lo has hecho te tiene mal, hijo— escucha a su tío. A Merlín.

—Mamá lo merecía.

¿Morgana qué es lo que merecía?

—Ella murió por todo lo que hizo— masculla Kheaden, aclarando las dudas del joven príncipe—. Ella murió... Y yo... Hice lo necesario. Estoy bien.

Así que eso es lo que lo tenía así. La muerte de su madre. Siente que el ardor disminuye. Kheaden se ha quitado de su lado.

—No se recupera. No sé qué más hacer— murmura, dejando entre ver pena—. Lo siento, padre. Dudo que sobreviva por mucho más tiempo.

—Ve a dormir.

Los pasos pesados de Kheaden disminuyen conforme abandona aquel lugar en el que está. ¿Él morirá? Ahora está seguro de que sí. No sabe cómo sentirse al respecto, entre toda esa bruma de dolor. No quiere morir.

—Bien, Amr, esto te dolerá— escucha a su tío decirle.

Amr trata de despertar.

Un fuerte dolor lo hacen recuperar la conciencia, de alguna forma, arrancando un grito ronco de su pecho. Merlín lo sujeta por los hombros para evitar que se incorpore del todo.

A N A R C H Y ¦ Descendientes (CHAOS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora