Mito Palas y Atenas.

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N/A: Algunos preguntaron que de donde venían los recuerdos de Atenea o de que mito era.

Leí el mito de Palas y Atenea, y escribí esto. Trate de hacerlo lo más fiel al mito, espero les guste.

El día en que Atenea fue liberada de la cabeza de Zeus, se cuenta que salió embestida y lista para la guerra, pero en ese entonces aún no era la diosa de la sabiduría. Su padre la dejó en libertad como a todos sus demás hijos, la diosa se sentó cerca de un río.

El río era del dominio del hijo de Poseidón, quien habitaba en este junto con su hija Palas. Palas era su adoración sobre todas las demás cosas.

—Hola —saludo Palas cuando salió del río y se encontró a Atenea quien estaba junto a este. Las dos era bastante parecidas.

—Hola —saludo la aún nueva diosa, se puso de pie delante de la nueva persona que le había saludado.

—Yo soy Palas y vivo en este río —le sonrió amablemente a la desconocida mientras se acercaba a ella y tomaba su mano.

—Soy Atenea, soy una diosa —saludo devolviendo el apretón de mano. No pasó mucho tiempo en el que ellas se volvieron amigas. Palas decidió que conociera a su padre.

—Él es mi padre —presentó Palas, en una ocasión junto al río.

—Soy Tritón —Saludo el hombre que aparentaba menos edad de la que realmente tendría.

—Soy Atenea y soy una diosa —se presento ella ante el padre de su amiga.

—Si, una hija de Zeus —el sonaba amable mientras la miraba —Y dime ¿Estás sola? No deberías andar sola por el mundo —

—Si, lo estoy, es que aún no encuentro cuales son mis dominios —confeso ella, él seguía sonriéndole.

—Oh ya veo —Él miro a Palas que parecía emocionada por alguna razón —Ven conmigo, te enseñaré cosas interesantes. Ya que a Palas pareces agradarle —el le extendió su mano mientras le sonreía con calidez, con la misma que ella había visto que sonreían los padres mortales a sus hijos.

Tritón le mostró la biblioteca de su reino, la instruyó en los libros, en el combate, le enseñó todo lo que sabía igual que a Palas. Las dos aprendían juntas, se sentaban juntas a leer los gruesos rollos de pergaminos que él les daba, también practicaban sus combates juntas. Pero a medida que pasaba el tiempo Palas parecía cambiar de intereses.

—Tengo que salir —decía ella a veces y se iba completamente sola por ahí. Atenea solía quedarse sola por horas esperando su regreso.

—Te has saltado el entrenamiento el día de hoy —señalaba con el ceño fruncido en una ocasión. Sostenía en sus manos algunos escritos mirando a su amiga, esta estaba con una sonrisa radiante en los labios.

—No fue mi intención, pero la pasé muy bien —ella se oía tan emocionada mientras jugaba con su cabello. Atenea la observaba detenidamente, ellas eran prácticamente iguales, el mismo color de cabello, de piel, solo habían dos cosas que cambiaban. Sus ojos y sus atributos. Palas tenía mayor busto que ella.

—¿Y qué has estado haciendo? —dejo los escritos a un lado mirándola.

—Vagar por el pueblo como una mortal más —Palas río tontamente.

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