Capitulo 7. Besame mucho.

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Beth

Me mire una última vez al espejo. Tenía mi vestido rosa pálido, era largo hasta el suelo sin ser molesto, mi cabello completamente suelto, tenía algunas perlas en el cabello que sostenían la parte delantera. Nana y Ken quisieron que toda la decoración girara en torno a las perlas. Fue un reto pero lo logramos. Solo faltaban un par de minutos para qué Nana y yo saliéramos a la carpa donde sería la ceremonia. Me había pedido ser su dama de honor, mientras que papá seria su padrino de bodas.

Tome mi ramo de orquídeas rosadas con algunas blancas y suspire armándome de valor, para poder caminar al altar sin caerme.

—Te ves muy hermosa.— Dijo Nana a mi espalda, la vi sonreír a través del espejo. Nana tenía un vestido color marfil suelto hasta el suelo, con un cinturón de un camino de perlas en su cintura, el color del vestido combinaba perfectamente con su color de cabello y ojos claros. Se veía preciosa.

—Tú eres la hermosa aquí.— Dije caminado hacia ella dándole un abrazo.

Cuando se separó, me miró fijamente antes de decir.

—Sentémonos. Voy a contarte una historia.— Dijo tomando mi mano y me llevo hacia la orilla de mi cama. Tomo mis manos entre las suyas y me pregunto:— ¿George te ha hablado de su padre?

—No, mucho. Lo único que me conto, fue que se llamó Bart.— Le dije un poco nerviosa mientras Nana tomaba una larga respiración; y se transportaba al pasado.— ¿Qué paso entre ustedes?

—Era 1969 tenía doce años, cuando lo conocí. Ken siempre se vestía como si era domingo de ir a la iglesia, hasta en la escuela lo hacía. La primera vez que lo vi fue en el patio trasero de su casa. En los días lo veía cuando entraba al garaje de sus padres desde muy temprano y solo salía cuando su madre lo llamaba para comer.

Nana miraba algún rincón de mi habitación mientras se inundaba de recuerdos, y su voz se convertía en un susurro.

—Pasaron muchos días así. Hasta que decidí que no me iba a conformar, yo quería entrar en su mundo. Así que una madrugada entre a su taller, quería ver que tanto hacia allí. Y lo vi. Era un mundo diferente, era algo mágico. Tenía muchas maquetas de edificios, que soñaba con construir. Siempre le ha gustado construir cosas.

Sonrió.

—Pero esa noche, no fue nada parecido a como lo imaginé. Él me encontró, y me pregunto qué estaba haciendo allí. Yo me que quede petrificada, no supe que responder. Sus ojos verdes me miraban fijamente, y en medio de las noches parecían aterradores. Así que corrí hasta mi casa y entre en mi habitación. No salí de la casa por días. Entonces Ken se hizo amigo de mi familia. Mi madre le pagaba para que reparara algunos desperfectos en la casa cuando mi padre no podía. Así que fue imposible no separarme de él, iba todos los días a mi casa, y nos hicimos grandes amigos, después que me hubiese perdonado por haber entrado a su taller. Así pasaron los años. Para todos se volvió costumbre vernos juntos. Nos volvimos inseparables.

Tenía la mirada llena de recuerdos, y supe que a pesar de todo, eran muy buenos.

—Pero todo cambio cuando cumplimos dieciséis años, y ya nada fue igual. Mi padre había muerto, mi madre no sabía cómo hacerse cargo de los negocios que él había dejado, y los padres de Ken se habían divorciado. Para entonces lo único que tenía constante en mi vida era él, era Ken. Nos teníamos uno al otro, nos hacíamos compañía. En todos esos años aprendí a verlo solo como un amigo. Pronto descubrí, que el trato no era mutuo. Ken se ponía furioso cuando algún chico trataba de hablarme, incluso un día se peleó en el colegio por mí. Lo suspendieron por una semana, y por poco lo expulsan, si no hubiese sido por su padre. En esos tiempos discutíamos muchísimo. Dejamos de hablarnos por casi un mes. Hasta poco después nos dimos cuenta que era imposible mantenernos alejados. Él fue el primer hombre en mi vida. Al cumplir dieciocho años todo parecía ir perfecto.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora