Capitulo 22. Tiempo.

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Beth

Cuando desperté estaba confundida, trate de recordar que había pasado el día anterior pero todo parecía un sueño. Todo era muy confuso e irreal, solo tenía recuerdos vagos del balón golpeando mi cara, de alguien llevándome a el hospital, de una voz preocupada a mi lado, alguien sosteniendo mi mano, pero el recuerdo más nítido era, de ese alguien y yo discutiendo en el estacionamiento.

Mi cuerpo se sentía tan cansado, y mi rostro ardía, trate de mover mi cuerpo, pero estaba muy cansada, mire el reloj de mi mesa de noche, eran casi las diez de la mañana ¡Me había perdido mis dos primeras clases!

Me puse de pie con algo de dificultad, y tome mis cosas y fui al baño sin mirar por dónde caminaba. Y entonces tropecé con alguien, por un momento me asusté muchísimo. Cuando choque contra su pecho casi caí al suelo, pero sus brazos me sostuvieron, pegándome a él. Sus manos estaban fuertemente aferradas a mi cintura, y supe por ese olor tan característico, quién era.

Porque cada vez que mi cuerpo y el suyo se tocaban se sentía una corriente que recorría mi todo cuerpo, aunque se podía describir más como una fuerte atracción, como un imán que me unía a él.

Me solté de su agarre.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Quieres hacer que me dé un ataque?!

Se encogió de hombros.

—Tenía que asegurarme que estabas bien.— Me respondió, clavando sus ojos miel en los míos.

En ese momento me permití verlo con mucha más claridad que en la noche anterior. Estaba un poco diferente, su cabello estaba ligeramente más corto, al igual que una incipiente barba de unos días en su perfecta mandíbula marcada, estaba un poco pálido y tenía sombras debajo de los ojos, pero sin duda alguna lo más diferente en él, era la camisa azul oscura casi negra que llevaba, por general llegaba camisas claras o grisáceas.

Trate de que no se diese cuenta que su sola presencia me había desarmado.

—¿Quién te dejo entrar?— Le pregunte, pero él se limitó a mirarme de arriba abajo.

A pesar que la noche anterior no la recordaba del todo bien, sabía que él me había mentido todo ese tiempo y aún no me explicaba el porqué.

—Si por un segundo piensas que te he perdonado por mentirme. Estas muy equivocado.— Añadí.

Se metió las manos en los bolsillos, mucho mejor.

—Yo no he pedido perdón, no todavía. Como ya te dije, solo vine asegurarme de que estuvieras bien.— Me dijo.

—Pues, ya lo comprobaste.— Dije señalando la puerta, volví a mirar el reloj.

Mierda.

Tome mis cosas del suelo y fui al baño. Después de diez minutos ya estaba completamente lista. Cuando me mire en el espejo de la puerta, no había ni rastro del golpe con el balón en mi cara, solo tenía un pequeño dolor en las mejillas. Recordaba que llegue a pensar que se me había roto la nariz, por suerte no fue así.

Suspiré y salí del baño.

Antes de entrar al baño escuche la puerta cerrarse, lo que me indicó que él ya se había marchado. La noche anterior, Ava se había encargado de llevar mi ropa a la tintorería, supuse que como una forma para hacerse perdonar. Por ello no creí que le molestara si tomaba unos vaqueros y una sudadera lila que nunca usaba.

Cuando salí de deje mis cosas sobre mi cama, y mire por la ventana, estaba lloviendo. Siempre había pensado que la lluvia limpiaba, que era como un nuevo comienzo para poder dejar nuevas huellas. Pero solo lo eran las lluvias tranquilas, aquellas que caían como un manto, y no las fuertes con vientos y relámpagos, esas eran parecidas a las tormentas de nieve.

Inmarcesibles ||Destinados|| +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora